
El 30 de Mayo escribía en ese mismo medio un artículo sobre la convocatoria electoral impulsada por el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Esa jugada era, como comentaba en aquella pieza, un triple del político socialista tras la gran victoria electoral del Partido Popular y VOX en las elecciones autonómicas y municipales del 28 de Mayo de 2023. El candidato socialista supo ver algo que el resto de analistas -y de fuerzas políticas- no fueron suficientemente hábiles para anticipar. Polarizar, frente a los acuerdos del PP con la ultraderecha, podía ser la gran apuesta de los socialistas. A votar en julio.
Los primeros que no veían con demasiado buenos ojos esa jugada fueron los acólitos de Yolanda Díaz y sus íntimos aliados de Podemos. Durante semanas presenciamos el pulso entre ambos sectores, que finalmente se avinieron en Sumar. Los independentistas (ERC, Junts y la CUP) ciertamente no afrontaban estas elecciones en el mejor de sus momentos, después de unas elecciones municipales donde, pese a resistir, asistieron a un gran avance socialista. Y en ese contexto, ha llegado la campaña.
La campaña electoral ha seguido el guión diseñado por Sánchez. Hispanocéntrica, que diríamos en Catalunya, poniendo el acento en las mentiras de Feijóo -con una segunda semana horrorosa que se estudiará en las facultades- y centrada en la posibilidad de ver cómo Abascal podía sentarse en el Consejo de Ministros. De rebote, este marco ha funcionado también para consolidar la apuesta de Yolanda Díaz; su fuerza ha conjugado contundencia contra la ultraderecha y moderación en cualquier otro tema que pudiera ser polémico. Ni referéndum en Catalunya, ni feminismo como bandera, entre otras renuncias que han permitido que Díaz haya llegado viva al final de la campaña.
Cataluña se ha movilizado para salvar a Pedro Sánchez, consciente de que somos el territorio que más tenemos que perder en caso de un gobierno del Partido Popular y VOX. La escuela catalana, para empezar, como nos mostraba recientemente el caso valenciano. La paradoja es interesante, porque seguramente muchos de los votantes socialistas en esta contienda electoral han elegido candidatos independentistas en las autonómicas y quizás también en las municipales. Se ha confirmado el regreso del voto dual catalán, aquél que aseguraba mayorías socialistas en Madrid mientras elegía gobiernos convergentes en Cataluña. La polarización de campaña, ampliamente potenciada por los medios progresistas de Madrid, ha sido clave en los resultados de la elección en Cataluña, y no sólo en el éxito del PSC. Basta fijarse en los resultados catalanes de Sumar, que ha superado en número de sufragios a ERC y Junts, para entender que las catalanas y los catalanes han elegido en clave estrictamente española.
Esta tendencia también se confirma si miramos hacia otros sitios del estado. Sumar obtiene 2 diputados en Galicia, donde en la actualidad se presentaba sin apenas estructura política; mientras que el Bloque Nacionalista Gallego sólo obtiene uno. Parece evidente que el marco, el impulso mediático y la polarización de la jugada de Sánchez ha condicionado el voto de importantes capas del electorado de izquierdas. La victoria socialista en la comunidad autónoma vasca y en Navarra también se entendería bajo este prisma.
Ahora bien, Sánchez ha resistido. Dicho de otra forma: sólo ha podido resistir. Pese a atizar el miedo a un gobierno con presencia de la extrema derecha y que el clima de excepcionalidad le iba claramente a favor, el PSOE ha perdido las elecciones en votos y escaños y sólo ha evitado una mayoría absoluta de PP y VOX por un estrecho margen. Los socialistas han necesitado un excelente resultado en Cataluña y Euskal Herria, un buen resultado de Sumar y unas cifras sorprendentes para, apenas, empatar las elecciones generales. Obteniendo una decena menos de escaños que el Partido Popular, todo sea dicho. Parece un valioso botín y, al mismo tiempo, decepcionante.
La negociación de una mayoría para la investidura será compleja, ya que necesita el concurso de todas las fuerzas políticas vascas, gallegas y catalanas con representación en el Congreso. El retorno del bipartidismo y los buenos resultados socialistas en estos territorios no auguran una plácida negociación. La repetición electoral es un escenario plausible, ya que Pedro puede volver a jugar a intentarlo hasta última hora y, por último, preparar el terreno para nuevos comicios.
Por su parte, Feijóo se ha beneficiado del escenario polarizador que impulsaba la convocatoria electoral. La desaparición de Ciudadanos y el bajón de VOX han puesto la primera piedra de un nuevo bipartidismo imperfecto en el arco derechista del hemiciclo.
Catalunya ha otorgado una prórroga a Sánchez y, al mismo tiempo, pone en manos de las fuerzas soberanistas la posible investidura del candidato socialista. Serán necesarios compromisos firmes del PSOE con ERC y Junts para conseguirlo, vista la experiencia de la última legislatura. Ahora, sin embargo, se acabaron los triples y las jugadas maestras. Ni toda la audacia ni el voto útil ha sido capaz de garantizar otros cuatro años para Sánchez y Díaz.