Elecciones celebradas y todos los escenarios quedan abiertos. Tanto puede gobernar Feijoo, como Sánchez, como podemos ir a la repetición electoral. Pero a pesar del entusiasmo del PSOE, las elecciones las ha ganado la derecha y tienen muchas posibilidades de ocupar La Moncloa. Ciertamente sin un buen resultado de la ultraderecha. ¡Buena noticia! De hecho, la estrategia de los socialistas de usar el espantajo de la derecha extrema, seguramente ha hecho ganar las elecciones al PP. El cuarto actor en discordia, Sumar, no ha hecho tampoco buen resultado. Una vez más, y ya no es la primera ni la segunda, el efecto Yolanda Díaz no ha funcionado. Quizá que se lo haga mirar.
Unos y otros han aprovechado la noche electoral para reclamar su derecho a liderar las negociaciones para formar Gobierno. Las próximas semanas serán pues, divertidas. Y, como la política es así de caprichosa, resulta que la clave para decidir si gobierna Sánchez o hay nuevas elecciones queda en manos de Junts. Parece que todos, incluidos los propios dirigentes de Calabria, dan por hecho el apoyo de ERC al PSOE a cambio de nada o de poca cosa. Por ello será la formación de Puigdemont y de Laura Borràs quien tendrá la última palabra. ¡El destino es a veces muy travieso!
Si finalmente el PP se lleva el gran premio, las fuerzas progresistas tendrán que revisar los errores cometidos, hacer autocrítica e iniciar una nueva etapa que necesariamente tendrá que combinar la estrategia a largo plazo para recuperar lo que se ha perdido, con combatir de todas las maneras que sean necesarias las políticas reaccionarias que nos vienen encima. Quizás el peso de VOX no será tan importante como se preveía, pero no nos engañemos: la ultraderecha no ha vuelto, es que no se fue nunca. Preparémonos para defender desde la movilización lo que no se habrá sabido defender desde la política de partidos.
Centrar el mensaje en el miedo a la extrema derecha no sólo no ha funcionado, ha sido un inmenso error estratégico. Los partidos de la coalición que ha gobernado en los últimos años han puesto en bandeja la victoria a la derecha renunciando a centrar la campaña electoral en las políticas desarrolladas a favor de las personas, permitiendo que el foco se redujera al “Sánchez es malo, Sánchez es bueno”. Tampoco el intento de los últimos días de tratar de ver quién decía más mentiras tenía sentido. Estas bregas no son los debates que interesan a la ciudadanía y además, ¿seríamos capaces de señalar a algún candidato o candidata que no haya mentido? A diferencia de países con más tradición y cultura democrática, en estas latitudes esto no penaliza, más bien lo contrario.
Es muy curioso que la decisión de buena parte del independentismo de no participar en estas elecciones y apostar por el absentismo militante y activo, haya provocado un triple efecto perverso: victoria insuficiente del PP, opciones residuales para que Sánchez vuelva a hacer de Sánchez y papel decisorio de Junts. ¡Las que tenían que ser las elecciones más españolas, han acabado siendo bien catalanas! Sin embargo, la opción de que gobierne el PSOE es realmente complicada. Cuesta ver qué puede ofrecer a un Junts que por activa y por pasiva han dicho que el precio será muy alto. Tanto ellos como ERC tendrán que explicar muy bien las decisiones que tomen durante las próximas semanas.
En clave catalana, los resultados consolidan una tendencia que muchas habíamos anunciado. Unos partidos políticos desconectados del pulso de la calle y encantados de haberse conocido han sido duramente castigados por el electorado, cansado de años de charla vacía y estéril. Este ha sido el segundo acto de un ciclo electoral que se inició con las elecciones municipales. La ciudadanía reclama a los partidos independentistas una profunda reflexión sobre todo lo que ha pasado desde 2017. Es necesario que se asuman responsabilidades, hay que renovar la estrategia y los liderazgos. Fuego nuevo. El ciclo se cerrará con un más que probable adelanto electoral en Catalunya, donde si no ha habido propósito de enmienda y nuevas estrategias, la sangría de pérdida de votos puede conducir a algunos a la irrelevancia.
Hasta entonces, habrá que seguir de cerca la gobernabilidad de España. Junts haría bien en no deslumbrarse con el papel que la aritmética electoral le ha otorgado. Que la clave del Gobierno esté en manos de un partido independentista, no nos debería hacer olvidar que durante la campaña electoral y meses antes, Catalunya no ha sido ni tema, ni preocupación ni problema.