En Cataluña los resultados tienen una primera lectura fácil: el PSC arrasa y el independentismo pierde su hegemonía. El descalabro de las formaciones independentistas, acentuado en el caso de ERC, que pasa de 13 a 7 diputados, tiene, a la vez, diferentes interpretaciones. Por un lado, no parece insensato pensar que, atendiendo el marco de estas elecciones donde todo pasaba o bien por una mayoría absoluta del bloque de PP-VOX, o bien por la posibilidad de reeditar el actual gobierno del Estado, se haya concentrado en el voto en el PSOE en detrimento de otras formaciones.

También parece evidente que la campaña favorable a la abstención promovida por sectores de dentro del independentismo como la Asamblea Nacional de Catalunya haya afectado al mal resultado de ERC, de Junts por Catalunya —que a pesar de tener la llave ha perdido un diputado—, y de la CUP, que se queda sin representación en el Congreso de los Diputados. Pero hay una tercera interpretación: no es que el voto independentista se haya deshinchado en estas elecciones (y en las elecciones municipales del mes de mayo), sino que han sido sobrerepresentado durante los años más inflamados del proceso, y ahora simplemente vuelven a una posición más “natural”.

En España la victoria-derrota de Feijoo tiene diferentes lecturas, y la primera de estas emerge al echarle un vistazo a la distribución de voto en función de las comunidades autónomas: si no fuera por Cataluña y por el País Vasco, PP-VOX sumarían 159 de los 284 escaños restantes en el Estado. Es decir, habría una mayoría absolutísima de la extrema derecha. Es necesario que desde Ferraz se reflexione largamente y tendido sobre el sentido de este resultado. Quién ha salvado al PSOE son aquellos territorios que desean la España plurinacional que la extrema-derecha quiere erradicar. Ya no es una cuestión de valentía, sino de pura supervivencia.

Durante las siguientes semanas se intensificará la presión pública e institucional para impedir el actual gobierno del estado bajo las mismas premisas de siempre: los demonios del terrorismo y del independentismo. Pero es muy complicado que acabe funcionando una opción alternativa a la actual, puesto que el PSOE no facilitará la investidura de Feijoo teniendo tan cerca la presidencia, y el PP muy difícilmente se abstenga para hacer presidente a Sánchez habiendo ganado las elecciones. Es previsible, también, que la derecha político-mediática intente dificultar las negociaciones de los socialistas con el resto de partidos para forzar una repetición electoral; una repetición que Pedro Sánchez intentará evitar a todo precio. La pregunta del millón de euros, es la siguiente: asumiendo que el PSOE no ofrecerá ni el referéndum ni la amnistía a Junts por Catalunya a cambio de la abstención, ¿Qué oferta puede convencer al partido de Carles Puigdemont?

En Europa, los altos funcionarios de la Comisión Europea respiraban aligerados al conocer los resultados electorales. La Unión Europea —tierra prometida de derechos y libertades—, ha sufrido en los últimos años una progresiva extrema-derechización en el interior de sus fronteras. Orbán en Hungría, Morawieck en Polonia, y Meloni en Italia, encabezan el resurgimiento del neofascismo a Europa, que cuenta con poderosos aliados en casi todos los estados de la UE. De caer también España, la correlación de fuerzas de estas formaciones en el Consejo de Ministros de la UE (el principal órgano de gobierno, puesto que el Parlamento Europeo no dispone de iniciativa legislativa) avanzaría peligrosamente hacia el bloqueo sistemático. Porque, recordemos, la extrema derecha es nítidamente anti-europea.

En este sentido, la mejor noticia electoral es sin duda el batacazo de VOX, que pasa de 52 a 33 diputados. Una bajada en la representación que tiene sanas consecuencias por la democracia española y, por extensión, por la salud democrática europea. La formación de extrema derecha ya no podrá presentar recursos al Tribunal Constitucional ni presentar mociones de censura, puesto que para hacerlo son necesarios un mínimo de 50 y 35 diputados respectivamente.

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