Cualquier análisis es incompleto. Este lo será porque, desde mi punto de vista, los resultados barceloneses quedan mancos si no se valoran junto a los del área metropolitana, al ser su unión la realidad de una Catalunya en general contraria al independentismo y partidaria de las izquierdas, ganadoras en la Ciudad Condal por goleada.
El pasado es muy olvidadizo en nuestra época, más aún si en medio se produce una pandemia. Ello conlleva pensar en una primera y clara comparativa con los comicios de noviembre de 2019, donde ERC ganó en la capital catalana como si así revalidara el triunfo en las municipales de ese mismo año.

El PSC, aun renqueante tras toda la tensión del Procés, se quedó a las puertas de la victoria, mientras esta vez ha arrasado. De ocho escaños ha subido a trece, imponiéndose en todos los distritos, excepto en Sarrià-Sant Gervasi, donde no obstante ha cosechado una dignísima segunda posición con un 21% de los sufragios, sólo superado por el Partido Popular.
Sarrià-Sant Gervasi es un estupendo lugar para calibrar las diferencias entre una cita y otra. La zona alta votó en masa contra Colau el 28M ,y Trias fue su adalid para echarla de la principal poltrona de la plaza de Sant Jaume. El voto del Upper, ampliable a ciertos sectores de Gràcia y l’Eixample, se moviliza desde un interés de clase, expresado el 23J en clave nacional española, algo que sin duda ha modificado mucho las preferencias ciudadanas en ese sector de la ciudad.
Buena prueba de ello sería como Junts tiene sus mejores porcentajes en los distritos que la catapultaron a la pírrica victoria de mayo, sin vencer en ninguno por el frame distinto de julio.

Este matiz sobresale también en el vendaval socialista. No deja de ser significativo cómo el Alcalde Collboni apenas ha abierto boca durante la campaña electoral, como si sus palabras pudieran ser contraproducentes porque todo el rojo iba a Pedro Sánchez, muy criticado por la derecha mediática por sus medidas en el Principado, bien valoradas por sus habitantes, quienes con toda probabilidad han agradecido ver cómo se ha rebajado la tensión cotidiana a partir de los indultos y minucias no tan nimias como la mesa de diálogo.
Por lo demás, insistimos, el frame es fundamental. Durante todos estos meses uno iba por la calle, algo que los periodistas y los políticos deberían practicar mucho más, y se percibía en las charlas cómo muchos votantes independentistas durante el último largo ciclo preferían depositar su confianza en el PSC.
Este punto debería ser muy considerado por las formaciones partidarias de la secesión. ERC ha perdido apoyos que han ido a los socialistas, así como a Junts le convendría reflexionar sobre el espejismo de Trias, el auténtico caladero de las pasadas municipales.
El mayor % de los antiguos convergentes está en Sarrià-Sant Gervasi; el menor, ínfimo, en Nou Barris, donde el PSC tiene casi la mitad de los sufragios entre la inercia de electores longevos y la conciencia de ir a las urnas desde otras dinámicas.

No es casual si hasta ahora he mencionado más a estos dos partidos. Junts puede tener la llave de un nuevo gobierno Sánchez y está muy reciente la humillación del sábado de la investidura. España no es ingobernable. Esto es como cuando no sabes cocinar un plato. Puedes tirar la toalla sin más, pero si eres una persona con empeño conseguirás superar el reto y encontrar soluciones. Quizá estas elecciones en el Estado dependan de Barcelona y asistamos a una heterodoxa alianza por los vasos comunicantes con Madrid, un acuerdo en que figuren Collboni, el heredero de Trias y el de Colau, de quien desconocemos su próximo rumbo.
En las municipales del 28M Sumar ganó dos distritos y esta vez se ha quedado a cero. Sin embargo, ha sido la segunda fuerza en la mayoría, casi en una reedición indirecta de un Frente Popular contra las derechas reaccionarias. Los votantes de Comuns en el Ayuntamiento tienden a disociar la fantasía con la realidad, y es bastante probable que interpreten el recuento como una ratificación de lo realizado durante estos ocho años.
Harían bien en borrar esa idea de su mente. Cada elección corresponde a un marco propio. Aquí, entre el escepticismo posterior de las encuestas y la urgencia de parar el golpe, pueden sonreír felices con mucha prudencia. La sonrisa merece un aplauso por haber dejado en la cuneta a Jaume Asens, quien creía poder arrancar papeletas a los independentistas hasta parecer un quintocolumnista, y haber aupado a Aina Vidal, un valor en alza por cómo se ha manejado durante la campaña, sin descartar que su energía haya propiciado conservar para los suyos a muchos fieles de la clase media aspiracional, felices por tantos colorines y política del siglo XXI, con más fachada que contenido, si bien la candidata ha combatido para romper con esas banalidades.
El PP ha subido como la espuma, quedándose a sólo siete mil votos de los de Yolanda Díaz e imponiéndose en Sarrià-Sant Gervasi, el distrito donde se vota desde la clase social en función del marco electoral. En muchos otros, su lugar en el pódium no debería escandalizar a nadie dada la bipolarización de este verano no tan azul, mucho menos amarillo por el descalabro independentista en toda Catalunya, no sólo en Barcelona.

Esquerra, en general, debería ir al diván con relación a sus prestaciones en la Ciudad Condal. El caso más diáfano es el de su candidato. Rufián lleva diez años en política, apareció desde la coyuntura procesista y las dos últimas elecciones deberían mandarlo al banquillo, pues en Santa Coloma nada pudo hacer ante Núria Parlón y en las Generales, pese a su esfuerzo por hablar catalán, se ha demostrado su nulo tirón, quizá vinculado a la pésima continuidad de Junqueras en los mandos.
Esto último no habrá gustado a ciertos lectores. ¿Queremos una Catalunya de presente? Enterremos el pasado para generar una conversación beneficiosa para todos, sin egoísmos. Esto me conduce al pánico de la tarde del 23J, cuando la caída en la participación barcelonesa asomaba dramática. Lo fue, y muchos pensamos al instante en la campaña por la abstención propugnada desde los sectores más radicales del independentismo.
Todo el mundo puede votar como le da la gana, es la virtud de la democracia, donde hasta puedes abstenerte porque es una opción de cualquier ciudadano. Servidor cree en el sistema para crear un bien común, y si se torpedea corremos el riesgo de destrozarlo, como desea VOX, testimonial en Barcelona, con dos caladeros al 8% en Sarrià y Nou Barris, algo, sin ser idéntico, que me recuerda a cómo en las catalanas de 2017 estos dos distritos fueron para Ciudadanos por ser contrarios al Soberanismo.
Barcelona ha visto las orejas al lobo y ha reaccionado con maestría. Los partidos harían bien en analizar los resultados con frialdad y desde lo opuesto de cada cita. La ciudadanía pide menos ruido, conversación civilizada y acuerdos con los socialistas en la Moncloa, algo requerido hasta por muchos independentistas. La pluralidad urbana no es confrontación, sino diversidad en la riqueza, algo que no sé si alcanza a la comprensión de muchos dirigentes: esa puede ser nuestra calamidad o un gran viraje si, al fin, leen la letra de los números sin ganas de bombardearnos con bucles de pesadilla.