Uno de los estrenos cinematográficos orientados al gran público más esperados de este 2023 parece ser —después de Barbie—, Oppenheimer. Dirigida por Christopher Nolan y protagonizada por los actores y actrices Cillian Murphy, Emily Blunt, Matt Damon y Robert Downey Jr., entre otros. El largometraje explica la creación, en 1942, del Proyecto Manhattan, dirigido por el científico Robert Oppenheimer y localizado en la desértica zona de Los Alamos, cuyo objetivo era fabricar la primera bomba atómica como supuesta estrategia de disuasión para poner fin a la Segunda Guerra Mundial. El primer test (con el nombre de Trinity), de los más de 2.000 que se han llevado a cabo desde entonces, vio la luz el 16 de julio de 1945, con una explosión equivalente a 21.000 toneladas de dinamita. Pocas semanas después, esta supuesta disuasión preventiva daría pie a las funestas consecuencias del impacto de estas bombas en las localidades japonesas de Hiroshima y Nagasaki (el 6 y 9 de agosto, respectivamente), terminando con la vida de decenas de miles de personas. Aunque este largometraje se centra en la trama política en la cadena de decisiones sobre el uso del arma nuclear, no puede quedar como un simple hecho del pasado, sino como un punto de inflexión en la búsqueda civil y militar que nos ha legado una grave amenaza presente y futura.

La disuasión nuclear como estrategia parece ser, junto al armamentismo, el relato que vive un nuevo momento de esplendor. Decisiones como la de Estados Unidos de transportar material nuclear a sus bases europeas (diciembre de 2022) o de Rusia; de suspender la implementación del último tratado bilateral (Start III) con Estados Unidos en materia nuclear (febrero de 2023) son nuevas y peligrosas provocaciones que añaden aún más gasolina a una enorme y creciente hoguera. La carrera nuclear parece acelerarse de nuevo: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte están modernizando y, en algunos casos, incrementando sus arsenales. Estos actualmente se cifran, según los últimos datos del SIPRI, en 12.512 armas nucleares, con un coste de 89.200 millones de dólares en 2022 (157.600 dólares por minuto).

No podemos negar que todavía estamos lejos de llegar a un giro para avanzar hacia el compromiso real de prohibir y eliminar el armamento nuclear. Por eso es necesario incrementar los esfuerzos para que los países con arsenales nucleares, como todos los miembros de la OTAN y otros países aliados, firmen y ratifiquen el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), el único instrumento internacional que pide explícitamente la prohibición de toda amenaza y uso de este arma. Hasta ahora, 92 países ya lo han firmado y 68 lo han ratificado. El TPAN no entra en contradicción con el Tratado de No-proliferación Nuclear de 1968 (TPN), del que, a partir de la próxima semana, se celebra un nuevo Comité preparatorio de su Conferencia de Revisión, sino que quiere dar cumplimiento a su Artículo VI, donde se dice que los firmantes negociarán un tratado de desarme general y completo.

Más allá de los aspectos legales y políticos que comprometen todo lo relacionado con este tratado, se hace más necesario que nunca desenmascarar los relatos que priorizan la amenaza por delante de la cooperación, así como seguir explorando otras arquitecturas de seguridad compartidas. Desde hace un par de meses, para darle respuesta, en el Estado español se ha creado la Alianza por el Desarme Nuclear. Más de 50 entidades de diversa índole nos hemos unido para trabajar de forma conjunta con el fin de que el Gobierno de España se adhiera al mencionado TPAN, un compromiso inaplazable ante la amenaza del uso de este armamento en el contexto actual, considerada la más elevada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial (según el Boletín de Científicos, 90 segundos de “el fin de los días”, la cifra más próxima jamás alcanzada). Los múltiples motivos por los que España debe apoyar el TPAN están recogidos en la publicación “Firma pendiente” que la Alianza presentó en el 6º aniversario de la aprobación del mencionado tratado. El documento aborda de forma coral las distintas perspectivas de esta amenaza. Se analizan desde los dilemas de la geopolítica y las teorías de la disuasión hasta el papel del mundo local, pasando por la vulneración de los derechos humanos, los efectos sobre las mujeres o el uso supuestamente pacífico de los programas nucleares, entre otros aspectos.

En el ámbito estatal, las elecciones del pasado domingo han dejado un escenario incierto y con muchas posibilidades de cambio. Si la legislatura progresa y no se convocan nuevos comicios, los pactos y negociaciones a muchos niveles serán necesarios. El posicionamiento respecto al TPAN no será una excepción. A nivel global, debemos ser conscientes de que no sólo está en juego la supervivencia de la especie humana, sino que la capacidad destructiva de las armas nucleares de hoy pone en riesgo a todo el planeta. 78 años después de su nacimiento, la realidad supera de nuevo a la ficción: cada una de las 12.512 armas nucleares que hay hoy en el mundo tienen una capacidad destructiva 80 veces superior a la descubierta en 1945 por Oppenheimer. Y con esto no nos estamos haciendo ninguna película.

Share.
Leave A Reply