La plaça del Congrés Eucarístic es el centro indudable del homónimo barrio. Si el pasado jueves vimos su proceso formativo, hoy comprobaremos todos sus componentes no tan intangibles, claves para comprender su importancia espacial, ética y simbólica.

Antes de empezar con ello, no está de más fijarnos en los laterales de este tercer cuerpo del conjunto, su zona residencial más emblemática desde una verticalidad no tan osada como otros lugares cercanos construidos a posterioridad, como el rascacielos sustituto de la masía de Can Sitjar.

Conjunto lateral de la plaza del Congrés Eucarístic. | Jordi Corominas

En los informes de 1953 se habla de doce pisos de altura para estas cuatrocientas setenta viviendas protegidas, acompañadas de veinte dependencias industriales y cuatro locales aptos para talleres de artesanía.

Uno de los mayores méritos de la pareja flanqueadora consiste en su estructura, pues están desprovistas de patio interior en su parte trasera hacia, respectivamente, el carrer del Cep y de La Espiga, uniéndose así con las demás fracciones de la totalidad de modo natural aún hoy en día, prueba indudable de cómo acertó el equipo capitaneado por Josep Soteras Mauri, quien asimismo proyectó la parroquia de Pío X, inaugurada en 1961 y siamesa de Santa Tecla, sita en la avenida de Madrid de la capital catalana.

La iglesia de Santa Tecla, de Josep Soteras Mauri. | Jordi Corominas

Los bloques pueden darnos pistas de las intenciones estéticas desde el espacio por cómo enmarcan al templo, generándose así una perspectiva muy efectista que podría recordar a muchos, en grado menor, una tendencia más propia de los años veinte fascistas, cuando en toda Europa, no sólo en Roma y Berlín, se impusieron estos paseos de vistas impactantes para fijar el horizonte del paseante y propiciar grandes celebraciones de las entonces nombradas como masa.

En Barcelona, el lugar por excelencia desde esta tesitura sería la avenida María Cristina, con las torres venecianas como hermanas mayores de esas esquinas de la plaza del Congrés Eucarístic, cuya iglesia sería una suerte de Palau Nacional de la periferia. La diferencia estriba en la época. Por Maria Cristina desfilaron los chicos de Macià en 1933, advirtiéndonos Josep Pla de las semejanzas de esa marcha con otras nada democráticas. En los cincuenta, la demolición del barrio de la Corribia, adyacente a la Catedral, se efectuó para limpiar el espacio en pos de congregar a muchos fieles en el ágora, como se pretendía con la del Congrés, favorecida durante los años cincuenta como punto de encuentro religioso, aún sin estar terminada su iglesia.

Esta se desmarca de los inmuebles aledaños a través de unos volúmenes muy marcados, el uso de hormigón y su campanario aislado, acompasado con el entorno desde su hueca verticalidad.

La iglesia de Pius X. | Jordi Corominas

El caminante sin mucha cultura arquitectónica puede tener dos reacciones. La más normal es expresar rechazo por la heterodoxia y una cierta fealdad precursora del Brutalismo, pero si se ha viajado un poco puede captarse la sintonía con la modernidad de antaño y la influencia de otras experiencias previas.

En este sentido, acude a mi cabeza el barrio romano del EUR. La primera vez que lo visité me aturdió su frialdad de mármol y gris, mientras la repetición me hizo valorarlo, más a sabiendas de cómo las ciudades son estratos acumulados por el paso de los decenios.

Lo mismo puede decirse de Pío X. Al cortarse su cinta, debió suscitar mucha inquina en algunos habitantes, hasta su evaporación por esa máxima del presente, según la cual toda novedad termina por volverse indiferente a nuestros ojos.

Si nos enfocamos en el espacio, deberemos trazar varias divisiones, de lo máximo a lo mínimo. El primero me hará escribir cómo nos hallamos ante una vasta extensión de terreno con dos plazas, la del Congrés Eucarístic y la del Obispo Modrego, separadas por una avenida. El ágora en recuerdo del gran evento olvidado tiene en su centro una maternidad estatuaria, obra del salmantino Jacinto Bustos, discípulo de Josep Clarà.

La Maternitat de la plaza del Congrés Eucarístic. | Jordi Corominas

La pieza se mantuvo a ras de hierba, un guiño a su nada divina Humanidad, hasta 1998, cuando le añadieron un pedestal. Esta Maternidad podría ser un término medio entre plazas. La de Modrego es bastante insustancial, salvo por su uso vecinal al aprovecharse bien sus bancos y ser un espacio de comunicación indiscutible.

Detrás de la misma tenemos otra quintaesencia espacial de este tercer cuerpo, al que podemos acceder desde la calle Manigua dels Indians, frontera de distintas barriadas. Un arco sirve de puerta y panorámica hacia la iglesia mientras, de manera más bien sutil, altera el orden del entramado.

Hasta Manigua, lo horizontal prevalece. Una vez cruzamos el arco, madre de hijos con sólo ligeras discrepancias de diseño en la Vila Olímpica, la primera calle a izquierda y derecha es Alexandre Galí/Federico Mayo, a priori irrelevante, cuando sin lugar a dudas es una piedra angular muy sibilina al introducir los cambios, reforzándolos por su direccionalidad tanto hacia els Indians como hacia las cocheras de los tranvías.

La entrada al Congrés Eucarístic desde la calle Manigua. | Jordi Corominas

Vistas las razones espaciales, quizá convendría concluir con las éticas y las simbólicas. Toda esta unidad debía ser, y es, el paradigma de la trilogía Sol, Aire y Vegetación, lema conceptual de las Viviendas del Congreso Eucarístico. El astro rey brilla desde la inmensidad, si se quiere hasta perniciosa de no ser por los árboles, aliados con el cielo, minado por la contaminación acústica y vial causada por Felip II, la gran avenida del barrio.

Cumplidos los preceptos estéticos, lo simbólico nada más allá del nomenclátor. Los nombres de las plazas y la disposición de éstas funden el acontecimiento de 1952 con su artífice clerical. La línea de Felipe II añade la nota de españolidad requerida, con el arco ubicándonos en un barrio excepcional con relación a sus vecinos, alejados del mismo por la verticalidad tanto en las alturas como en la morfología.

Uno de los ingresos a la aveida Icària. | Jordi Corominas

El triunvirato de motivos de la plaza del Congrés Eucarístico debía ahondar en su anomalía con elegancia, vistosa e invisible, sólida y silente, pues compruebo antes de poner el punto y final a las Barcelonas de hoy que nadie antes se había preocupado en ponderarlo, quizá porque una operación en los márgenes siempre es mucho más solvente en el tercer mundo del primer mundo desde un dominio basado en la prepotencia de la caridad, entusiasta en regalar mientras adoctrinaba en sordina.

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