Cada día que pasa tengo más claro que el escándalo del beso no consentido de Rubiales a Jennifer Hermoso en la final del Mundial de fútbol femenino de Australia no es más que la punta del iceberg de un problema mucho más grave que ni siquiera la consecución del Mundial por parte de España ha logrado tapar. Quizás para la mayoría de aficionados este Mundial de fútbol femenino será recordado por el gol de Olga Carmona en la final, pero si ampliamos un poco más el foco yo diría que este Mundial debería ser recordado como el Mundial que se ganó a pesar de Rubiales, Vilda y compañía.
Y es que el asqueroso beso de Rubiales a Jenni, así como la manoseada en los muslos de Athenea del Castillo o la tocada de pecho de Vilda a su asistente confirman una vez más por qué hace casi un año 15 jugadoras de la selección femenina renunciaron a seguir jugando si no despachaban a Vilda y no mejoraban algunos asuntos internos que afectaban a su salud psicológica y emocional.
Naturalmente, hablamos de machismo, de misoginia. De tratar a estas mujeres como niñas o como seres inferiores. De control, presión y poca profesionalidad. La misma que demostró Rubiales morreando a Jenni o tocándose los genitales en la grada del ANZ Stadium de Sidney. Y si tres de las 15 rebeldes (Aitana Bonmatí, Mariona Caldentey y Ona Batlle) y otras tres jugadoras que las apoyaban (Alexia Putellas, Jennifer Hermoso e Irene Paredes) volvieron a la selección no fue, como es obvio, porque la federación enmendara nada, sino porque la presión hizo sus efectos y porque, al fin y al cabo, estas jugadoras son profesionales, y su trabajo sólo pueden desarrollarlo en un terreno de juego.
Precisamente por eso, la renuncia total y definitiva de las 12 que mantuvieron sus convicciones hasta las últimas consecuencias (entre ellas, titularísimas del Barça o de la selección como Mapi León, Patri Guijarro o Claudia Pina) adquiere, ahora, tanta o más relevancia que en su día.
Insisto: para muchos, este Mundial femenino será recordado por el gol de Olga Carmona en la final. Y también, desde otra perspectiva, por el beso forzado de Rubiales a Jennifer Hermoso. Pero, por favor, que nadie se ría de las rebeldes. De las que podrían haber sido protagonistas y renunciaron. De Andrea Pereira, Ainhoa Vicente, Amaiur Sarriegi, Sandra Paños, Lola Gallardo, Laia Alexandri, Mapi León, Leila Ouahabi, Patri Guijarro, Lucía García, Claudia Pina y Nerea Izaguirre.
Sólo ellas tuvieron los santos ovarios de sacrificar el momento más álgido de su carrera deportiva para ser honestas y consecuentes con sus convicciones. Quién sabe, quizá faltaba que el baboso de Rubiales plantara un beso no consentido a una crack como Jennifer Hermoso para que el mundo se diera cuenta, de una vez por todas, de que ellas tenían razón.
Este artículo ha salido publicado originariamente en el diario Malarrassa