El discurso de Rubiales, el victimario, en la Asamblea de la RFEF que fácilmente puede calificarse como infantil, es también el “manual del acosador” clásico. Contiene la búsqueda de cómplices, la alusión a la falta de control y efusividad del momento, la manipulación del relato y del lenguaje, el victimismo… manifestaciones sobre las que no me voy a extender, porque han sido muy analizadas ya, aunque quiero hacer énfasis en tres cuestiones que considero importantes. Son cuestiones que debemos tener bien claras para trabajar los cambios necesarios para erradicar, de forma inminente, comportamientos machistas y misóginos como los de estos días.

  • En primer lugar, el sexismo: cualquier acto que haga distinciones entre el trato a un hombre o una mujer. El hecho, por ejemplo, de saludar a los hombres con la mano pero disponer del privilegio de romper el espacio de seguridad besuqueando a las mujeres. ¿Por qué Rubiales no siente su efusividad buscando el contacto físico e íntimo con el cuerpo técnico masculino del equipo? Parece que con ellos no tenía la confianza y el buen rollo que manifestaba tener con Hermoso. Sorpresivamente, el reconocimiento público a Jorge Vilda ha sido una subida de sueldo importante y no una refriega en el escroto.
  • En segundo lugar: se ha analizado con asombro el apoyo de la mitad de la asamblea de la RFEF durante el discurso de Rubiales. No, el presidente no vive en otro mundo ni en ninguna realidad paralela: Rubiales vive en la misma sociedad históricamente sexista, machista y misógina, construida por hombres y para los hombres, que no ha considerado a las mujeres seres humanos o, en su “evolución”, las ha tratado como menores de edad. Rubiales es un hombre más que ostenta los privilegios innatos otorgados por el patriarcado por el mero hecho de nacer hombre. Rubiales es un hombre más que siente la legitimación patriarcal que a todas y todos nos rodea. Un patriarcado que está reaccionando estos días como él, de forma feroz, a los pulsos que le está haciendo el feminismo.
  • En tercera instancia: el consentimiento. ¿Alguien cree que puede existir el libre consentimiento entre una acción de un jefe versus una trabajadora? ¿Qué voluntad puede tener una trabajadora a la que su jefe le coge la cara a la fuerza para darle un beso? Cuando, encima, este individuo manifiesta que “no sintió deseo” (¡qué sobrada!) después de las declaraciones de ella. El vicio del consentimiento existe. No siempre sí es sí. En las relaciones jerárquicas o de poder, el consentimiento puede estar viciado por la vulnerabilidad y la necesidad. De hecho, recordemos que el patriarcado legitima romper el consentimiento de las mujeres cuando hay un billete de por medio. Es por tanto que o empezamos a hablar de deseo entre las personas o no avanzaremos.

Jenni Hermoso no está sola: tiene la sororidad de sus compañeras, tiene el movimiento feminista exigiendo responsabilidades (al Presidente, a los futbolistas varones, a los socios, a los patrocinadores…) y, sobre todo, tiene un sindicato asesorándola: respuesta colectiva en el acoso laboral, una fórmula más de violencia machista.

 #Seacabó. No renunciaremos a los espacios que las mujeres tanto hemos luchado por conquistar. Seguiremos avanzando. Somos imparables.

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