La reforma de la calle Consell de Cent ha hecho aparecer, de repente, muchas sillas de ruedas. Personas mayores que viven en el barrio y van con andador, otras que salen de la residencia que hay junto a la calle Villarroel, y grupos pequeños de chicos jóvenes con discapacidad. Todos se deslizan con suavidad por las nuevas vías de la calle y disfrutan de la sombra de los árboles y la tranquilidad.

Un grupo de niñas menores de diez años han pasado muchas tardes de este verano jugando alrededor de la calle Borrell, entre chillidos de excitación y carcajadas. Otros niños juegan a pelota con sus padres mientras los chicos mayores practican en la pista del Instituto Viladomat.

Los vagabundos han convertido la calle en su referencia. Algunas noches se han visto colchones en el suelo con dos o tres personas que descansan y tratan de dormir. Otros, se reúnen en los bancos o en las mesas y hablan entre ellos con sus carretillas aparcadas cerca.

Las mesas que abundan ahora en toda la calle han atraído a muchas personas en pareja o en grupos más grandes que se sientan a charlar, a tomar una bebida y también a comer. Incluso se han visto grupos familiares grandes que llevaban mantel para poner sobre la mesa. Durante las mañanas también se ve gente joven con ordenadores utilizando las mesas como oficinas al aire libre.

Prácticamente en todo momento hay gente arriba y abajo. Los coches que circulan lo hacen a muy baja velocidad, siguiendo el paso de las personas, con alguna excepción de conductor que toca el claxon o acelera el motor para llamar la atención de los peatones y poder pasar más rápido. Entre los conductores más incívicos, algunos ignoran los viales de acceso y pasan por donde les parece. También se ven casos de coches que van en contradirección, como si el carácter pacificado de la calle les diera carta blanca.

Las furgonetas de reparto aparcan para descargar las mercancías, sobre todo por la mañana y hasta las cuatro de la tarde, que es la franja que el Ayuntamiento ha regulado. Pero también existen bastantes casos de furgonetas fuera de horas. Patrullas de la Guardia Urbana peinan la calle de vez en cuando, pero se siguen dando casos de este tipo.

Las terrazas de bares y restaurantes se han encogido de acuerdo con las medidas reguladas después de unas semanas iniciales de cierto exceso, que fue corregido por el Ayuntamiento. La situación actual es de una oferta notable a lo largo de la calle, pero lejos de las aglomeraciones de la calle Enric Granados o de la calle Blai, en el Poble-sec.

Con todo esto, la opinión pública ha dado un vuelco a favor de la transformación de la calle. Algo de lo que parecen haber tomado nota los promotores de la demanda que la semana pasada ganó un primer round en el TSJC. Dicen que no van a pedir la ejecución de la sentencia y que les sorprendió que el juez ordenara la reversión de las obras. Ahora tienen pánico a aparecer como aquellos que quieren hacer volver las excavadoras y volver a encerrar a los más débiles en su casa. Tras meses de martilleo mediático contra la Supermanzana, el miedo ha cambiado de bando.

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