En el epílogo de su última novela gráfica, el mismo Fernando Trueba escribe cómo descubrió casualmente en 2004 el disco O LP (1964) de Os Cobras, en una nueva edición en CD de discos de los sesenta descatalogados hacía años y muy difíciles de encontrar. Al escucharlo, quedó sorprendido por un solo de piano, acreditado a un tal Tenório Júnior, desconocido para él. Poco después, de nuevo se topó con el mismo pianista en el disco Edison Machado é Samba Novo (1969). “Quise saber más de él, pero no fue fácil. En esa época Internet no estaba tan desarrollado, faltaba mucha información. Lo primero que encontré es que no había hecho nada en casi treinta años, ninguna grabación, ni siquiera como acompañante, lo cual quería decir que había muerto. También descubrí que tenía un solo disco como líder, Embalo (1964)… Más tarde leí algunas informaciones sobre su muerte que me dejaron estupefacto“.

La semilla ya estaba plantada, y el afán de saber más cosas sobre el músico le llevó a realizar diversos viajes y entrevistas a personas que le conocieron o que tuvieran información relevante sobre su vida y obra, incluso a su familia. Lo que descubrió fue una vida singular, con una personalidad arrolladora, y un gran músico, con un final trágico inexplicable. Probablemente, “uno de los máximos exponentes del estilo samba-jazz durante los años de la bossa nova”. Nacido en 1941, apenas tenía veintitrés años cuando grabó su primer y único disco propio, poco después de abandonar sus estudios de medicina para poder dedicarse íntegramente a su pasión. Durante más de una década fue un pianista reconocido por la profesión y alabado por la crítica, aunque tuvo también penurias económicas por lo irregular del trabajo, con una familia que iba creciendo, con cuatro hijos ya. Hasta que la madrugada del 18 de marzo de 1976 desapareció en la madrugada de la oscura ciudad de Buenos Aires (Argentina), sin que nunca se supiera nada más de él… o no exactamente.

Los procesos creativos de las obras también resultan interesantes de por sí, también en este caso. Los diferentes proyectos que le iban surgiendo a Trueba le llevaron a retrasar el deseado documental que se había propuesto grabar, tenía decenas de horas de entrevistas, y tenía muy claro lo que quería explicar y ya llevaba un lustro trabajando en ello. Entre los diferentes proyectos que se anteponían destaca, especialmente, la película Chico y Rita (2010), codirigida con Javier Mariscal y Tono Errando. En el epílogo, Trueba recuerda que “mientras la hacíamos se estrenaron Persépolis (2007) y Vals con Bashir (2008), que confirmaron que la animación se había hecho mayor de edad y que podía contar historias duras, usar la primera persona… También que era la forma, el lenguaje ideal para cierto tipo de historias; podía llegar a lugares donde ni el documental ni el cine con actores podían“.

De esa experiencia, y de la idea de realizar un documental sobre el músico brasileño, surge su segunda película de animación, dirigida a cuatro manos entre Fernando Trueba y Javier Mariscal: Dispararon al pianista (They Shot the Piano Player, 2023). En la película de ficción, un periodista musical, al que da voz el actor Jeff Goldblum (en realidad, alter ego de Fernando Trueba), recibe el encargo de realizar un libro sobre la bossa nova, un género musical que surgió en Brasil a finales de la década de los cincuenta y que deriva de la samba con reminiscencias del jazz y que tuvo una gran proyección internacional. La raíz etimológica de las dos palabras «bossa nova» hace referencia en portugués a algo que sobresale y, además, que es nuevo, por lo que su acepción es utilizada internacionalmente para referirse a la obra de autores universales, algunos tan populares y reconocidos como Vinicius de Moraes (1913-1980), amigo personal de Tenório, con el que realizó su última gira y tocó su último concierto.

Esa fatídica noche de marzo de 1976, el pianista salió de madrugada del hotel a comprar algo de comida en un restaurante cercano, a pocos metros, lo único abierto en una oscura noche. Un hotel y un restaurante que estaban situados cerca de una comisaría de policía, lo que pudo ser nefasto para el músico. Sucedió seis días antes del golpe de estado de los militares en Argentina, pero el clima convulso era patente desde hacía meses, en parte impulsado por el conocido -años después- como Operación Cóndor. Uno de los personajes de la ficción explica lo que supuso para el continente: “Los gobiernos de Brasil, Argentina, Paraguay, Chile, Bolivia y Uruguay celebraron una cumbre para colaborar y combatir cualquier elemento considerado subversivo. Podían ser exiliados, disidentes, políticos, militares o dirigentes sindicales o estudiantiles. Incluso la prensa, el clero o los niños. Nadie entendía por qué alguien que había huido de su país podía ser asesinado o desaparecer en otro. Como América Latina era un hervidero de dictadores nadie investigó“.

Los golpes de estado militares se sucedían de un país a otro. En 1954, en Paraguay y Guatemala; en 1960, en El Salvador; en 1964 en Brasil, en 1971 en Bolivia; en 1973, en Uruguay y Chile, y en 1976 en Argentina, sin olvidar los interminables conflictos armados de Costa Rica o Nicaragua, entre otros, dejando en todos los países cientos de miles de muertos y desaparecidos, con graves atentados a la humanidad. Tenório Júnior fue una víctima anónima más, por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, secuestrado en plena calle por los conocidos vulgarmente como «patotas», formado por miembros de la Fuerzas Armadas, los cuerpos de seguridad del Estado y paramilitares que se dedicaban al secuestro, tortura, violación, asesinato y desaparición de opositores, simpatizantes y familiares, en el marco del terrorismo de Estado de la dictadura militar argentina, pero que contaba con el beneplácito de los dictadores brasileños, puesto que ahora se sabe que fueron consultados sobre el músico. Por cierto, la respuesta fue que no tenía ninguna relación con la política, pero ya les daba igual. Su mujer, embarazada de ocho meses de su quinto hijo cuando lo torturaron y asesinaron, dos días después de la ilegal detención, reconoce en la entrevista a Trueba que todavía seguía casada con el músico, al permanecer todavía desaparecido, ahora hace ya cuarenta y siete años.

La 71ª edición del Festival de San Sebastián acoge el estreno nacional de la película. Pocas semanas antes, el sello Salamandra Graphic ,del Grupo Editorial Penguin Random House, publica en castellano la novela gráfica Dispararon al pianista (2023), de Fernando Trueba y Javier Mariscal, una adaptación de la película, por lo que los créditos son importantes en este caso: Arnau Quiles (adaptación de textos), Ruth Fernández, Mir Oliveros y Julieta Zabaleta (maquetación); Dani Jiménez (integración gráfica de textos); y Cristina Huete y Gemma Aguyé (producción), además del equipo de diseñadores de la película.

Cada disciplina artística tiene sus características particulares, sus ventajas e inconvenientes. Es evidente que en la novela gráfica no podremos escuchar la interpretación de los actores ni la voz de los entrevistados, ni podremos disfrutar de la música de Tenório, además de la de Vinicius de Moraes, Tom Jobim, João Gilberto, Caetano Veloso, Milton Nascimento, Gilberto Gil, Paulo Moura, João Donato, Mutinho o Bebo Valdés, entre otros (la película se sitúa cronológicamente en 2009, ya que aparecen algunos músicos que fallecieron en la siguiente década).

Que no podamos escuchar música mientras leemos no importa (¿quién dice que no se puede?), siempre tendremos la película y tenemos los discos, a los que podemos acudir en cualquier momento, y ahora tenemos también la novela gráfica que se beneficia de ser una adaptación de la película, puesto que las viñetas son absolutamente maravillosas. El lector puede tomarse su tiempo para disfrutar hasta el último detalle de una historia apasionante al seguir, poco a poco, los pasos y los descubrimientos que va realizando el periodista protagonista de la ficción, todo ello en una edición exquisita de gran formato.

En el guion de Fernando Trueba se hace referencia, en varias ocasiones a la nouvelle vague, un movimiento cultural con el que se asocia a diversos cineastas franceses, y cuyas producciones eran coetáneas con la bossa nova, las dos surgidas a finales de la década de los cincuenta. Cada arte, a su manera, reivindicaba la libertad de expresión y la innovación técnica, revolucionando la percepción del espectador ante las nuevas producciones cinematográficas o la nueva música. En Disparando al pianista aparecen fragmentos de películas míticas como Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, 1959), de François Truffaut, o Al final de la escapada (À bout de soufflé, 1960), de Jean-Luc Godard. Destaca especialmente la emotiva entrevista a Milton Nascimiento donde reconoce, literalmente, que “me considero un hijo del cine“, para explicar a continuación que tres de las canciones de su primer disco las escribió justo después de ver en el cine la película Jules y Jim (Jules et Jim, 1962) de Truffaut, aún afectado por la emoción vivida en la sala de cine.

Y quién sabe, quizás por la maldita coincidencia, recordamos también a otra película de François Truffaut: Tirad sobre el pianista (Tirez sur le pianiste, 1960). Inspiración o no, la realidad es que, a su manera, Trueba y Mariscal también han creado un estilo original y sorprendente, con un mestizaje de ficción y documental, de realidad y animación, de arte y artesanía, de cine y música, que emocionará a los espectadores una vez más. También con la novela gráfica, solo hay que recordar las palabras con las que cierra el epílogo Fernando Trueba: “…las películas, como la vida, se desvanecen, pero los libros no“.

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