Patricia Castro nació en Barcelona en 1993 y es graduada en Sociología por la Universidad de Barcelona y tiene estudios en Economía en la Universidad Pompeu Fabra. Colabora con medios como el Quadern de El País, Poscultura, La Trivial, Alternativas Económicas y Catalunya Plural. En su nuevo libro Tu precariedad y cada día la de más gente habla sobre la expansión de la desigualdad y las diferentes caras de la precariedad con un crecimiento de la pobreza y un futuro sin esperanza con trabajos precarios. Afirma que nos acercamos a la desigualdad de principios del siglo XX y añade que “hay demasiados problemas y las soluciones escasean”. 

¿Qué es el precariado y en qué se diferencia de la tradicional clase trabajadora?

La clase obrera se suele asemejar al obrero de mono azul, aquí de la Nissan o la Seat. El economista Guy Standing habla del precariado como una nueva clase social, aunque yo en el libro lo cuestiono. Es el tener precariedad: la falta de un trabajo digno; de estabilidad, tanto laboral como emocional; de un proyecto de vida. Guy Standing lo ve como algo nuevo, yo lo veo como algo que siempre ha estado en la clase trabajadora. 

Entonces, podemos entenderlo como la clase obrera del siglo XXI. 

Sí, estamos volviendo a ver nuevas formas de pobreza que parecían antiguas, pero era una ilusión. Siempre han estado presentes y ahora han vuelto a irrumpir. 

El ayuntamiento de Alicante aprobó una ordenanza para multar a prostitutas, mendigos y sintecho con hasta 3.000 euros, una clara criminalización de la pobreza que se intenta ligar con la inseguridad. ¿Crees que medidas así ayudan a acabar con la identidad de clase? 

Ya lo habíamos visto con la ley de vagos y maleantes durante la República. Hay una construcción de lo que está bien y está mal en la sociedad, que se puede ver incluso para conseguir un alquiler. Se intenta crear un ideal de clase media en Occidente y se pretende vender que no es que seas pobre porque hay unas condiciones sociales, sino porque es tu culpa. 

Es alejarte de una clase obrera de la que formas parte para llegar a esa ansiada clase media. 

Exacto, es una forma de atomizar a la gente para que no piensen que forman parte de un colectivo. 

España es el segundo país de la UE con la tasa más alta de trabajadores pobres, con las mujeres y los jóvenes como los más perjudicados. Apuntas a la flexibilidad laboral como uno de los motivos que afectan a ello, que era uno de los mantras de muchos economistas. ¿Es la nueva reforma laboral, que prioriza la contratación indefinida y los sucesivos aumentos del salario mínimo el camino para revertir estos datos? 

Es insuficiente, aunque es una buena noticia que haya gobiernos, en este caso el Ministerio de Trabajo, que velen, aunque sea de una forma tímida, por el bienestar de los trabajadores y al final de un país. Durante décadas se nos había vendido que era algo irrenunciable, que el progreso era flexibilización del trabajo, jornadas parciales y una precariedad extendida y ahora hemos empezado a ver que hay una forma diferente de hacer, que pasa por regular. 

Patricia Castro afirma que “hay demasiados problemas y las soluciones escasean”| Pol Rius

Y, ¿qué otras medidas se podrían llevar a cabo?

Hay una medida que existe en muchos otros países que es la acción dorada. Que el estado pueda decidir en el consejo de administración de las grandes empresas. Meter un pie en la producción, sino al final los trabajadores estamos expuestos y sin capacidad de democratizar la economía nacional. 

¿Qué es la acción dorada?

Es básicamente que el estado sea un accionista más en las empresas importantes de un país. 

¿Y en qué países se lleva a cabo esta medida?

Por ejemplo, en Francia, Alemania, diría que en Suecia y Dinamarca también. La contrarrevolución neoliberal, una de sus premisas es separar la economía de la sociedad. Parece que hay que venerarlo. Sería traerlo de nuevo a los brazos de la democracia. Nos pertenece a todos y deberíamos tener capacidad de decidir. 

“España es un país low cost” afirmas en tu libro por el bajo gasto en políticas sociales. La presión fiscal el año 2020 fue del 37,5% según datos de Eurostat, mientras que la media de la zona euro casi cuatro puntos y medio por encima. Aún así, la derecha política y mediática aboga por una bajada de impuestos y habla de un “ahogamiento fiscal”. ¿Hay una mala gestión de los recursos o faltan ingresos?

Hay unas élites económicas y políticas que optan por priorizar el gasto militar y  la educación o las infraestructuras que no pasan por Madrid quedan olvidadas. En Extremadura no tienen trenes, básicamente. Eso por un lado, pero se necesita mayor presión fiscal y que los ingresos se redistribuyan. La idea es que haya más políticas que ayuden a democratizar y acabar con la precariedad y debe ser con un aumento de los impuestos. 

La derecha ha sido capaz de establecer el discurso de que en España se pagan muchos impuestos. Hay esta idea social de que el Estado del Bienestar no funciona. ¿Cómo se acaba con esta idea?

Acabamos de ver que la Consejería de Igualdad de la Generalitat ha aprobado una nueva medida con un gasto de 8,5 millones de euros para darle a las mujeres compresas reutilizables, copas menstruales, etc. Una unión de políticas de transición ecológica y feminista. En esa línea se puede conseguir un mayor apoyo. En cuanto a nuestros mayores, hay que hacer una política más clara de pensiones. Se tiene que tejer más entre generaciones, porque vamos a ser nosotros, los más precarios, los que tengan que pagar esas pensiones. Hay que hacer más divulgación. 

 Sin lo público, lo privado no existe

Y ¿crees que la crisis del COVID y de la guerra de Ucrania ha sido un ejemplo del papel del estado del bienestar, con ayudas para el transporte público, los ERTE, etc?

Se nos había dicho que los estados tenían menos poder, pero al final han sido los que han tenido que salvar cuando las empresas han tenido que cerrar y ha habido que pagar sueldos. Lo público ha sido el garante de que lo privado siguiera funcionando. Sin lo público, lo privado no existe. Mucha gente cobró ERTE y pudo seguir adelante gracias a ello. Luego hemos visto la cara B de la crisis del COVID, cómo los sectores que tenían el acelerador neoliberal a medio gas, lo han apretado hasta el fondo. Más turistificación, una locura el aumento de los precios de la vivienda o con la inflación. 

Ahora vemos como España lidera el crecimiento económico. ¿Veremos algún impacto en la mejora de la situación de la clase trabajadora?

Hay políticas que se han hecho bien. Tener la capacidad de elegir, dotar de más poder de negociación a los trabajadores. El trabajo que se suele generar en zonas muy turistificadas del sur de Europa suele ser muy precario. Se genera empleo de manera muy desigual en las costas y grandes ciudades. Es muy precario, pero se crea. Sufríamos un paro endémico que estamos superando, y eso sí es una buena noticia. 

El mandato de la masculinidad está en el no hablar

Un tercio de la clase trabajadora se ha sentido decaída, deprimida o sin esperanza durante la pandemia, casi el doble que la clase alta, con un especial efecto de la situación laboral. ¿Crees que estamos en la década de la salud mental? 

El feminismo durante muchos años ha divulgado la importancia del hablar. La antropóloga Rita Segato, dice que el mandato de la masculinidad está en el no hablar. El feminismo ha popularizado el hablar, al menos de cómo te sientes. Como somos una sociedad más feminista, nos empuja a querer hablar, y de que estamos mal. Estamos deprimidos y con ansiedad, porque las cosas no van bien. Poder decirlo, democratiza. Pero creo que es una buena noticia. Hemos perdido el miedo. 

¿Empezaremos a ver una mejora en los servicios públicos de salud mental?

Mi experiencia con la salud mental pública es triste, porque es inexistente. Es muy precario y está infrafinanciado. Está mal visto decir que estás mal y cogerte la baja por ello en el trabajo. Está muy bien que doten de más recursos, aunque no hay que dejarlo a algo aislado cuando estás mal. Tenemos que empezar a ver porque nos estamos sintiendo así, e igual es porque no nos gusta la vida que llevamos. Hay que buscar otras maneras de vivir y relacionarnos. 

El feminismo ha popularizado el hablar, al menos de cómo te sientes

En tu libro también hablas de la economía de los cuidados. ¿Cómo debe gestionarse: hay que remunerarla o más corresponsabilidad?

Hay que tener en cuenta que hay cada vez más población que necesita cuidados y el Estado debe de participar en ellos. No es solo dar dinero para que la gente pueda tener esos cuidados, porque al final se contrata a mujeres migrantes superexplotadas para que hagan trabajo esclavo. También tenemos que gestionar de una manera diferente los trabajos que ya existen, en los que estamos estresados y superexplotados para que nosotros mismos podamos asumir esos cuidados. 

El mes pasado veíamos que Neymar viajaba solo de Francia a Arabia Saudí, en un avión con capacidad para 500 personas. Ese viaje generó 33 veces las emisiones que produce una persona al año. En tu libro apuntas que la mitad de la población más pobre genera un 12% de las emisiones, mientras que, el 10% más rico, casi el 50%. Los cálculos apuntan a que la mitad con menos ingresos se acerca a los objetivos per cápita fijados para 2030. ¿Cómo responsabilizamos a los más ricos?

Si para que el mundo sea más justo y mejor tenemos que modificar nuestra forma de vida, deberíamos hacerlo, ya no solo para dejar un mundo mejor a los que vienen, sino para vivir nosotros mejor. Pero luego vemos ya incluso en la prensa rosa, viajes o tours de conciertos que muestra que algunos llevan un tren de vida insostenible. Es injusto pedirle a una mayoría de gente que vive mal, que viva peor. Nuestra vida ya es ecológica. Gastamos poco porque tenemos poco. Volvemos a la despolitización. La creación del ciudadano medio, que comparte problemas de ricos y pobres, pero realmente es ocultar la injusticia que se comete con la mayoría de la población mientras los ricos, pues algo hacen. Las élites son las auténticas responsables de lo que pasa en el mundo. 

¿Y hay algún modo de presionar para que reduzcan sus emisiones?

Es evidente que hay tensiones y o petamos o nos sentamos y buscamos otra manera de hacer las cosas. Seguir negando el problema, no sé cuánto tiempo lo podremos seguir haciendo. 

Vamos hacia un mundo en el que se tendrán que proponer cosas contundentes, sino es imposible solucionar tener que pagar 1.700 euros por un piso en el Clot

“Se estima que las herencias determinan el 70% de la desigualdad de la riqueza en España”, según el Gobierno. ¿Es la propuesta de una herencia universal una solución para atajar los elevados niveles de desigualdad que generan?

Las herencias son la reproducción de la clase social. La herencia universal es una buena propuesta, aunque la renta básica es más equitativa y justa. No crea un conflicto generacional como la herencia universal. Tenemos derecho a existir y para ello es necesario tener un sitio donde poder vivir, comer,  ir a la escuela o acceder a la sanidad. La herencia universal plantea dar una cantidad de dinero cuando cumples ciertos años. Es una cantidad de dinero, en realidad bastante baja. Hay sociólogos que apostaban por dar el doble o el triple. Creo que meter el dedo en la llaga para empezar a hablar de estas cosas está bien. 

Aun así, ¿qué hacemos con las herencias?

Gravar las herencias es imprescindible. Si te van a dejar un montón, un montón menos un poco sigue siendo un montón. Ayudaría a reducir un poco la desigualdad. Vamos hacia un mundo en el que se tendrán que proponer cosas contundentes, sino es imposible solucionar tener que pagar 1.700 euros por un piso en el Clot. 

Ya has hablado de la renta básica como otra de las propuestas para conseguir una mayor igualdad social. ¿Crees que daría más poder de negociación a los trabajadores? 

Si tenemos un mínimo para subsistir, no nos haremos ricos, pero da un poco de margen para decidir qué quieres hacer con tu vida. Aunque ahora empezamos a mejorarlo, la progresión histórica de lo que se te paga por el paro se ha ido reduciendo. Nuestros derechos se han ido erosionando y está bien plantear una política que nos dé un poco de fortaleza. Para empezar a cambiar las cosas debemos tener un mínimo para poder respirar, porque estamos exhaustos. Daría un margen de poder de negociación a los trabajadores ante situaciones injustas en su empresa. Todo son relaciones de poder y la renta básica democratiza la sociedad. 

Nuestros derechos se han ido erosionando y está bien plantear una política que nos dé un poco de fortaleza

¿Ayudaría a contrarrestar el discurso de criminalización de las ayudas sociales?

Igual que hemos asumido que la educación y la sanidad son pilares del estado del bienestar y movilizan a la izquierda, se debería de construir un pilar en base al derecho a la existencia con la renta básica. Si vivimos en un mundo en el que todo vale dinero y no te dan nada, ya se hace una distinción entre ciudadanos de primera y de segunda. Directamente, hay ciudadanos y plebe. Por mucho que nos digan que somos ciudadanos igual que los ricos, es falso y creo que es el siguiente paso que debemos de dar. 

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No hi ha comentaris

  1. Jaime Arellano on

    Estimados: la versión en castellano está mas completa que de catalán, a esta última le falta el tema de la herencia y la renta básica.

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