Nos encontramos en una semana importante para la política española y catalana. El intento de investidura de Feijoo abre un ciclo que continuará con el encargo a Sánchez para formar gobierno y que culminará, posiblemente, con la convocatoria de la repetición de elecciones. Todo en clave española, pero evidentemente lo que acabe pasando, dado el papel primordial que jugarán los partidos catalanes, acabará influyendo en el futuro de la política catalana.
Las acciones y escenificaciones desarrolladas durante estos dos últimos meses por los partidos a partir de la aritmética parlamentaria, producto de los resultados de las elecciones del 23 de julio, no ha hecho más que rebajar, si aún era posible, el nivel del debate y hacer aún mayor la enorme brecha abierta con la ciudadanía. Recuperar la política más allá de las formaciones políticas ante la desafección y la desconexión de buena parte de la sociedad empieza a ser una necesidad urgente para garantizar una mínima calidad democrática.
La política es el ámbito en el que las decisiones y las acciones que afectan a la sociedad se debaten, toman y ponen en práctica. Es un proceso fundamental para la convivencia y el funcionamiento de las sociedades humanas. Entenderla como una actividad que va más allá de los partidos, que interpela a la ciudadanía, más allá de votar en las elecciones, invitándola a ejercer la participación a través de la protesta pacífica y la implicación en organizaciones sociales y cívicas u otras formas de activismo político es el primer paso para recuperar y dignificar la política.
Hablamos de un reto importante y complejo, pero esencial para una democracia saludable, en el que las organizaciones sociales deben tener un papel clave. Hay que profundizar en la tarea de promover la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas y en los asuntos públicos. Esto incluye, por ejemplo, campañas de educación cívica, organización de debates y foros públicos y la creación de espacios para que los ciudadanos expresen sus opiniones y preocupaciones.
Las entidades sociales también deben recuperar la capacidad de definir temas y agendas políticas, forzando a que el debate político se centre en cuestiones relevantes para las personas y evitando que la política se desvíe hacia temas partidistas o polarizados. Hay que fomentar también la transparencia y la responsabilidad; las organizaciones sociales deben vigilar la actuación de los políticos y las instituciones, exigir la transparencia en la toma de decisiones y promover la responsabilidad ante la ciudadanía. Esta supervisión puede contribuir a mejorar la confianza en el sistema político.
A pesar de la desafección, los partidos políticos son y serán una pieza fundamental de la política. Por ello, más allá de la tarea de reflexión, revisión y refundación, si es necesario, que deben hacer las estructuras internas y las militancias de las propias fuerzas políticas, las organizaciones sociales deben buscar formas de colaboración constructiva con los partidos para aportar soluciones a los problemas y promover reformas importantes. Sería oportuno potenciar el rol político de las entidades, de manera que alcancen el reconocimiento para actuar como intermediarias entre la ciudadanía y los partidos, facilitando el diálogo y la comunicación entre ambas partes.
Hay que aprovechar también el potencial que ofrecen las redes sociales y los medios de comunicación para difundir los mensajes que favorezcan la transformación social y contribuyan a la movilización de la sociedad a favor de las políticas sociales. Históricamente, la comunicación ha sido una asignatura pendiente por buena parte del sector social. Pero aprovechando el trabajo realizado estos últimos años, hay que sacar al máximo rendimiento a aquellos espacios de debate y reflexión que aún no estén controlados y tutelados por los intereses partidistas.
Finalmente, las entidades sociales no deben olvidar la que es su razón de ser y objetivo principal: impulsar la inclusión y actuar como espejo de una sociedad diversa. Esto significa trabajar para dar voz a los colectivos más vulnerables para que sean escuchados y tengan influencia real en la política.
Recuperar la política pedirá persistencia y paciencia. La (re)construcción de la confianza no será un proceso rápido. Habrá que trabajar con mirada larga y constancia. Una manera de hacer que, por otra parte, ha caracterizado la trayectoria de la inmensa mayoría de las entidades sociales de nuestro país.