Un buen momento para la ocupación

Cataluña vive un buen momento económico y laboral, con 3.587.053 personas empleadas en el segundo trimestre de 2023. Esta cifra es de las mejores de la serie histórica y le permite mantenerse en la primera posición de las comunidades autónomas de España, en términos de empleo.

Haber alcanzado una tasa de ocupación del 72% hace que Cataluña esté cerca del objetivo de empleo de la Unión Europea, que ha sido fijado en una tasa de ocupación del 78% para el año 2030. El año 2022, la tasa de ocupación catalana estaba en el 70%, por encima de la de Grecia e Italia, pero por debajo de la media de la Unión Europea (74,6) y de la de Francia y Portugal, y todavía muy lejos de las de Alemania (80,7) y Dinamarca (80,1).

Dentro de España, Madrid y el País Vasco tienen la misma tasa de empleo que Cataluña, el 72%, mientras que Andalucía y Valencia tienen tasas inferiores.

En definitiva, aunque Cataluña ocupe el primer puesto en España en lo que respecta al número de personas ocupadas, hay camino a recorrer para alcanzar la media de ocupación europea. Sin embargo, hay que decir que en los últimos años Madrid va acortando el diferencial que mantiene en relación con Cataluña.

Mejorar la calidad de la ocupación

El nivel de titulación académica de las personas es determinante para el acceso al empleo, aunque esto no siempre permite que el puesto de trabajo que se encuentre se corresponda con el nivel formativo alcanzado. Estar poco formado dificulta el acceso al empleo, sobre todo a los buenos empleos, y si la formación alcanzada es inferior a la secundaria obligatoria limita también el acceso a las políticas activas, a las herramientas que permiten corregir el déficit formativo. La falta de correspondencia entre el nivel de formación y los requerimientos del puesto de trabajo que se ocupa tiene unas consecuencias muy negativas para los trabajadores y las empresas. De hecho, la sobrecualificación implica un subempleo de las personas con menor formación y un incremento de su probabilidad de desempleo.

La reforma laboral ha supuesto el incremento del trabajo por tiempo indeterminado, también dicho fijo, respecto del trabajo por tiempo determinado, dicho temporal, iniciando el camino para restablecer el principio de causalidad; si la causa de la contratación es un trabajo de carácter indeterminado, el contrato que le corresponde tendrá una duración indeterminada. Sin embargo, este hecho positivo no ha resuelto ni el subempleo de muchas personas con titulaciones superiores, en relación a los requerimientos de su puesto de trabajo, ni tampoco la dificultad creciente de las personas con poca formación para acceder a un empleo.

Aumentar la calidad del trabajo, la innovación y la productividad, el camino

El sistema educativo y de formación profesional produce, a la vez, personas muy formadas y personas muy poco formadas. Es un sistema disfuncional que no produce las formaciones medias suficientes que necesita la estructura productiva, hecho que provoca grandes desequilibrios laborales que dificultan la sostenibilidad del modelo productivo, puesto que no impulsa suficientemente la necesaria innovación.

En cuanto a las empresas, el hecho de que muy a menudo dejen la formación exclusivamente al sistema educativo y de formación profesional, comporta un cierto desequilibrio de las formaciones respecto a las necesidades, ya que sobrevalora la formación inicial proporcionada por el sistema educativo, en detrimento de la formación en el puesto de trabajo, imprescindible esta última para conseguir la productividad que la empresa necesita para competir en mercados abiertos.

Es evidente que el coste para readaptar la formación de las personas es significativo; más alto en el caso de las personas con un nivel de formación bajo que en de las que tienen un buen nivel de formación, pero es un hecho que esta formación es imprescindible, tanto para las personas como para el sistema productivo.

En este momento, la prioridad debe ser que todas las personas tengan una formación acreditada no inferior a la secundaria obligatoria y hacer que los empresarios tengan un papel proactivo en relación a la formación en el puesto de trabajo. Esto requiere una reforma del sistema en relación a los puestos de trabajo realmente existentes, acompañada de una buena prospectiva a futuro, y sobre todo, requiere una actuación pública más cercana a los ecosistemas territoriales de las pymes y micropymes.

Por último, cabe decir que el diálogo social debe dar un apoyo efectivo a la labor de transformación de los sistemas de provisión de la formación, y sobre todo, a la implicación de las empresas en la formación de las personas trabajadoras.

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