El anuncio de la celebración del Mundial de fútbol de 2030, que se celebrará entre España, Marruecos y Portugal, hace que sea de especial interés poner un termómetro en las relaciones diplomáticas entre Madrid y Rabat. Sobre todo desde el cambio de posicionamiento del gobierno español sobre la cuestión del Sáhara Occidental. Después de mantener la misma posición sobre los derechos de autogobierno del pueblo saharaui desde 1975, llegamos al año 2022 con el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el territorio del antiguo territorio de ultramar. De esta forma, el Sáhara Occidental pasaba de ser un territorio con derecho a la autodeterminación a un territorio que tiene derecho a gozar de una autonomía dentro de Marruecos.

Para entender el cambio de posicionamiento de España debemos entender primero el cambio de posicionamiento de su entorno más directo. En marzo de 2022, el gobierno español anunció que consideraba que la mejor propuesta para solucionar el conflicto saharaui era la propuesta de autonomía hecha por el gobierno marroquí en 2007. Esta posición se sumaba a la de dos de los principales socios europeos, Alemania y Francia. Ambos estados consideraban que la propuesta de autonomía hecha por Rabat era un buen punto de inicio en las negociaciones sobre la cuestión del Sáhara Occidental, al igual que lo apuntaban Países Bajos y Luxemburgo. También había una cuestión sobre la mesa, y es el posicionamiento de Estados Unidos con la Administración Trump, que consideraba que el plan de autonomía de Rabat era el correcto. La Administración Biden no ha cambiado ese posicionamiento.

El segundo factor para entender el cambio de posicionamiento de España, después de que los principales aliados lo hicieran, y poco antes de que los demás aliados terminaran de hacerlo, es la distensión entre Rabat y Madrid en el marco de la seguridad conjunta. La cooperación entre España y Marruecos es fundamental para gestionar el tráfico migratorio del estrecho de Gibraltar. Como también es fundamental por lo que se conoce como Operación Paso del Estrecho, que es el período en el que gran parte de la comunidad marroquí de España, Portugal o Francia viaja en coche hacia Marruecos para reunirse con la familia. Según datos de 2023 del Ministerio del Interior, 775.366 vehículos y 1.585.693 personas cruzaron el estrecho durante ese período.

El tercer factor para entender el cambio de posición diplomática es que nos encontramos en el marco de la invasión rusa de Ucrania y el cambio de las políticas energéticas comunitarias. España confió en que Argelia no cortaría el aprovisionamiento de gas hacia la Península por los acuerdos firmados de provisión y suministro, algo que el gobierno argelino respetó porque supone una fuente de ingresos importantes, y estaban contractualmente sujetos a cumplimiento. Y por otra parte, Argelia tuvo su momentum diplomático con el giro del Estado para erigirse como la punta de lanza de la cuestión saharaui. No solo tuvo cierto liderazgo moral dentro de la Liga Árabe, así como dentro de la Unión Africana; además, aprovechó la situación para cerrar acuerdos energéticos con Italia.

Es interesante recordar que el anuncio de la indignación argelina sobre el cambio de posicionamiento español se hizo junto con el Ministerio de Asuntos Exteriores chino, algo que supieron escenificar como que China apoyaba el posicionamiento argelino y consideraba a Argelia como un socio y aliado regional. La consecuencia más directa que tuvo esto en la diplomacia española fue evidenciar que España no tenía ninguna influencia en el Magreb.

Tras señalar estos tres factores para entender el contexto sobre el cambio de posicionamiento de España sobre el Sáhara Occidental -donde existe motivación de actuar de acuerdo a los países amigos, así como motivos de seguridad y prevención, y como motivos económicos-, podríamos señalar un cuarto motivo: la estabilidad regional.

Después de que Estados Unidos, Francia y Alemania se posicionaran a favor del plan de autonomía del gobierno marroquí sobre el Sáhara Occidental, el gobierno español no podía actuar de forma diferente para condicionar la estabilidad regional a un posicionamiento propio. Siempre ha habido buena relación entre Francia y Marruecos, pero el posicionamiento alemán decantó la balanza y presionó a Madrid. Muchos de los vínculos económicos y comerciales con el norte de África pasan por el estrecho de Gibraltar, por los puertos marroquíes y españoles. Y de hecho, el corredor mediterráneo existe para dar respuesta a la movilidad de mercancías entre Algeciras y el corazón de Europa a través del arco mediterráneo.

A favor de la estabilidad regional también existe la cooperación militar entre Estados Unidos y Marruecos, para tener un aliado regional importante dentro de África y el Magreb. Y vinculada a ésta está España, por las distintas bases estadounidenses ubicadas dentro del territorio. Es inconcebible que un país en el que tienes bases militares presente una hoja de ruta diplomática diferente a la tuya. Es algo que supera el marco de la OTAN, puesto que en la Alianza Atlántica hay países que tienen relaciones diplomáticas con el Frente Polisario, y al mismo tiempo vincula posicionamientos estratégicos a medio y largo plazo entre los estados implicados. Es por este motivo que el cambio diplomático de la Administración Trump, y sobre todo la continuidad de la Administración Biden en la misma línea, condicionaron el cambio de posición de España.

Por todo ello, el cambio de posicionamiento de España respecto a la cuestión del Sáhara Occidental es un asunto que no podía continuar en el inmovilismo. El cambio de posicionamientos de los países aliados; los pactos post-pandemia sobre seguridad y prevención con Marruecos y los horizontes comunitarios europeos sobre el FRONTEX en el Mediterráneo; la cuestión energética con Argelia y la UE, que el acuerdo sobre provisionamiento energético iba más allá de una cuestión bilateral entre España y Argelia; así como los acuerdos militares entre Estados Unidos y Marruecos sobre seguridad y defensa en el Sahel que condicionan a España por la presencia militar estadounidense; tiene como consecuencia que España tenga que moverse también.

En conclusión, ahora que se organizará el Mundial de fútbol de 2030 será interesante seguir qué cambios se producen a nivel internacional en la cuestión del Sáhara Occidental, así como hasta qué punto el país puede transformarse políticamente. Los eventos deportivos internacionales siempre han servido para normalizar la diplomacia con el país que los organiza, así como han supuesto transformaciones sociales para normalizar su presencia en la palestra internacional. En 2025 se cumplirán 50 años de la Marcha Verde que ordenó Hassan II, una efeméride importante para la sociedad marroquí, y también para la Corona. Será interesante ver cómo lo celebran en el país, así como qué trascendencia se da en los eventos y qué actores participan.

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