Los ya definitivos resultados de las elecciones celebradas en Polonia el pasado 15 de octubre son trascendentes para el futuro del país, la Unión Europea y la estabilidad de la OTAN. Unos resultados que también dejan un recado al PP de Alberto Núñez Feijóo.

Tras 8 años de férreo gobierno de la extrema-derecha tradicionalista del PiS (Ley y Justicia), la oposición liderada por Donald Tusk se dispone a tomar el control del gobierno de Varsovia. El PiS de los hermanos Kaczynski ha gobernado el país con mano de hierro y agenda ultraconservadora y euroescéptica, canibalizado sus principales instituciones, tomado el control del poder judicial y los medios de comunicación públicos, abierto innumerables pleitos con Bruselas y puesto en riesgo la relación con Kiev tras el bloqueo al grano ucraniano.

Estas elecciones fueron libres, pero no justas. Los contendientes no compitieron en igualdad de condiciones, por ello es especialmente meritoria la victoria de la oposición; una amalgama de fuerzas y coaliciones que va de demócrata-cristianos moderados, liberales a socialdemócratas y verdes. Su líder, Donald Tusk, es un viejo conocido de la política europea, ha sido presidente del Consejo Europeo y líder del Partido Popular Europeo. Un conservador demócrata y europeísta que ha hecho del combate contra la extrema derecha, que considera una amenaza existencial para la UE y la democracia liberal, su razón de ser en política.

La nueva mayoría, que hoy dan todos por ganadora, aunque el PiS fuera la fuerza más votada, revertirá la deriva autoritaria que ha vivido Polonia e impulsará el proyecto de integración europeo desde el quinto país por peso demográfico y económico de la Unión. Esto es especialmente relevante ahora que Bruselas se dispone a diseñar el horizonte de su ampliación al este y las necesarias reformas internas para compactarse y hacer digerible en sus procesos de decisión a los nuevos socios. El nuevo gobierno polaco también mantiene un saludable equilibrio de fuerzas entre las grandes familias políticas europeas a las puertas del gran reparto de poder tras las elecciones europeas de 2024 y aísla a la Hungría de Orban.

Pero no sólo ello, la victoria de Tusk recalibra al Partido Popular Europeo y enmienda la estrategia de su actual líder Manfred Webber, sucesor del polaco. El Partido Popular Europeo había amagado con mover el centro de gravedad político de Bruselas a la derecha gracias a la reproducción de alianzas con los ultraconservadores para importantes gobiernos nacionales y reproducir la estrategia en el Parlamento Europeo tras junio de 2024. De esa operación era partícipe el Partido Popular de Feijoó, que pretendía construir la mayor alianza con la extrema derecha en Europa tras aceptar ser socios minoritarios en la Italia de Meloni. Las elecciones en España y Polonia cortocircuitan esta operación y Tusk, un moderado que combate a la extrema derecha, se convertirá en el primer ministro del Partido Popular con más peso en el Consejo Europeo. Esperemos que en Madrid tomen nota y Feijóo también recalibre su errática y peligrosa estrategia.

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