No hace falta haber leído a Hannah Arendt para seguramente saber algo de su vida. Su condición de judía, su persecución y huida de la Alemania nazi, tal vez su relación con otro de los grandes nombres de la filosofía contemporánea como Martin Heidegger… Pero, tal vez, incluso si se ha leído algo de Hannah Arendt, costará saber qué pensó y defendió sobre el conflicto entre Israel y Palestina que ahora está en un de sus momentos de mayor gravedad. Se calcula que han muerto más de 5.000 personas ya en Gaza por los bombardeos del ejercito israelí tras las acciones de Hamas el 7 de octubre que causaron 1.400 muertes y 222 secuestros.
Es fácil que identifiquemos a Arendt con la causa judía y con la defensa de Israel por su persecución, tal vez porque sabemos que escribió obras como Los orígenes del totalitarismo o Eichmann en Jerusalén. Durante unos años de su vida, Arendt se consideró sionista, partidaria de la creación del estado de Israel. Pero cambió, fue un periodo. Ella misma lo explica y argumenta a partir de lo vivido: “No pertenezco a ningún grupo. Como saben, el único grupo al que he pertenecido fue al sionismo. Y, naturalmente, se debió a Hitler. Duró desde 1933 al 1943, luego rompí con él. Para mí, la única posibilidad de defenderse era hacerlo como judío y no como ser humano; esta última posición me parecía un gran error, puesto que si se nos ataca como judíos, hay que defenderse como judíos y no podemos decir: «Perdón, no soy judía, soy un ser humano».”
Arendt se presenta como alguien que no pertenece a ningún grupo, se consideró integrante del sionismo en un momento muy particular de la historia. Es de las autoras que hacen explicita su preocupación por los riesgos y peligros de no pensar con la propia cabeza. Formar parte de un grupo, de una tradición, no siempre ayuda a pensar con la propia cabeza, a pensar sin barandillas, sin asideros, sin agarrarse. Tal vez, más bien, lo entorpece. Pero su distanciamiento del sionismo tiene que ver con algo más. Una lectura imprescindible para profundizar en estas cuestiones son sus textos judíos, es muy recomendable el grueso volumen Escritos judíos (Paidós 2009), donde se recogen diversos materiales esenciales para esta aproximación.
Hay diferentes acontecimientos vividos durante la década de los años 40 que muestran claramente la posición crítica de Arendt respecto el gobierno israelí y a diferentes sectores de la sociedad. El asesinato de Folke Bernadotte (1895-1948). Bernadotte, diplomático sueco, murió asesinado a manos del grupo israelí Lehi. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas le había pedido en 1947 que intercediera para conseguir una tregua en el conflicto árabe-israelí. Arendt criticó al gobierno israelí por su tibieza, cuando no complicidad, con este asesinato. En un texto de la época acaba con una consideración que vuelve sobre la necesidad del pensar y actuar más allá de partidismos y acciones de grupo: “Lo que ni los judíos ni los árabes pueden ya comprender es que puede existir, incluso en nuestro mundo, un hombre independiente sin prejuicios y sin interés personal, y aún así apasionadamente interesado en el estado de cosas internacional. Ensordecidos por el ruido incesante de la propaganda, ya no pueden distinguir la voz de la integridad; y, encendidos por su propio fanatismo, se han vuelto insensibles al verdadero calor del corazón”.
La insensibilidad ante el “verdadero calor del corazón” es una de las claves de este largo conflicto y de otros que en nuestro mundo no dejan de generar dolor. Necesitamos ser sensibles ante los males de nuestro mundo, más allá de quien los cometa, más allá de que sean causados por nuestro “bando” o por otro. Arendt no tuvo reparo en denunciar públicamente proyectos políticos israelís que calificó como muy similares “a los partidos Nazi y Fascista en cuanto a su organización, métodos, filosofía política y atracción social”. Así lo escribiría en una carta abierta en el New York Times el 4 de diciembre de 1948 ante la visita de Menachem Begin, líder del Partido de la Libertad (Herut) a los Estados Unidos en busca de apoyos. Una carta firmada por diferentes personalidades judías, Albert Einstein entre ellas. Begin, posteriormente, sería primer ministro de Israel entre 1977 y 1983. Herut más tarde sería el partido dominante en el Likud, el partido presidido hoy por el actual primer ministro Benjamín Netanyahu. En 1948 el texto era muy claro al valor las acciones del partido de Begin: “Es el sello inconfundible de un partido fascista, para el que el terrorismo (contra judíos, árabes y británicos por igual) y la tergiversación son los medios y un «Estado del Führer», el objetivo.
Hannah Arendt, su pensamiento y su acción no recibieron una buena acogida en el conjunto de la sociedad israelí. Hubo quien no acepto su voz crítica con el sionismo, su pensamiento propio sobre el Holocausto, sobre la construcción del estado de Israel, sobre la necesaria convivencia, sobre los comportamientos fascistas y nazis de quien había sufrido el fascismo y el nazismo… Arendt, desde su condición de judía, es una voz a recuperar al buscar posibles caminos que nos permitan avanzar en la resolución de este terrible conflicto. Arendt es sensible a todas las muertes, a todo el dolor. Ese es primer paso para poder dejar de generar terror y empezar a construir paz.