La Fundación ANAR, tal y como expone elDiario.es, gestiona un teléfono y un chat de atención a niños, niñas y adolescentes que, entre otros casos, responde ante quienes sufren algún tipo de violencia. Desde octubre de 2018 hasta el mismo mes del año pasado, el número de niñas y adolescentes atendidas por violencia de género ha crecido un 87%.

Dicha Fundación expone un dato muy curioso (a la vez que preocupante): la metodología más común, concretamente en el 82% de los casos, que emplean los agresores para ejercer dicha violencia de género adolescente es mediante el uso de la tecnología. “El agresor utiliza esa tecnología a su favor y la adolescente no tiene experiencia vital suficiente para saber si está en una situación de riesgo”, analizan desde ANAR.

Con dicho “titular” podemos extraer numerosas conclusiones, pero la primera de ellas es que el machismo, lejos de erradicarse, se transforma. Nos encontramos ante una violencia que deja de estar exclusivamente en el seno familiar (como históricamente se creía con la llamada ‘violencia doméstica’) para pasar a situarse tanto en el seno público como en el privado de las víctimas: en la escuela, en las calles, en el trabajo, en sus habitaciones o hasta en el baño. Mediante internet y los aparatos tecnológicos, el victimario tiene el poder y el control absoluto hacia la víctima todos los días, todas las horas.

Con ello quiero recuperar una reflexión que Carla Vall, abogada penalista, expone muy bien en su libro “Romped en caso de emergencia. Manual de víctimas y supervivientes de violencias machistas”. Ella expone que, a pesar de que socialmente se crea que la manifestación de la violencia machista es la violación, el asesinato o la agresión física, existe toda una capa invisible que sirve de base y apoyo a las violencias extremas citadas anteriormente. Sin esta base, casi indetectable a ojos de la sociedad, las violencias más extremas no se darían de forma tan naturalizada o invisibilizada.

Vall en su libro explica de forma muy acertada y clara lo que llamamos “el iceberg de las violencias machistas”, que muestra que esa capa invisible de violencias machistas son las más comunes, y que sirven de trampolín a las violencias más extremas.

Así pues, y entendiendo que hay unas violencias machistas invisibilizadas que se procrean diariamente en el imaginario colectivo, la Fundación ANAR vuelca algunos de los testimonios recabados a través del teléfono, de los que elDiario.es ha podido tener acceso:

  • “Cuando salgo con mis amigos en vez de con él, o no paso todo el tiempo con él, me dice que le estoy poniendo los cuernos…”
  • “Me pide que le envíe fotos de la ropa que me quiero comprar, y no le gusta que me compre camisas de tirantes”
  • “Me decía te pego porque eres una puta y te lo mereces”

Ante esto, me gustaría poder arrojar luz a algunos de mis pensamientos:

En primer lugar, violencia machista no son solo los golpes, violencia machista también es: el control, el maltrato psíquico, el que te prohíban ver a ciertos amigos, llevar determinada ropa, seguir a personas en redes sociales, controlar los ‘likes’, los seguidores, el ‘ghosting’, la falta de responsabilidad afectiva o el ‘gaslighting’.

En segundo lugar, urge una educación sexual integral en las escuelas para poder enseñar a las futuras generaciones que el género masculino no tiene el control sobre la sexualidad femenina, que no es de su propiedad, y que no debe ser nunca el arma para ejercer violencia machista. Que una generación que sepa cuidarse, tocarse y amarse va a ser una generación que estará mucho más cerca de erradicar las violencias machistas.

Y, finalmente, que es necesario que las instituciones (así como las plataformas digitales) empiecen a ejercer control, prevención y sensibilización para evitar la proliferación y creación de nuevas violencias machistas que, desgraciadamente, persiguen a las víctimas y supervivientes las 24 horas del día, 7 días a la semana.

El control, la difusión de vídeos privados de contenido sexual, la creación de imágenes íntimas mediante Inteligencia Artificial, el acoso mediante anonimato en redes sociales o el simple uso de dichas redes para maltratar psíquicamente a los y las adolescentes, ya sea con indirectas o con ‘ghosting’, es una forma de violencia machista que está siendo objeto diario de maltrato hacia nuestras adolescentes y que, desgraciadamente, parece que la sociedad es incapaz de detectar.

Share.
Leave A Reply