Pista sobre el mar, alargamiento de pista sobre pilones, traslado del aeropuerto a Vilafranca del Penedès, alargar la pista sobre el mar… y así hasta once propuestas absurdas que Foment del Treball ha presentado para continuar con la cantinela de ampliación del aeropuerto de Barcelona. Una cantinela constante que persiste pese a que el proyecto está fuera de los planes de AENA hasta el 2027, pese a la enorme oposición popular que quedó clara con la movilización de septiembre del 2021 y a pesar de la amenaza de la Comisión Europea en su carta de infracción del mismo año por el deterioro del Delta del Llobregat.
Fomento ha estado estudiando este asunto durante un año a través de una comisión creada ad hoc, con el objetivo, dicen, de encontrar una solución de consenso entre todas las administraciones públicas y fuerzas políticas (la ciudadanía y los movimientos sociales siempre son ignorados). Su visión es, además, parcial, alejada totalmente de las necesidades reales y básicas de la ciudadanía, y también de los mandatos que exige la ciencia para preservar mínimamente funcional el agrosistema del Delta del Llobregat. Esta comisión de “expertos” incluye a representantes de agrupaciones empresariales, turísticas, patronales metalúrgicas y agroindustriales, etc., y la encabeza el presidente de la Cámara de Contratistas de Obras de Cataluña. Los miembros de este grupo de trabajo, pues, tienen unos intereses claros y estarían favorecidos por cualquier proyecto de ampliación de las infraestructuras aeroportuarias.
Tras este año de “riguroso” estudio, en el que se han analizado las once propuestas citadas, la opción preferente consiste en ampliar la tercera pista por encima de la laguna de La Ricarda, con pilones incrustados en el suelo hasta 50 metros de profundidad; con esto, según Fomento, no habría ningún perjuicio para la biodiversidad subacuática. No hace falta ser experto para entender que esta estructura impactará muy negativamente en los ecosistemas de los espacios naturales (¿qué pretenden que viva y se desarrolle plácidamente bajo una gran losa de cemento?), ya de por sí muy reducidos, fragmentados y dañados. Además, afectaría directamente al acuífero superior y muy probablemente al inferior, con consecuencias devastadoras que acabarían de sentenciar el precario estado de esta gran reserva de agua dulce. Pero el esperpento no termina aquí: la propuesta no ha tenido presente la necesidad de altura de las grúas del puerto de Barcelona, lo que ha provocado el rechazo público de la autoridad del puerto; y, por otro lado, lleva asociada la expropiación de 90 hectáreas del Parque Agrario para hacer nuevas zonas húmedas, lo que también ha causado el rechazo público de la propuesta por parte de Unió de Pagesos.
Con todo, es evidente la nula credibilidad de esta comisión y, al mismo tiempo, de la patronal que la impulsa. Una vez más, demuestra que su gran objetivo es defender los intereses del gran capital y de las grandes empresas, que siguen ancladas en la economía de la especulación, el ladrillo y las infraestructuras inútiles y mal planificadas.
Saben que los graves efectos de la crisis ecológica global ya están aquí; saben que la ampliación aumentará las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación; saben que la energía será cada vez más cara y difícil de obtener; saben que la aviación no puede descarbonizarse; saben que el mar acabará inundando el aeropuerto a medio plazo… Todo esto lo saben, pero insisten irresponsable y descabelladamente en el sueño imposible de la ampliación. Porque lo único que les importa es conseguir el máximo de contratos, favores y beneficios: los territorios sanos y llenos de vida son un estorbo que les impide exprimir sus negocios hasta el último euro, y, por ello, no dejan de trincharlos. De esto va “la ampliación”: de forzar (o no) alianzas insultantes con actores políticos, administraciones y lobbys empresariales/económicos a fin de buscar grandes consensos, siempre de espaldas, como hemos dicho, a las verdaderas necesidades del territorio, la vida y su población.
Pero la cruda realidad energética y ambiental acabará imponiéndose a los intensos deseos del crecimiento económico infinito, y dibujará un nuevo escenario en el que muchos sectores económicos se verán forzados a decrecer, incluido el aeroportuario. Así, para abordar los retos de la contaminación, la crisis climática y ecológica, la masificación turística, el consumo excesivo de recursos básicos o el problema de la vivienda, la alternativa a las propuestas de Fomento es clara: reducir y hacer decrecer la actividad aeroportuaria (también la portuaria, no lo olvidemos).
Para avanzar en este camino, tenemos los acuerdos y leyes contra el cambio climático y las normativas sobre la calidad del aire y la contaminación, las exigencias europeas para ampliar la Zona de Especial Protección para las Aves del Delta del Llobregat y las compensaciones ambientales pendientes de la anterior ampliación. Pero es necesario ir más allá, impulsando definitiva y eficazmente planes de reducción de líneas de vuelos y la eliminación de los privilegios fiscales y de los subsidios de la actividad aérea.
Sin embargo, estas medidas no son suficientes ante tales desafíos, y es necesario un profundo cambio cultural para replantear de arriba abajo el modelo económico vigente, que nos ha situado en el peor escenario posible para afrontarlos. En este sentido, convendría detener el debate sobre las infraestructuras aeroportuarias del país y sus ampliaciones, y que, como sociedad, dejásemos de creer en el interés general y las bondades de los proyectos mastodónticos, porque el interés general no tiene nada que ver con el ánimo de lucro de los grandes capitales. No podemos seguir acelerando hasta el abismo, porque el abismo es demasiado intangible para andar con firmeza.