Siempre hay un día de la semana donde salgo con la cámara para hacer fotos relacionados con las siguientes Barcelonas. El domingo que capturé las de la calle Orense desde la Meridiana me llamó mucho la atención cómo esta calle desaparecida tenía un tramo inicial entre riera d’Horta y Escòcia, descabalgado de la alineación del resto por un bloque majestuoso de finales de los años cincuenta, pese a su estilo de inspiración fascista e italiana.

Al otro lado de Escocia hay una finca muy despegada, prueba de cómo ha ido ensanchándose la calzada. Corresponde al 2-4-6 de esta calle con sabor británico al ser un homenaje a los propietarios de la Fabra i Coats.

La fachada de la casa Carrió Vidal de la calle Escocia. | Jordi Corominas

El inmueble no tiene nada de especial, salvo su ubicación. En los pliegues del Archivo hay datos muy interesantes, excusa para el recorrido de hoy. En uno de esos papeles, tras mencionar cómo el municipio aprobó un plan de alineaciones para La Jota en 1917, el tramo raro de Orense, el menos vistoso, aún se denomina en honor a San Lorenzo.

El propietario de este 2-4-6 de Escocia se llamaba Andrés Carrió y debió ver en la zona, sin preocuparse mucho por el ferrocarril, una gran oportunidad de inversión, pues también compró unos terrenos en la esquina de la calle Orense con La Jota. Sin embargo, su tesoro en esos aledaños era ese edificio con doble fachada e ingreso sólo en una.

Dar con la trayectoria de su arquitecto me ha generado algún quebradero de cabeza. Al final he podido constatar su labor gracias a las firmas de algunos planos. Su obra no es ni mucho menos notoria y, si a veces hablo de arquitectos relegados a ser secundarios, aquí estaríamos, desde el desconocimiento, en un caso de serie Z.

Francesc Tarragó proyectó la aspiración de Andrés Carrió Vidal, fallecido el 24 de enero de 1976 con todas las loas del universo en la sección necrológica de los principales diarios condales.

Homenaje, en 1948, al presidente del Gremio de Panaderos de Barcelona, Andres Carrió Vidal. Fuente: AFB

Los obituarios no incluyen su edad al irse al otro barrio. El suyo con toda probabilidad era el de Horta, donde poco a poco empezó a prosperar. Su patria chica debió situarse entre la calle Tajo y la Baixada del Mercat, calle que debe su nombre a cómo, cuando Horta era independiente, este eje del pueblo se hallaba en la actual plaça d’Eivissa.

Carrió Vidal era panadero y fue presidente del gremio barcelonés del ramo durante decenios. El seguimiento de la hemeroteca prueba su hiperactividad hasta poco antes de morir. En 1975 era consejero delegado de la Compañía Auxiliar de Panificación S.A., la CAPSA. Por si fuera poco, fue laureado con la Medalla al Mérito en el Trabajo.

El aún joven y ambicioso, de 1922, pensó a buen seguro en la finca del 2-4 de Escòcia como una posesión con muchas perspectivas de cara al mañana. Esas cercanías con y sin tren al aire libre sólo podían crecer un poco por todos lados, porque el ambiente rural iba difuminándose mediante una lentitud sin titubeos hacia la integración con toda Barcelona.

Emplazar su punta de lanza inmobiliaria, adquirió otros bloques en Sant Andreu y en su senectud edificó otros en la Baixada del Mercat, en ese punto de una vía con aspecto de ser esencial también era un acierto. Con el paso del tiempo, Escòcia 2-4-6 pasó a inaugurar su calle, porque a finales de los cincuenta su tramo inferior, el fundacional, se bautizó en favor de Dublín.

Sus previsiones se revelaron proféticas, si bien tampoco eran de las más complicadas. Escòcia devino una arteria de tráfico rodado con todas las de la ley. Pudo verlo y quizá aumentar el alquiler de sus pisos, ruidosos por la Meridiana atiborrada de humo, menos nostálgico que el de las locomotoras de antaño.

A la derecha la fachada de la Meridiana, antes Ourense, de la casa Carrió Vidal. | Jordi Corominas

El gran misterio de Carrió Vidal radica en su otro origen. Este hortense, cuyo funeral se ofició en la nueva iglesia de Sant Joan de la calle Campoamor, sabía mover su dinero y parecía ganarlo con panaderías. En el Archivo Municipal localicé una referencia que me hizo saltar del asiento por familiaridad con el lugar.

En los meses primaverales de 2020 no me quedó otra que inventarme rutas para no aburrirme. Eran más difíciles por eso de los quince minutos desde el hogar de cada uno. Por las mañanas salía a por el pan, y casi siempre los pies iban como imantados al Obrador dels Quinze, muy recomendable en todos los sentidos. Según la información del archivo, fue de Carrió Vidal, amante de limbos y fronteras, pues esta panadería es un faro de barrios, al enclavarse en los límites de Navas, Indians y Guinardó, lo que constituye un reclamo para muchos ciudadanos, contentos por toparse con esa joya de panes, croissants y cafés a pocos minutos de su domicilio.

En realidad, el Obrador de Navas 401 es el hermano menor de otro en Maragall 209, asimismo en una encrucijada, la de passeig Maragall con els Quinze. Esta avenida, hasta hace poco de Borbón, ha sido llamada así toda la vida por los habitantes del barrio porque, hasta esa parada, el billete del tranvía costaba quince céntimos.

El edificio de la panadería que fue de Andrés Carrió Vidal, en Navas con Maragall. | Jordi Corominas

No he averiguado si ambas panaderías fueron de Carrió Vidal. Sería el broche idóneo a su esbozo de biografía, trazado en estas páginas a través del espacio. Este hombre de las fronteras terminó por ser un pequeño emperador de lo suyo. Uno de sus sitios estratégicos era el perímetro de Escocia a Orense, norteño casi sin querer pese a ser hijo de Horta.

En todo esto hay una última pincelada, si se quiere muy cotidiana. Los inquilinos de los años veinte del 2-4-6 de Escòcia debían abrir los ojos cada mañana y contemplar una imago mundi muy particular. Aquellos con ventana a la Meridiana debían atisbar el apeadero de Fabra y Puig como hito, mientras los que tenían abertura hacia Escòcia olían a laboratorio de medicina y vacío, aupados en sus alturas. Sus siguientes vecinos en la lista, a pocos metros y siempre al norte de Inglaterra, aún creían en el cielo azul de casitas hermanadas en un secreto detectable, sólo para aquellos que reparan en los detalles, bien esparcidos y casi compactos por la ciudad.

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