El pacto puede llegar en cualquier momento, y es esperable que ocurra más tarde que pronto. Pero también puede llegar algo más tarde. Lo que preocupa es que termine no pasando. Preocupa, porque esto ya ha ocurrido antes. La situación no es ni mucho menos la misma que seis años atrás, y todos los incentivos racionales parecen empujar ahora hacia una única dirección. Pero los dos grandes temores de Puigdemont -perder la carrera electoral con ERC y tener muchos comentarios negativos en Twitter (X)- siguen existiendo.
Recapitulemos: Ayer Junqueras firmaba un acuerdo histórico con Félix Bolaños. En la lógica de la competición electoral, ERC ganó ayer porque logró más de lo esperable. A diferencia de Junts, ERC no tenía ningún plan. Y Esquerra, diciéndose izquierda, es natural que se sienta más cómodo con quienes comparten ideología en el eje social. Junts per Catalunya no tiene ese problema, porque el mayor grosor electoral le preocupa mucho más poder colar una foto de una urna del 1-O en los medios estatales que la distribución de la riqueza.
El acuerdo que Bolaños y Junqueras firmarán es el siguiente: Ley de Amnistía, transporte integral de Rodalies a lo largo de los próximos cinco años, y condonación de un 20% de la deuda acumulada de Cataluña con el Estado a través del FLA, el Fondo de Liquidez Autonómica que se inventó Montoro durante la crisis del 2008 para salvar a las comunidades autónomas. Si bien la ley de Amnistía se daba por hecha y el transporte de Rodalies se llevaba masticando desde hace literalmente más de una década, la condonación de parte de la deuda, correspondiente en aproximadamente 15.000 millones de euros, fue una noticia inesperada. Tal vez sirva indirectamente como compensación por el dinero que la Generalitat tendrá que invertir en hacer funcionar los trenes en Catalunya.
La foto entre Junqueras (principal némesis de Puigdemont) con el hombre de confianza de Pedro Sánchez puso en pie de guerra a media España de inmediato, como era de esperar. Primero, un Consejo General del Poder Judicial con el mandato caducado emitía un comunicado oponiéndose al texto de la amnistía sin haberlo leído. Algo que debería generar estupefacción, pero que en cambio no sorprenderá a nadie. Por la tarde, distintos presidentes de comunidades autónomas anunciaban que denunciarían a los tribunales las medidas pactadas. Los 15.000 millones de euros especialmente levantaron polvareda. La cáscara es la cáscara, en Cataluña y en la España meridional. Que la derecha se ponga las manos en la cabeza era hasta cierto punto previsible, pero el fuego interno de la familia socialista liderado por Felipe González desgasta a Pedro Sánchez, aunque éste siga simulando que llueve.
Lo que se juega ERC, PSOE, Junts, Catalunya y España no es poco. La amnistía y el retorno de los exiliados debe servir para salir de la situación de excepcionalidad de los últimos años, y, también, para que el Estado dé un tímido pasito hacia el reconocimiento de sus propios errores. La cuestión es que ERC, que de ellos “sólo” se esperaba conseguir un texto de amnistía, va más allá de lo que suponía que tenía que ir. Esto hiere el ego de Junts y de Puigdemont. Y es peligroso herir un ego pequeño, porque éste no se nutre del convencimiento interno sino de los murmullos ajenos, que tienen un impacto trascendental en cada palabra emitida por los líderes de Junts. Así que ahora Puigdemont necesita una foto mayor que la obtenida por ERC, y que los acuerdos alcanzados se escriban en mayúsculas y letras de colores. Y que de fondo haya una estelada estampada.