—¿Podemos cambiar esto ya?
—¿No te gusta Pharrel Williams? es muy 可愛 —Chun-yang me responde hablando por encima de Happy y el ruido de la ducha.
—¿可愛? La canción no dice cute, dice happy. —Cierro el grifo y alargo la mano por encima de la mampara. Una Kitty comiendo fresas me mira arrugada desde el toallero.
—Es lo mismo —El silencio repentino le hace sonar enfadado.
—Mira —le digo mientras le paso la toalla señalándole a la Kitty— esto es cuqui, pero no happy.
—Mira, esto te pone happy y lo sabes —Imita mi acento mientras se enrosca la toalla, como un turbante, a la cabeza y apoya los brazos en jarras sobre su cadera desnuda.
Aún no es de noche y los neones de colores ya golpean en las ventanas de la habitación. Se unen al caos de megáfonos con voces infantiles, metálicas y repetitivas vendiendo galletas de arroz inflado —爆米香 ¡pòk-bí-phang!, 爆米香 ¡pòk-bí-phang!— o mochis artesanos. Juraría que por los callejones que rodean nuestro piso en Zhongxiao Dunhua ha pasado hasta el afilador soplando el chiflo. Pero nunca había visto un dinosaurio.
Por el resquicio de la cortina me ha parecido ver la cabeza de un dinosaurio avanzando a trompicones. Al correrla a un lado y asomarme he encontrado un muñeco inflable ocupando toda la carretera, detrás va un león, y por delante una casa todavía más grande que el dinosaurio, pero más pequeña que el león. Los tres sonríen y tienen ojos redondos y enormes, la casa también. El traqueteo de los camiones que los cargan hace parecer que avanzan arrastrados, a empujones, en contra de su voluntad. El espacio entre las tres carrozas está lleno de hombres y mujeres uniformados, con chalecos azules y camisas blancas. Van disparando folletos a quemarropa, sin criterio y con una sonrisa forzada que les obliga a guiñar los dos ojos a la vez. Todo ocurre bajo una polvareda de confeti azul, blanco y rojo.
—A ver si termina ya la campaña electoral. —Resopla Chun-yang asomándose a la ventana.
—Pero, ¿qué hacen con un dinosaurio en un acto electoral?
—可愛 —responde, encogiéndose de hombros, sonriendo. —Para que estés happy. Aquí todo lo que va mal es culpa de China, y como contra eso Taiwán no puede hacer gran cosa, en las campañas no se habla de lo malo. Las elecciones las gana el partido que consigue que estemos contentos con lo que hay.
—Y ¿todo el mundo puede permitirse estar contento because 可愛, sacar un dinosaurio inflable a la calle y resignarse sin más a que todo siga igual?
—No, pero lo que aquí sí nos permitimos todos es imaginar cómo sería una alternativa a China, ¿vosotros? —Siempre que le molesta algo de lo que digo me responde con sorna ladeando la cabeza.