Estos últimos años, con la coincidencia de lo que algunos han definido como la suma de crisis multifactoriales, estamos asistiendo a una situación que, si bien no es desconocida, ha agravado algunas de las problemáticas a las que las profesionales de la salud, de la educación y de la acción social deben hacer frente en su día a día. El incremento de los problemas de salud mental en todas las franjas de edad, el empeoramiento de la relaciones interpersonales o la necesidad de mejorar la educación emocional y sexual de los niños y jóvenes ya se han consolidado como temas de debate y discusión en los medios de comunicación, en la esfera política y entre el conjunto de la sociedad.
Ante los retos que todo ello representa, cabe recordar que ya a finales del siglo XX la Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso una serie de habilidades para la vida o competencias psicosociales para que una persona pueda hacer frente a las exigencias y desafíos de la vida diaria. De esta manera, la OMS quería destacar la importancia de estas habilidades como una parte esencial del desarrollo y el bienestar de los individuos, en tanto que capacidades y actitudes que permiten a los individuos abordar los retos cotidianos, mantener relaciones positivas y adaptarse a los cambios.
Con el foco centrado en niños y jóvenes se impulsó la educación en “Habilidades para la vida” en las escuelas, fruto del reconocimiento que debido a los cambios culturales y de estilos de vida, eran estos colectivos los que más necesitaban desarrollar herramientas para hacer frente a los desafíos o presiones del entorno. El enfoque en los centros educativos consiste en el diseño de currículos integrales en los que la enseñanza de estas habilidades forme parte de los programas escolares de educación para una vida saludable, en combinación con otras intervenciones y medidas, orientadas al mejoramiento de las condiciones de salud y bienestar y las oportunidades para el aprendizaje.
El enfoque de educación en habilidades para la vida ha mostrado su eficacia en el abordaje educativo de contenidos vinculados, entre otros al desarrollo de la autonomía personal y la inclusión social, el fomento de la equidad de género, la educación afectivo-sexual o la solución negociada de conflictos de convivencia.
Las habilidades para la vida propuestas por la OMS en 1993 y actualizadas y adaptadas en 2003 son las siguientes:
- La comunicación interpersonal, que incluye tanto la comunicación verbal como la no verbal y la escucha activa. Nos sirve para establecer relaciones basadas en el respeto y el bienestar mutuo, que permiten el crecimiento personal. También la comunicación efectiva o asertiva que habilita para expresarse de manera apropiada al contexto relacional y social en el que se vive.
- La negociación y rechazo o cómo escuchar la propia voz para expresar con claridad, y de la manera apropiada, lo que uno siente, piensa o necesita. Hacerlo en el momento adecuado, de forma asertiva: sin ignorar, manipular, imponer ni agredir a nadie. La solución de problemas y conflictos mediante la destreza para afrontar constructivamente las exigencias de la vida cotidiana.
- La empatía, entendida como la capacidad para ponerse en el lugar de otra persona y desde esa posición captar sus sentimientos. Conectar con la otra persona para escuchar y comprender sus necesidades. Implica ser capaz de reconocer que la propia forma de pensar es sólo una más, no la única y la correcta.
- La colaboración y trabajo en equipo o la capacidad de trabajar y cooperar con los demás de forma respetuosa y siendo consciente de las capacidades de uno mismo. Desarrollar la competencia para interactuar positivamente con las otras personas.
- La advocación y defensa, siendo capaz de entusiasmarse por una causa y mantener una actitud constructiva hacia el conflicto. Actuar con flexibilidad para crear alianzas con otras personas y utilizar la capacidad de influencia y de persuasión para incidir en la mejora del bien común y generar cambio. También el uso del pensamiento creativo para buscar respuestas innovadoras a los diversos desafíos vitales.
- El manejo de la tensión y el estrés o la capacidad para reconocer nuestras fuentes de tensión y actuar positivamente para su control, encontrar herramientas para eliminarlas o contrarrestarlas de una manera saludable.
- El manejo de emociones y sentimientos entendido como reconocimiento y gestión positiva de nuestro mundo emocional. Aprender a navegar en el mundo de las emociones y los sentimientos para conseguir una sintonía mayor con el mundo afectivo propio y con el de las otras personas.
- El autoconocimiento o el reconocimiento de nuestra personalidad, características, idiosincrasia, fortalezas, debilidades, aspiraciones, expectativas, … La autoestima y el control interno que nos capacita para definir objetivos y autoevaluarse, construir sentido sobre nosotros mismos, sobre las otras personas y sobre el mundo en que vivimos.
- El pensamiento crítico que capacita para analizar con objetividad experiencias e información, sin asumir pasivamente criterios ajenos. Cuestionarse y cuestionar para comprender y fortalecer las diversidades de pensamiento.
- Y finalmente, la toma de decisiones, entendida como la capacidad para construir racionalmente las decisiones cotidianas de nuestra vida. Supone tener capacidad de análisis en función de las emociones, las actitudes, los valores y la motivación propia, y teniendo en cuenta a los demás.
Diez habilidades, diez herramientas para la vida. ¡La apasionante aventura de educar en las emociones! Todo un reto; complejo, pero imprescindible y necesario.