El 29 de octubre de 2004 era decapitado en Irak el ciudadano japonés Shosei Koda, de 24 años, que se encontraba en el país en calidad de turista, a pesar de las advertencias que alertaban del peligro en la zona, donde fue secuestrado por el grupo terrorista liderado por Abu Musab al Zarqaui que, posteriormente, se proclamaría líder de Al-Qaeda. Los captores pidieron a cambio del rescate que el ejército japonés abandonase el país en las próximas 48 horas o, de lo contrario, le harían lo mismo que acababan de hacer a los estadounidenses Nicholas Berg y Kenneth Bigley. El primer ministro Jun’ichirō Koizumi japonés se negó a acceder a estas demandas, afirmando que no negociaban ante terroristas. La amenaza se acabó consumando y se pudo comprobar en un vídeo que dio la vuelta al mundo, que finalizaba con la cabeza del joven Shosei Koda sangrando sobre la bandera de Estados Unidos.
Al día siguiente, se recuperó el cadáver y pudo ser enterrado en su país natal, mientras en la sociedad japonesa se producía un debate entre los que criticaban la imprudencia del joven ante las evidentes amenazas y advertencias de peligro y los que criticaban que el gobierno no hiciera nada para evitar el cruel asesinato. Prodigaron debates sobre hasta qué punto puedes negociar con terroristas y sobre hasta qué punto puedes sacrificar a ciudadanos anónimos para mantener la postura oficial del gobierno, sobre el valor de la vida y el precio a pagar por las decisiones adoptadas por el interés nacional. Todo lo acontecido afectó al autor Motorô Mase, que decidió que su siguiente obra debería reflexionar alrededor de estas ideas, que incluyera, además, algunas de las conclusiones a las que estaba llegando en los últimos años.
Motorô Mase (Prefectura de Aichi, región de Chūbu, Japón, 1969) es un mangaka que destaca por sus obras de ciencia ficción sociológica. Inició su carrera ganando el prestigioso premio Shôgakukan al mejor autor joven en 1998 por su ópera prima, Area (1997), y destacó por Heads (2003), que adaptaba la novela homónima de Keigo Higashino, que le dio a conocer a nivel internacional, aunque continua inédita en nuestro país. Fue su siguiente trabajo el que le dio la fama a nivel nacional e internacional convirtiéndose en un clásico moderno: Ikigami (2005-2012) publicado originalmente de forma serializada en las populares revistas japonesas Weekly Young Sunday y Weekly Big Comic Spirits, y que en noviembre de 2023 reedita el sello Manga de la Editorial Panini Comics en cinco volúmenes (en su primera edición se editó en diez), con traducción al castellano de Ayako Koike.
La atrocidad de la decapitación se podía contemplar en fotografías y vídeos continuamente reproducidos por los medios de comunicación y Motorô Mase pensó en el proceso de mitridatización en el que estaba inmersa la sociedad del siglo XXI, especialmente desde el atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Él mismo se percató que la repetición obsesiva de las terribles imágenes de lo sucedido en Nueva York cada vez le provocaban menos emociones, como si estuviera viendo un programa de ficción y no una noticia real. El mitridatismo es la resistencia a los efectos de un veneno, adquirida mediante su administración prolongada y progresiva, empezando por dosis inofensivas, y que debe su nombre al rey de Ponto (ahora incluido en el territorio de Turquía), Mitrídates VI (132 a. C. – 63 a.C.), quien, temiendo por su vida, quiso adquirir un conocimiento de los venenos y sus posibles antídotos en caso de que quisieran acabar de él. En la actualidad, cada vez aceptamos con más normalidad las imágenes de gran violencia que se repiten una y otra vez en los medios de comunicación y en las redes sociales, y las noticias trágicas se olvidan más rápidamente ante la avalancha de estímulos negativos que soportamos diariamente.
El autor pensó en la alienación de la juventud en la actualidad (bueno, en realidad de la de hace dos décadas, donde el móvil y las redes sociales no tenían el papel actual, entre otros factores). También estaba inquieto por la preocupación latente sobre el futuro, que asfixiaba a ese sector de la población (en ese aspecto, parece que no ha mejorado, más bien al contrario). Y reflexionó sobre lo que sucedería si a esa juventud se la llamara a filas de forma obligatoria para ir a la guerra, cómo si les había sucedido a sus antepasados en diversas ocasiones. Y recordó el akagami (literalmente, «tarjeta roja»), que era como se conocía popularmente a la orden de incorporación en la Segunda Guerra Mundial. Todas estas sensaciones sembraron la semilla de su siguiente trabajo, que ahora vuelve de nuevo a las librerías, en una cuidada edición en el que se puede apreciar su exquisito dibujo realista que contrasta con el planteamiento irreal en el que se sustenta toda la obra.
Ikigami (2005-2012) es un brillante exponente de ciencia ficción sociológica. El manga acontece en un país imaginario, aunque con notables paralelismos con Japón, al que nunca se menciona (en algún momento, se indica que acontece en un país que perdió una guerra hace varias décadas y que carece de ejército convencional, por ejemplo). En ese contexto, el gobierno promulga la «Ley para el sostenimiento de la prosperidad estatal», con el objetivo de promover el aprecio por la vida y el progreso de la nación, así como para combatir el crimen y la baja natalidad. En dicha ley se establece que a los infantes de seis años se les inyecte una vacuna de forma obligatoria. En una de cada mil inyecciones, escogida de forma aleatoria, se añade una nanocápsula que provocará la muerte del receptor cuando tenga ente 18 y 24 años. Su muerte inminente se comunicará a la persona en cuestión 24 horas antes de su defunción, a través de un ikigami, es decir, un «comunicado de muerte», para que pueda despedirse de la forma que crea conveniente. Todos los participantes, tanto las familias como los que han recibido la vacuna, conocen lo que está sucediendo y vivirán las siguientes dos décadas pensando que el azar podría ser generoso o no con ellos, y que deben de vivir la vida como si les fuera a tocar a ellos el fatal destino.
El éxito inicial de la serie propició poco después una adaptación cinematográfica en imagen real, Ikigami (2008), dirigida por Tomoyuki Takimoto, e interpretada por Shôta Matsuda en el papel principal de Kengo Fujimoto. Fujimoto es el funcionario encargado de entregar los comunicados y sirve de nexo entre las diferentes historias que acontecen, siendo los verdaderos protagonistas los receptores de dichas tarjetas, que afrontan sus últimas horas de diferente manera. Bueno, ellos y su entorno. Por ejemplo, los caseros no quieren que mueran en sus casas por si baja el valor de las viviendas. Y los familiares procuran que no cometa ningún delito el receptor de la tarjeta, puesto que la ley indica que las consecuencias las pagarían dichos familiares, en todos los sentidos. El poder represor de la justicia y la policía es evidente, cualquier persona que proteste se le inyecta automáticamente la cápsula mortal.
También hay quién se aprovecha del indeseado premio, como la política defensora de la ley que, cuando le toca a su hijo, sabiendo que no hay nada que pueda evitar su muerte, aprovecha la situación para conseguir más aceptación entre sus posibles futuros votantes. De hecho, el cinismo está presente a lo largo de las diferentes historias personales a través de Fujimoto, que se cuestiona continuamente la virtud de la ley al conocer mínimamente la vida de los condenados, sufrir la entrega en mano del comunicado y el consiguiente estrés subyacente y conocer el desenlace escogido para despedirse en esas últimas 24 horas de vida. Una ley que proclama la primacía de la vida quitando la de los jóvenes ciudadanos es la encarnación misma de la contradicción.
En la publicidad internacional del manga se añadía una frase del político Satō Masaru (Tokio, 1960), que trabajó durante años en la embajada japonesa en Moscú construyendo una red de canales de información en el Kremlin, y que es autor, entre otros de los ensayos Jikai suru teikoku (El imperio autodestructivo, 2010) y Kokka no wana (La trampa del Estado, 2014). La frase publicitaria decía lo siguiente: «Para nosotros, los akagami pertenecen a un pasado lejano. Nos parece más real la eliminación de una parte de la población para inculcar el respeto a la vida. Si presionamos aún más a nuestra sociedad bajo vigilancia, llegaremos a la situación descrita en Ikigami. Si el fascismo se afianzara, inmediatamente se produciría la represión contra este tipo de manga. Se presentaría como una obra decadente, carente de seriedad y ridiculizando al Estado. Pero, al mismo tiempo, se convertiría en una base de resistencia contra el fascismo».
Las 24 horas con el que se da el aviso de antelación y el miedo a las represalias a la familia no favorece que el condenado a muerte realice protestas contra el estado. Y la contundencia represiva contribuye a la pasividad de la sociedad ante el régimen autoritario que sufre… o quizás no del todo, como verán a lo largo de los cinco volúmenes. Ikigami de Motorô Mase está disponible de nuevo en las librerías gracias a la iniciativa de la Editorial Panini Comics y se presenta en la 29ª edición del Manga Barcelona que se celebra del 7 al 10 de diciembre de 2023 en Fira de Barcelona. Allí encontrarán esta y otras obras ideales para la resistencia.