El balance del gobierno catalanista y de izquierdas (2003-2010) ha sido analizado en obras como “Maragall y el Gobierno de la Generalitat. Las políticas del cambio” (RBA, 2021). Algunos de los autores del libro estuvieron presentes en el acto de este 14 de diciembre, que pretendía ser un análisis de lo que representó aquel gobierno y qué huella dejó. La clausura estuvo a cargo de la hija de Pasqual Maragall, Airy, que después de recordar palabras de su padre plenamente vigentes, protagonizó un sentido abrazo con Joan Saura, único de los tres firmantes del Pacto que pudo estar presente en el acto. Entre los asistentes, el presidente Montilla, exconsejeros del tripartito, diputados actuales y de legislaturas anteriores, y una gran cantidad de público que dejó pequeña la Sala Mirador del Colegio de Arquitectos de Barcelona.

La sequía como ejemplo

Diciembre de 2023 con una sequía extrema: ninguna infraestructura diferente a las impulsadas por los consejeros Milà y Baltasar, que están sirviendo para evitar consecuencias graves para la ciudadanía. Aún hay tertulianos que limitan el análisis de la gestión del tripartito en este ámbito a la divertida anécdota del consejero Baltasar y la Moreneta; pocos recuerdan, sin embargo, la férrea oposición de CIU a la construcción de la desalinizadora del Prat de Llobregat y a la ampliación de la Tordera porque lo que se necesitaba, según los convergentes, era el trasvase de agua, primero desde el Ebro y luego desde la Roina. Trece años perdidos en este campo, como en otros, por los gobiernos de Junts y ERC. Eso sí, ahora grandes campañas mediáticas, medidas contradictorias de corta duración y promesas de grandes inversiones en el futuro. No podemos descartar que, si no llueve, ahora sí que sea necesario apelar a la Mare de Déu de Montserrat.

La gestión que hicieron los gobiernos Maragall y Montilla de la vida cotidiana con visión de futuro (en salud, servicios sociales, vivienda, urbanismo y barrios, igualdad, seguridad, elogio, protección del medio natural o memoria democrática) no ha sido suficientemente reivindicada ni explicada. CIU intentó desmantelar a partir de 2010 estas políticas progresistas: en algunos ámbitos aplicando los recortes provocados (solo en parte) por la crisis económica y en otros, como en el caso de Interior, por un simple afán de venganza: necesitaba desacreditar la etapa anterior para pasar página.

ERC volvió a girar hacia CIU, llegando a integrarse en la candidatura conjunta de Junts pel Sí, para acabar gobernando primero con quienes habían hecho oposición feroz a los gobiernos tripartitos, y ahora en solitario sin más objetivo que intentar agotar una legislatura insípida. Para el PSC no era cómodo recordar ese período mientras estaba enfrentado a los independentistas y cuando buena parte de sus consejeros habían abandonado el partido. Y a los Comunes les costó un poco entender que la herencia de uno de los componentes del nuevo espacio, la del PSUC y ICV, también es parte de la historia del actual En Comú Podem. Si a todo esto añadimos la presión mediática que tuvo que sufrir el tripartito y que ha sufrido posteriormente de forma retroactiva, es fácil deducir que aquellos gobiernos no han tenido nunca abuela; ha faltado alguien capaz de situar en la sociedad un balance positivo de esa época, cosa que no debería ser demasiado difícil si la comparamos con lo que había pasado antes y lo que ha pasado después.

¿Es posible compatibilizar la agenda social y la nacional?

Uno de los temas que surgió en el acto de la Fundación fue si fue un acierto o un error querer llevar adelante la reforma del Estatuto de 1979 de forma simultánea a la aplicación de nuevas políticas progresistas. La respuesta no es sencilla y hay argumentos en un sentido y otro. Hay que añadir, sin embargo, que a menudo cuando se propone subordinar la agenda nacional a la social, en el fondo se piensa que el debate sobre la capacidad de Cataluña para decidir su futuro político no es demasiado importante.

La necesidad de reformar el Estatuto no era ningún capricho improvisado. El Estudi sobre l’aprofundiment de l’autogovern elaborado en el año 2002 por el Parlament de Catalunya, en el que se notaban las aportaciones de Rafael Ribó, denunciaba los incumplimientos y deficiencias surgidos en la aplicación del Estatuto y recomendaba vías de solución. Por eso, CIU, PSC, ERC e ICV incluyeron el punto de la reforma en los programas de las elecciones de 2003; solo el PP se desmarcó. Es cierto que hubo un cambio de escenario no previsto: ante una mayoría del PP en Madrid, el nuevo Estatuto que debía elaborar el Parlament de Catalunya no tenía ninguna posibilidad de salir adelante en el Congreso de Diputados: la idea era que se convirtiera en una bandera para exigir más autogobierno. La victoria inesperada del PSOE en las elecciones generales de marzo de 2004 trastocó la escena política. El proyecto de Estatuto podía prosperar en las Cortes; no se tuvo en cuenta, y quizás ya era demasiado tarde para evaluarlo, que la composición politizada de un Tribunal Constitucional desprestigiado hacía prever que el Estatuto sería recortado en partes sustanciales, como acabó ocurriendo con la sentencia de 2010.

De todas maneras, si las izquierdas hubieran abandonado la posibilidad de avanzar en el autogobierno priorizando exclusivamente la agenda social y económica, le habrían regalado a CIU la reivindicación de un nuevo Estatuto. Nunca sabremos si en este caso, el tripartito no se hubiera acabado en las elecciones de noviembre de 2006 en lugar de mantenerse hasta el 2010.

La filosofía que inspiró el nuevo Estatuto, llegar al máximo autogobierno que la Constitución interpretada de forma flexible permite, vuelve a estar hoy, veinte años después del Pacto del Tinell, en el orden del día político de Cataluña y del Estado español. Y las esperanzas que despertaron los dos gobiernos catalanistas y de izquierdas, pueden servir para construir una nueva mayoría de gobierno en Cataluña, que el proceso ha hecho imposible durante años, pero que la nueva situación creada por los indultos, la reforma del Código Penal y la ley de amnistía, podría convertir en realidad más o menos pronto.

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