La locución latina que da título a este artículo es una conocida expresión literaria que significa que el tiempo se escapa e invita a no perderlo, expresando la brevedad de la vida.
Si pensamos en la política como la actividad que ejecuta el poder con el objetivo de garantizar el bien común, el 2023 nos ha dejado la extraña sensación de haber vivido un año de contradicciones. Por un lado, han sido doce meses intensos, con acontecimientos importantes para el futuro del país; pero por otro, queda la duda de si no ha sido un periodo perdido e inefectivo en cuanto a la resolución de los problemas que afectan al conjunto de la sociedad.
Vivimos una época de crisis multifactoriales que hacen ciertamente complejo el día a día de la acción de gobierno y del debate parlamentario. Más allá de las especificidades de cada país, de los condicionantes locales y del contexto político, económico y social del momento, las naciones occidentales comparten una serie de retos que los gobiernos deben gestionar.
Son áreas cruciales la economía, para asegurar la creación de empleo, la mejora de la competitividad empresarial y todo lo relacionado con el desarrollo económico; la sanidad, para garantizar la salud pública, así como las políticas sociales y educativas para hacer frente a desafíos como la desigualdad, la pobreza y la calidad de la educación. Pero también son importantes, entre otros, la gestión de las relaciones institucionales, la sostenibilidad y el cambio climático, la inmigración o la cultura.
A la complejidad de la gestión de las políticas públicas, en el caso de Catalunya hay que sumarle una preocupante tendencia a hacer frente a los desafíos con una mezcla de desconcierto e inoperancia. Estos últimos meses temas como la sequía, los malos indicadores del informe PISA o el incremento de las desigualdades sociales nos han puesto a prueba con resultados más bien preocupantes. Graves errores de comunicación, consignas contradictorias y falta de medidas efectivas son rasgos que, lamentablemente, se han convertido en habituales en la gestión pública catalana. Si a esto le añadimos el descrédito general en que ha caído el conjunto de la clase política y la desafección que este hecho ha generado entre buena parte de la ciudadanía, tenemos como resultado una sociedad cada vez más desigual y con menos confianza en los que deberían marcar el rumbo a seguir.
En el año 2024 seguirán muy presentes y desafiantes los retos enunciados. Sólo la presión y movilización social y un cambio de mirada desde la clase política puede volver a situar las políticas públicas en su papel de dar respuesta a los anhelos de la ciudadanía y garantizar la equidad y la justicia social.
“Tempus fugit, sicut nubes, casi naves, velut umbra”, “El tiempo vuela, como las nubes, como las naves, como las sombras”.