Hace tres meses, el brutal ataque de Hamás contra los kibbutz israelíes desencadenó la sangrienta represalia de Israel sobre Gaza, matando al menos  22.835 palestinos, según cifras del Ministerio de Salud de Gaza del 7 de enero de 2024. En busca de maneras de entender el sin sentido de la destrucción, hablamos con la filósofa, abogada de derechos humanos y periodista palestina Nadia Harhash. Esta entrevista es una reconstrucción de lo que Harhash presentó en su conferencia La Palestinización del Mundo, basada en la tesis que está trabajando en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), y de una conversación que tuvimos en una terraza soleada de la capital catalana una mañana de finales de diciembre de 2023.

Siguiendo el espíritu del denominado “conocimiento situado” –el punto de vista filosófico que exploras en tu trabajo académico–, empezaremos conociéndote mejor para entender mejor tu visión del mundo. ¿Qué te empujó a estudiar derecho?

Crecer en la situación de injusticia en que se aplica una ley diferente para los palestinos y los israelíes fue clave. Cuando falta equidad en el espíritu de aplicación de la ley, no tiene sentido obedecer la ley. ¿Cómo puede un individuo obedecer una ley que refuerza su condición de miembro inferior de la sociedad? ¿Cómo pueden los palestinos aceptar la vida bajo ocupación cuando saben que se supone que tienen que ser libres? Cuando me gradué, estaba más interesada en la política y quería convertirme en embajadora, pero entonces no había ninguna entidad palestina. Aun así, escribir es mi pasión, así que diría que por encima de todo, soy escritora. Es curioso como es la primera vez que digo esto, porque solía decir que soy principalmente madre de cuatro hijos.

Cuatro niños, eso es mucho trabajo.

Criar cuatro hijos por mi cuenta durante los últimos veinte años ha sido todo un viaje. Ahora que son adultos, me alegro que no sean la prioridad en mi mente. Me casé muy joven, y no fue nada fácil: mis hijos siempre fueron lo primero. Pero, a pesar de las dificultades, siempre he querido continuar mis estudios.

Continuaste formándote en estudios de paz, filosofía islámica, estudios sobre Jerusalén…

Algo dentro de mí me llevó hacia estas áreas, especialmente después de darme cuenta de que había una gran diferencia entre ser abogada, ganarse la vida siendo abogada y ser la abogada que quería ser. Una vez, pensé en ser abogada sharía para ejercer el derecho de familia islámico y cambiar las cosas desde los tribunales. Pero mientras me preparaba, me di cuenta de que no podría, porque muchos elementos de esta ley van totalmente en contra de mi concepción de los derechos humanos y de las mujeres. Para mí, esto fue una bofetada de realidad. Irónicamente, esta ley no tiene nada que ver con el Islam que crecí creyendo y estudiando, ni con lo que significa ser musulmán. Especialmente en cuanto a los derechos de las mujeres.

“Ser palestinizado es ser alguien o un pueblo cuya humanidad es violada. Cuando empiezas a perder el sentimiento de tu humanidad, entonces eres palestino”. | Helena Rodríguez Gómez

¿Es entonces cuando decides empezar a escribir sobre los derechos de las mujeres en Palestina en tu blog Vivir en la piel de una mujer?

De alguna manera sí, porque fue entonces cuando me enfrenté a un divorcio vicioso. Me encontré teniendo que hacer frente no solo al hombre que decidí dejar, sino a la sociedad entera, y casi sin ningún apoyo, porque la gente tiene miedo. Después de este incidente traumático escribí Living in the Shoes of a Woman, una novela ficticia sobre mi experiencia de divorcio. Es entonces cuando descubrí que a través de la escritura, podía canalizar mi yo interior y levantar la voz. El blog llegó más tarde, cuando decidí agrupar mis escritos para preservar mi trabajo.

Esta utilización de la escritura y los estudios para entender tu situación personal me recuerda al enfoque epistemológico ampliamente llamado “conocimiento situado”. ¿Es esta la razón por la cual elegiste esta perspectiva filosófica?

Siempre me he comportado hacia las experiencias, el conocimiento y la política del mismo modo, a veces definiéndolo y otros no. De alguna forma, este acercamiento está relacionado con mi búsqueda interna de la libertad como palestina, musulmana, árabe y mujer. Habiendo crecido en Jerusalén, sintiéndome bloqueada por muchas cosas. Esta compleja situación te lleva a tu propia revolución, tratando de entender dónde encajas realmente, en esta composición de lo que es o tiene que ser tu identidad. Intentando preservarte. Pero cuando encuentras las respuestas dentro de tí, empiezas el camino de ver dónde estás situado en el mundo y conceptualizar desde allá, y te conviertes en filósofa. Así, después de leer mi trabajo, Begonya [Begonya Saez Tajafuerce, la directora de doctorado de Harhash en la UAB] me dijo que lo que estaba haciendo se llama conocimiento situado, incluído en la teoría del punto de vista.

En este proceso poscolonial y crítico de situarte a tí misma, el conocimiento y tu punto de vista, has construido el concepto de Palestinización, que desarrollas en tu tesis. ¿Qué significado le das a este concepto?

El significado tiene raíces históricas, basadas en la ocupación colonial israelí, que buscaba mantenerse a sí misma afligiendo a la población indígena árabe de Palestina con el que yo denomino Palestinización. Yo definiría esta palestinización como una condición humana anómala, o más bien una condición inhumana, producto de un esfuerzo implacable destinado a someter a estos sujetos colonizados, a la vez negándoles los medios y la voluntad de resistirse a ella. Los palestinos se convirtieron así, hasta hoy, en organismos sociales violados colectivamente en un diseño sistemático de limpieza étnica. A causa de su etnocentricidad, la ocupación colonial israelí reprimió tanto a la población que acabó palestinizándola. Es decir, inculcando un profundo sentido de victimismo en la psique colectiva palestina, que más tarde se transformó en resistencia. Hoy en día, después de haber fermentado durante casi un siglo de ocupación colonial israelí, la palestinización ha llegado a impregnar y definir casi todas las facetas de la vida palestina.

En tu tesis vas más allá y sostienes que esta palestinización está presente en el resto del mundo. Argumentas que no hay que ser palestino para experimentarla, sino que solo hay que ser “el Otro” en cualquier situación dominada por asimetrías de poder. ¿Podrías ejemplificar esto?

Este “Otro” podría ser una mujer que lucha por su derecho en la vida como ser humano de pleno derecho en una sociedad donde el patriarcado y las estructuras familiares son la norma. Podría ser cualquier persona que soporte discriminación y limpieza étnica, o también cualquier persona bajo la opresión y el capricho de un mal gobierno. En resumen, ser palestinizado es ser alguien o un pueblo cuya humanidad es violada. Cuando empiezas a perder el sentimiento de tu humanidad, entonces eres palestino. Porque esta es la triste anomalía de ser palestino: intentan quitarle la humanidad. Ya están utilizando descripciones de animales para referirse a nosotros. Pero, sin embargo, yo soy humana. Sé que soy humana. Si hay una lección que hay que aprender de la experiencia de los palestinos con la palestinización, tendría que ser que la justicia no viene dada, sino que se gana. Aquellos que poseen el poder de dominar a los otros no es probable que lo renuncien. Continuarán ejerciéndolo hasta que los oprimidos asuman la plena autoridad en su legítimo deseo de acabar con su injusticia.

Estas perspectivas poscoloniales y situadas también pueden ser muy útiles en el ejercicio del periodismo. De alguna manera, ¿has aplicado este “enfoque situado” en tu trabajo periodístico también?

Sí, de hecho, todo el tiempo. Cuando escribo, escribo en primera persona. Y lo hago porque cuando sitúas aquello que escribes, lo haces más próximo al lector: cuanto más clara sea tu situación, mejor se percibe tu palabra. Si tengo alguna fuerza en lo que escribo, es porque escribo desde experiencias personales y las vinculo con situaciones y contextos más amplios, escribiendo para un público más general.

“Creo firmemente que este ataque despertó los temores de los judíos al Holocausto. Y quizás también fue un choque para muchos palestinos que sentían una pérdida del propio sentido de la identidad”. | Helena Rodríguez Gómez

Siguiendo este hilo, ¿cómo describirías ser una periodista palestina en Jerusalén?

Durante muchos años y hasta ahora, mis escritos se centran en los asuntos internos palestinos, desde la situación política de una persona que vive bajo ocupación y corrupción, siendo muy cuidadosa en escribir siempre factualmente para evitar situaciones de responsabilidad penal complicadas. Hace unos años, había un margen de expresión mucho mejor en Israel, y actué como si no tuviera miedo, pensando que escribiendo sobre los casos de corrupción dentro de la Autoridad Palestina (PA) desde Jerusalén, me estaba protegiendo de ser detenida e interrogada en prisión. Pero entonces, durante y después de la pandemia del coronavirus, se produjo un grave empeoramiento de la libertad de expresión en el área palestina. Fue entonces cuando quemaron mi coche, coincidiendo con el asesinato de Nizar Banat [crítico de la corrupción de Fatah]. Y cuando decidieron golpearme, no les importó que viviera en Jerusalén. Fuimos milagrosamente salvados de una explosión porque mi hija estaba despierta en el momento del ataque incendiario, e irónicamente fuimos salvados por la policía israelí. Así que, de nuevo, estos casos te producen un caos en la cabeza, puesto que por un lado criticas a Israel, y por otro te salvan de la violencia procedente de la corrupción palestina.

¿Cómo te afectó esta represión de la libertad de expresión?

Ya no quería escribir, no le encontraba sentido. Antes, lo que escribía desencadenaba investigaciones, y tanto el público como los funcionarios del gobierno respondían a aquello que publicaba. Pero después del incendio de mi coche, la opresión tomó un nivel diferente. Aquello que escribiera solo ponía en peligro mi vida, sin marcar ninguna diferencia. Y después llegó el choque del 7 de octubre. Nunca había sentido esta presión como escritora palestina tanto como entonces. Desde el principio pedí un alto el fuego, pero decidí dejar de publicar en Facebook porque era una locura. En cambio, decidí escribir en una página web árabe con sede en Londres, donde solía escribir. Allí pude expresarme, mientras que en inglés tuve que asegurarme de no utilizar nunca las palabras Hamás o resistencia, porque definitivamente podría llevarme a situaciones peligrosas que podrían llevarme a la prisión.

¿Cómo interpretas lo que pasó el 7 de octubre?

Divido los horribles acontecimientos del 7 de octubre en varias partes. Hubo la ofensiva militar y la captura de rehenes dirigidos por Hamás, y hubo la segunda parte, cuando una multitud de personas enjauladas entraron en algunos barrios israelíes participando en los asesinatos. Entiendo que es legítimo pedir la liberación de los prisioneros, pero no creo que haya ninguna justificación para matar ni tomar civiles como rehenes. Incluso cuando alguna gente dice que quienes perpetraron algunas de las atrocidades no fueron los militantes de Hamás sino la multitud, tienes que ser suficiente responsable como para no permitirlo. Ahora la narrativa sobre el 7 de octubre está cambiando ligeramente, después de que algunas investigaciones en Israel como las de Haaretz están tratando de revelar lo que realmente pasó durante aquellas horas, investigando también los impactos de la respuesta israelí. Sea como fuere, creo firmemente que este ataque despertó los temores de los judíos al Holocausto. Y quizás también fue un choque para muchos palestinos que sentían una pérdida del propio sentido de la identidad, flotando en esta inexistencia.

¿Cuál es tu lectura de la reacción israelí al ataque de Hamás?

Lo que también vimos el 7 de octubre fue un colapso total de la inteligencia israelí, que quizás estaba demasiado confiada en que los palestinos estaban ocupados en su corrupción, mientras que Israel entraba en el proceso de paz con el mundo árabe. Después de esto, cuando Israel se sintió sin poder dominar a los palestinos como lo había estado haciendo, cambió a su estrategia actual de destrucción y despliegue total de la ley marcial. Aquí es cuando se caen todas las máscaras, y se demuestra esta ocupación militar colonial en la cual el soldado impone la ley, utilizando el sistema por todos sus medios con sentencias tan excesivas que convierten Israel en una gran prisión para los palestinos. Mientras tanto, más del 60% de Gaza está totalmente destruida y más de la mitad de la población oficialmente desplazada. Iglesias, escuelas, hospitales… Ya no hay lugares seguros, no hay líneas rojas para los israelíes: está permitido destruir. Israel está dispuesto a continuar con esta destrucción hasta asegurar su control sobre Gaza, mientras que hasta ahora no hay ninguna receta sobre cómo quieren dominar. En parte, porque esto significaría asumir la responsabilidad de esta destrucción, y el gobierno israelí no quiere hacerlo porque no quiere pagar las consecuencias. 

¿Cómo encontraste tu voz en este contexto de destrucción y opresión?

Fue muy difícil hablar, porque estás en medio, tienes amigos y conocidos a ambos lados. Pero me parece una obligación alzar la voz, porque el horror de lo que está pasando en Gaza no tiene precedentes. Es insoportable. Todos estos miles de personas asesinadas, todas estas casas destruidas. Por eso insistía en que se produjera un alto el fuego desde el primer instante, a pesar de los horrores del 7 de octubre: esta era mi voz. He estado en Gaza muchas veces con mi trabajo; el sentido de las cosas es diferente cuando las experimentas. Los lugares, la gente es diferente. Ahora, Gaza casi ha desaparecido, y las batallas tienen lugar dentro de lo que antes era la casa de alguien, la vida de alguien, los recuerdos de alguien durante muchos años. Así que me niego a ver lo que está pasando en Gaza desde la pantalla, como si solo lo estuviéramos viendo. Los gazatíes son personas exactamente como nosotros, y lo que está pasando allí también nos pasa de alguna manera a nosotros. No podemos considerar que la gente de Gaza está acostumbrada a esto, porque nadie lo está, y tampoco tendríamos que aceptar que la gente esté dispuesta a morir. La gente está dispuesta a morir cuando ya no hay vida para ellos, y estamos a punto de llegar a este punto en Gaza. Mientras tanto, el mundo titubea en su condena y no se permite el alto el fuego. Vivimos en este mundo palestinizado, donde ni siquiera podemos expresar lo que queremos o lo que necesitamos mientras vemos como esta injusticia nos desborda.

“Me parece una obligación alzar la voz, porque el horror de lo que está pasando en Gaza no tiene precedentes. Es insoportable”. | Helena Rodríguez Gómez

Después de tantos años de opresión y hostilidades, ¿dirías que hay un proceso de deshumanización del Otro?

Nosotros, los palestinos, vivimos con dolor desde siempre, y por eso ahora a veces nos preguntamos, ¿qué es tan diferente del dolor de los israelíes? Por eso, yo diría que los palestinos apenas pueden sentir simpatía o empatía hacia los israelíes. Desgraciadamente, la gente no dibuja paralelismos a las mismas historias de miserias, y algunos piensan que no se pueden comparar. Esto es exactamente lo que les pasa a los israelíes: es su miedo, su miseria, y nadie en la tierra la siente, incluídos los palestinos. Por eso, creo que este es un momento fallido de la humanidad, porque ambas partes no consiguen atribuir la humanidad a la otra parte. Y esto es lo más triste. Para mí es muy doloroso cuando los israelíes que conozco, que siempre he visto como mis socios en la construcción de paz y la sanación, se niegan a ver el horror de lo que han estado haciendo durante los últimos tres meses.

¿Ves alguna salida a este proceso de deshumanización?

Esta es una tierra que ahora dos pueblos consideran como suya. Después de 75 años de ocupación, Israel ha conseguido construir una entidad que no desaparecerá, al menos no en mi vida. Hay generaciones de israelíes que han nacido y crecido para formar parte de lo que es Israel. No puedo debatir esto, porque esta es su realidad, mientras yo tengo la mía, en la cual todos los palestinos, ya sean refugiados, estén en la diáspora o en los territorios ocupados, son parte de un pueblo que tiene derecho a su tierra. No importa si mi historia es más justa que la suya, lo que importa es que ellos tienen otra. Y aunque mi historia me importe, sé que no habrá solución sin que los dos pueblos vivan en paz. Por lo tanto, quiero que acabe la ocupación y que vuelvan los millones de refugiados, pero no diría que quiero que Israel deje de existir. No creo que estemos cortos de espacio, lo que falta es disposición para vivir juntos pacífica y civilmente. Y esto es lo que tenemos que aprender a hacer, buscando maneras en que esta región pueda absorbernos a todos de manera significativa y pacífica. Por supuesto, esto también requiere de la voluntad del pueblo y del gobierno israelí, y hasta ahora, Israel no está dispuesto a hacerlo. Lo que estamos viendo y viviendo es una limpieza étnica sistemática desde la creación de Israel hasta ahora. [Los días 11 y 12 de enero de 2024, la Corte Internacional de Justicia examina las acusaciones de genocidio presentadas por Sudáfrica]. En mi opinión, lo que estamos viendo en Gaza es una representación real de cómo Israel ve los palestinos, porque para el gobierno israelí cada palestino es una Hamás potencial. Pero del mismo modo que Israel no dejará de existir, tampoco nosotros, los palestinos, lo dejaremos de hacer. Por desgracia, personas de ambos bandos piensan que pueden deshacerse del otro. Es la mentalidad de nosotros o ellos, y este es el problema.

En la situación actual, ¿hay un espacio en los medios palestinos e israelíes para voces como la tuya, que de alguna manera intentan ir más allá de las divisiones?

En realidad es una voz muy mínima. No porque no exista, sino porque el público en general no quiere escuchar esto ahora. Este fue mi conflicto desde el principio: soy incapaz de decir lo que digo ante mi familia y de aquellos con los cuales me crié. Y lo entiendo: en tiempos conflictivos, la gente se apoya en los mensajes políticos y los líderes que responden a su rabia y dolor. En un sentido liberador, sienten que al menos estas personas están respondiendo a la agresión que vivimos. Y es por eso que es muy difícil discutir contra estas posiciones. Pero cuando la rabia nos dicta el camino, no vamos a ninguna parte. Aquellos que no están bajo el fuego directo pueden ser más racionales, y es por eso que voces como la mía son importantes para romper los discursos bélicos. En este sentido, a pesar de que la proporción de israelíes que están levantando la voz ha aumentado, no son suficientes, considerando que la máquina de destrucción masiva todavía está arrasando Gaza. En parte, se explica porque a día de hoy en Israel hay márgenes de expresión muy estrechos: domina la voz del fanatismo, que reduce Israel en un estado de colonos, y si dices alto el fuego, te tildan de antisemita o antisionista y prácticamente te llevan la prisión. En general, los medios de comunicación israelíes son buenos y responsables, pero cuando se trata de la guerra, en un primer momento todos hablan la misma lengua y se convierten en medios de comunicación sionistas, mientras que la censura empeora. Sin embargo, parte de la cobertura ha cambiado progresivamente: Haaretz está investigando en detalle los hechos del 7 de octubre, a pesar de que el Gobierno israelí los persigue ante los tribunales por cuestionar su narrativa. Por eso tenemos que continuar agrietando el discurso de la guerra y continuar pidiendo un alto el fuego. Continuar quiere decir matar más gente, y no permitiré esto a mis hijos ni a los hijos de los otros.

Entonces, ¿cómo se resiste a esta violencia y opresión que mencionas?

Te sacudes los escombros de encima y resistes de cualquier manera que te mantenga firme en lo que crees que es tu tierra. Resistes siguiendo intentando conseguirla, sabiendo que una tierra, una nación o un estado de libertad es una cosa por la cual tienes que trabajar. Si quiero una liberación de Palestina, tengo que entender qué significa y qué es práctico hacer. Tengo que ver que podemos crear una entidad palestina que sea habitable, pero esto no lo tenemos hasta ahora. Ni siquiera puedo pensar cómo sería, porque Israel está eliminando todas las posibilidades de pensarla.

“Aquellos que no están bajo el fuego directo pueden ser más racionales, y es por eso que voces como la mía son importantes para romper los discursos bélicos”. | Helena Rodríguez Gómez

En tu trabajo académico, a veces te refieres a la Autoridad Palestina como “ficción política”. Según tu análisis, ¿el intento de crear un organismo palestino independiente ha sido un fracaso?

Después de las Intifadas, en el marco de lo que finalmente se conoció como el proceso de paz, el movimiento nacional palestino mordió el cebo de una condición de Estado presumido, pero no contemplado explícitamente en los Acuerdos de Oslo. En mi opinión, podríamos calificar esto de ficción política palestina. Un estado que parecía vivo pero que a través de la convivencia simbiótica con la ocupación, acabó siendo un vehículo para desempoderar al pueblo palestino, perpetuar la ocupación e intentar proteger una mayoría judía de las acusaciones de ser un estado de apartheid. Dentro de la Autoridad Nacional Palestina siempre estuvimos representados por un liderazgo equivocado, que en el fondo empoderó a Israel, y todavía lo estamos. Mientras estemos fragmentados entre Hamás y Fatah en Gaza y Cisjordania, ¿cómo podemos pensar en la forma de una entidad palestina realmente liberada? La mayoría de los palestinos pensamos que ni unos ni otros nos representan, pero nos guste o no, vivimos bajo este liderazgo y el mundo habla con esta representación. Por lo tanto, la tenemos que cambiar, unificar y reestructurar de forma que englobe la diferencia y consiga representar mi voz, la de mi hija, la de los que están en campos de refugiados y los de la diáspora, los de Ramallah y los de Gaza.

Exponiendo la corrupción interna y la represión, a veces incluso te refieres a la Autoridad Palestina como una forma de doble colonización.

Los palestinos acabaron con el peor de todos los mundos posibles, puesto que tuvieron que soportar al mismo tiempo la opresión que los provocó tanto la ocupación colonial israelí como la Autoridad Palestina, que se ha convertido progresivamente en un Estado policial o no-estado. Nos hacía ilusión ver la bandera palestina, pero no queríamos ni queremos ver el estado de corrupción que nos rodea. La corrupción que vimos fue una cosa que nunca habíamos visto antes, destrozando la cohesión social que teníamos con una estructura jerárquica a la cual no estábamos acostumbrados, unos líderes con una riqueza no vista. Hamás, por otro lado, iba construyendo una muy buena estructura social con una acción muy bien pensada: parecían tener los pies en el suelo, construían institutos, iban a los campos de refugiados. Pero también eran corruptos.

Por lo que has experimentado e investigado, ¿qué parte de este contexto político y de corrupción es causada por la situación de ocupación?

La ocupación está permitiendo la corrupción e incluso fomentándola. Por ejemplo, la gente paga a la administración palestina alrededor de cinco mil séqueles para obtener un permiso específico, pero para Israel este permiso es gratuito. Cuando se recibe este permiso de Israel, los israelíes lo entregan a la unidad de coordinación palestina y esta gana mucho dinero en el proceso. Israel sabe que esto es pura corrupción, pero lo permiten en todos los aspectos de la vida y, en cierto modo, lo apoyan. Pero esta simbiosis va más allá, especialmente en la facción de seguridad. Cuando los palestinos van a manifestaciones, por ejemplo cuando Nizar Banat fue asesinado, Israel participó en la represión de las manifestaciones atacando y demoliendo otras ciudades de Cisjordania, para desviar la atención de la gente. Mientras la gente iba a una manifestación contra la corrupción en Hebrón, una incursión de colones tendría lugar en Nablus, o en Yenín… Así que, de alguna manera trabajan juntos. Soy muy crítica con Fatah, porque he vivido bajo su sistema corrupto, pero la situación no es mejor en Gaza, donde Israel también ha estado apoyando a Hamás para mantener su posición durante los últimos siete u ocho años. Y es por eso que el pueblo israelí está enfadado, porque el gobierno ha permitido su prosperidad.

¿Por qué lo hicieron?

Era más beneficioso para ellos tener gente que confiara en Hamás que otras facciones políticas, puesto que tener un Hamás fuerte significaba tener una Fatah débil. Este es el equilibrio que Israel intenta conseguir continuamente. Todo el mundo usaba este statu quo, y a nadie parecía importarle lo que la gente tenía que soportar…Es un sistema de supresión desde todas direcciones.

Buena parte de tu investigación se ha centrado en la sociedad patriarcal en Palestina y Oriente Medio, así como en los diferentes movimientos feministas y de mujeres dentro del Islam. ¿Qué papel dirías que está jugando el patriarcado en todas estas dinámicas, y qué alternativas podrían construirse desde el feminismo y los movimientos de mujeres?

En este momento, en términos generales, los movimientos de mujeres están tomando principalmente el papel de los palestinos e israelíes en tiempos de guerra, que no es específicamente feminista. Dicho esto, he visto cómo las mujeres de Cisjordania trabajan intensamente en la resistencia comunitaria no violenta. Todas las iniciativas de apoyo a las familias de víctimas están dirigidas por mujeres. Pero una vez más, hay una gran percepción de impotencia, y esto es lo que también ha ocurrido con el movimiento de mujeres israelíes. Creo que ahora empiezan a hablar, aunque todavía es una voz vaga. Un fuerte movimiento antibelicista como Women in Black podría haber marcado diferencia, pero ahora no pueden porque la rabia ha tomado posesión del discurso. Y este es el sistema patriarcal, una reacción machista abrumadora que quiere comparar quién es más fuerte.

“En mi opinión, lo que estamos viendo en Gaza es una representación real de cómo Israel ve a los palestinos, porque para el gobierno israelí cada palestino es una Hamás potencial”. | Helena Rodríguez Gómez

Mi última pregunta proviene de otra entrevista donde dijiste que la realidad palestina es como un laberinto sin una sola salida. En el momento presente, ¿ves alguna salida? Y en caso afirmativo, ¿qué vías de salida identificas?

Sin duda es un tiempo oscuro, pero creo firmemente que cada noche tiene un día, forma parte de cómo funciona el universo. La única vía es buscar formas pacíficas de volver a vivir juntos. Esto nos llevará a una mejor vida para los palestinos y para toda la región. Cuando no sientes que la vida merece la pena vivir, ¿por qué te importaría la vida de los otros? Si no tengo ningún medio para vivir, ¿por qué crees que te permitiré vivir? Espero que Israel se dé cuenta de una vez que mientras los palestinos vivan en este caos, los israelíes siempre vivirán en esta amenaza. Siempre que piensen que pueden mantener sus buenas vidas mientras nos están poniendo en enclaves de guetos, sería cuestión de tiempo que el 7 de octubre se repitiese, puesto que la brutalidad contra los palestinos solo provocará violencia en la mente de los palestinos. Pero también tenemos un largo camino que recorrer internamente. No se puede tener una entidad palestina sin unas elecciones en casi dos décadas. No se puede tener una entidad palestina con Palestina fragmentada entre Fatah, Hamás, Gaza y Cisjordania. Seré optimista en el momento en que exista una voluntad seria de unidad: entonces podremos decir que estamos en el camino de la liberación. ¿Cómo puedo pensar en liberarme de Israel cuando estoy en esta lucha interna? Así que, hasta este momento, no creo que podamos hacer nada para salir de la gran opresión de la ocupación en sí.

 

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Nadia Harhash es doctoranda en Filosofía por la Universitat Autònoma de Barcelona, tiene un máster en Estudios de Jerusalén y Filosofía Islámica. También tiene diplomas en resolución de conflictos y planificación estratégica de la Universidad de Coventry y la Academia de Tel Aviv Yafo, respectivamente. Harhash se licenció en derecho a BAU Beirut y es la autora de libros como “In the Shadows of Men” (2016) y “Nietzsche in Jerusalem- A Diary of a Dog” (2021). Como escritora palestina con sede en Jerusalén, publicó extensamente sobre género, cultura y religión, obteniendo un reconocimiento significativo en su patria. Su blog destaca especialmente por su cobertura de la política palestina, mientras que sus artículos han sido publicados tanto en las versiones en inglés y árabe del Huffington Post.

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