Rusia empezó la invasión y el bombardeo de Ucrania el 24 de febrero de 2022. Dos días después, el periodista de El País Cristian Segura enviaba desde Polonia una crónica sobre los miles de mujeres y niños que abandonaban Ucrania. El 2 de marzo enviaba otra desde el país atacado por el ejército ruso. Desde entonces ha publicado unos 300 artículos sobre esta guerra. Hablamos cerca del segundo aniversario de su inicio pocos días antes de que vuelva a Kiev.
Había sido corresponsal en Berlín y en Pekín, pero nunca había trabajado como corresponsal de guerra. ¿Ir de enviado especial de El País a Ucrania fue idea suya o una propuesta del periódico?
Lo propuse yo dos semanas antes de que se iniciara la invasión. Estaba al tanto de la evolución de lo que estaba pasando, del movimiento de tropas rusas, y dije, “si pasa algo y necesitáis gente de apoyo, yo, en Barcelona, no tengo una posición fija y podría ir”. Llevo diez años en El País, me conocen, y cuando comenzó la invasión me dijeron si quería ir y contesté que sí.
¿Por qué se ofreció?
Yo siempre quiero salir de Barcelona. Viví cuatro años en Berlín, viví otros cuatro años en China, me enviaron a Lesbos durante la crisis de los refugiados, había hecho otras salidas… Siempre estaba predispuesto a salir de Barcelona, y esta fue una ocasión muy buena por mí. Era una oportunidad para salir de la zona y conocer nuevas realidades, no sólo periodísticas sino humanas. Además, si hubiera sido otro tipo de conflicto no sé si me hubiera propuesto. Ya intuía que, si había una invasión rusa en Ucrania, sería la noticia más importante en Europa en décadas, y que el periódico invertiría en ella muchos recursos y muchas personas tendrían que ir allí. Entre la frontera y dentro del país éramos seis periodistas.
¿Había estado en Ucrania antes?
No.

¿Tuvo que reciclarse mentalmente para asumir el trabajo de enviado especial a la guerra?
Sí. El reciclaje todavía dura ahora. Ahora hace dos años que estoy en Ucrania, el idioma lo estoy aprendiendo, cuanto más tiempo estoy allí más entiendo el país, entiendo más muchas cosas. Como periodistas debemos estar dispuestos a tener que asumir nuevos retos, viniendo a menudo desde la más pura ignorancia. Conozco la historia. Cuando vivía en Pekín hice un libro sobre la región rusa del Amur, en el este de Rusia. Interés siempre lo he tenido, pero era un casi ignorante total de Ucrania. Muchos corresponsales, cuando rotan de destino, también llegan a lugares de los que sabrás muy poco, si exceptuamos quizá París, Londres, Nueva York, ciudades que más o menos forman parte del imaginario común de todos. No es algo muy raro en el mundo del periodismo.
En uno de sus artículos desde Ucrania destacaba que un enviado especial, un corresponsal, para hacer bien su trabajo, debe leer mucho.
Es básico. Es fundamental para un periodista. Hay muchos periodistas que no leen y es un error. Leer historia, novelas sobre la materia, sobre la cuestión. Para entender un país, se tiene que leer. El ucraniano puedo leerlo, pero la mitad de lo que dicen no lo entiendo. No lo domino lo suficiente, pero es una zona en la que sobre todo el mundo anglosajón, pero también Francia y Alemania, han tenido un interés extraordinario. Hablo de esa parte de la Europa del este, de Ucrania. De la Rusia soviética ya tienes lo que quieres, del imperio ruso tienes un montón de documentación, no sólo ensayo o historia, también novela. Leer a Gogol, a Isaac Babel… Eran ucranianos durante el imperio ruso. Escribían en ruso, pero leerlos te ayuda a entender el país. Ahora mismo he leído un libro de un expedicionario sueco, Sven Hedin, pro alemán, que era muy famoso, que visitó el frente oriental en la primera guerra mundial, todo lo que ahora es Ucrania. Luego fue muy marginado, no fue pro nazi pero sí filonazi. Era un nacionalista sueco que fue un reconocido expedicionario. Estas cosas a mí me ayudan a entender a Ucrania.
Después de dos años informando de la guerra en Ucrania me río menos, soy menos alegre, mucho menos
A esta guerra han acudido muchos periodistas. ¿Cómo se relaciona con ellos?
Ahora ya quedan muy pocos. He conocido a bastantes, de muchas nacionalidades, he hecho algunos amigos, pero, sobre todo, intento no establecer mis amistades sólo con periodistas. Prefiero otros ámbitos de la vida ucraniana. Me he hecho muy amigo, por ejemplo, de la persona que lleva más tiempo allí del ámbito español, Alberto Sicilia, que es el corresponsal de La Sexta. Con él hemos establecido una amistad. Y algunos amigos periodistas tengo. Como de vez en cuando te los encuentras en algún sitio, los saludas, etcétera, pero mi entorno allí, mis amigos no son periodistas.
Tenemos la idea aquella de que los periodistas que van a las guerras se encuentran por la noche para tomar copas y comentar cómo ha ido el día…
Esto no se hace. Cada uno tendrá sus amigos. La corresponsal del New York Times es buenísima, superagradable, y debe quedar con algún amigo suyo del mundo del periodismo. En mi caso, siempre he intentado que mis amistades tiendan a no ser periodistas, porque realmente necesito salir de la vorágine de esa profesión. Ya le dedico mi vida, al menos si quedo con alguien para tomar algo o ir al teatro o ir al cine, que no sea periodista.
Le ha cambiado mucho su forma de ser, de ver el mundo, el tiempo que ha estado informando de la guerra en Ucrania. ¿Es muy distinto el Cristian Segura actual del que se fue allí hace dos años?
Supongo que sí. A veces pienso en mirar en qué puedo haber cambiado durante estos dos años. Creo que es temprano. Me rio menos, estoy menos alegre, mucho menos. He ganado paciencia. También he ganado mucha ansiedad. Nunca he sido una persona extraordinariamente alegre, pero ahora menos. Vivir allí es vivir todo el día en una recepción constante de imputs negativos.
¿Tiene que medicarse, consumir bebidas alcohólicas para digerir esos imputs?
Yo ya me medicaba. Hay gente más fuerte y gente que lo es menos. Yo soy fuerte. Lo he podido comprobar. Siempre he estado muy abierto en cuestiones de salud mental. Por eso hay entidades como Obertament que, a veces, me han llamado. Llevo muchos años tomando medicamentos anti-depresivos. Estoy en contacto con mi psiquiatra. Y sí, me ayuda a mantenerme.

¿Ir a Ucrania ha acentuado este problema?
Mucho.
¿Cuándo se informa de una guerra desde el país agredido es más difícil ser objetivo?
La objetividad es lo más preciado y lo más difícil de alcanzar para un periodista. En un caso como el que expones, es evidente que la objetividad, ecuanimidad u objetividad son más difíciles de alcanzar por dos razones. Una es lo que has dicho, estás cubriendo la guerra desde el territorio del país agredido, desde la sociedad agredida. Y dos, porque es una guerra, y en una guerra es cierto ese dicho tan manido de que la primera víctima es la verdad. Entonces, muy a menudo ante la falta de fuentes de información óptimas, de la imposibilidad de tener fuentes de información sólidas, creíbles, de un lado y de otro, el periodista puede tender a dejarse llevar en exceso por esos sentimientos que decías.
¿Ha logrado ser objetivo?
Lo estoy consiguiendo. Observo que soy mejor ahora como enviado o corresponsal a Ucrania que al principio de la guerra, porque conozco mucho mejor el país, porque conozco a mucha más gente, porque tengo una agenda de contactos que no tenía cuando llegué. Creo que estoy más cerca de la objetividad ahora que cuando llegué a la zona.
A Putin se le acusa de cargarse la libertad de expresión en Rusia. ¿En Ucrania ha pasado lo mismo? ¿Existe prensa crítica con el gobierno?
Sí, muy crítica con el gobierno. Muchísimo. Sacando corrupciones a manta. No hay ningún medio que critique la guerra, eso sí. Si hablamos de algún medio que editorialmente diga que Rusia tiene razón, eso evidentemente no existe, pero a nivel de supervisar, monitorizar el poder, existe una pluralidad de medios muy grande. Sigo medios que cada día le pegan hostias muy grandes a Zelensky, al general tal, hacen investigaciones buenísimas sobre por qué Jersón cayó tan fácilmente. Hay periodistas valientes. El sistema de medios de Ucrania no tiene nada que ver con el ruso.
¿Cuál es la escena más difícil de digerir de las que ha vivido allí?
No lo sé, muchas.
A quien le preocupe que haya nazis en Ucrania le puedo decir que al lado de Rusia es Disneylandia
¿Cuál es la que le viene a la cabeza más a menudo?
Sueño mucho con explosiones. Mucho. Tengo ese punto. Lo tiene mucha gente allí. Si vives en Kiev, constantemente oyes explosiones. Si vas al frente, como es mi caso, aún las oyes más. A la cabeza me viene esto. Hasta que no lo vives… En septiembre, un misil ruso impactó en un funeral en un pueblo en la provincia de Járkov. Creían que era una reunión de militares y mataron a 60 civiles. Cuando fui allí, la zona estaba llena de trozos de cadáveres.
¿Era la primera vez que veía esto?
Había visto cadáveres en otros momentos de la guerra. Pero así no. No me viene a la cabeza esto ni otros cadáveres que he visto. Supongo que cada persona reacciona de forma diferente. En Ucrania están en guerra desde 2014. Saben mucho de estrés post-traumático. Hablo con soldados y nunca me he encontrado con un soldado que diga que tiene pesadillas con cadáveres rusos. Si tienen pesadillas es con el cadáver del compañero caído, por ejemplo. Yo no he visto caer a ningún compañero mío. No he estado con nadie que haya muerto, que haya sido herido a mi lado. Si voy a una morgue con cadáveres, militares o civiles, personalmente me da mucho respeto, pero no es algo que me haya generado un trauma. Tampoco estoy constantemente expuesto a muertes. No he estado en una trinchera con cincuenta muertos. Las hay. Así es. A mí lo que más me afecta son las explosiones, que es el estrés postraumático más común, al menos en Ucrania, en civiles y militares. Militares sobre todo porque, claro, reciben fuego enemigo directo. Depende, no lo sé, quizás un día veo el cadáver de tres niños y cambia mi percepción.
¿Tiene pesadillas?
No. Sueño mucho con explosiones. Es eso que te digo, que me levanto por la noche con explosiones que pasan en mi cabeza. La cabeza imagina una explosión. Esto sí que lo tengo mucho.
¿Ha temido por su vida en algún momento?
¡Hombre! He estado cerca de morir, sí. Me preguntan si he tenido miedo. No he tenido miedo. Quizás porque no he estado en situaciones como en una trinchera con veinte tíos asaltándote. O si me hubiese echado una granada encima. Quizá entonces sí que tendría miedo. No he tenido miedo, pero misiles que han caído cerca de mí sí, los ha habido bastantes veces. No he pasado miedo. Estás con la adrenalina a dos mil, porque tienes que salir de ahí, pero miedo no.

¿Se hace rutinaria la guerra cuando dura ya dos años?
¡Por supuesto! Eso es dramático.
Ideas para escribir artículos no le faltan, sin embargo
Nunca me faltarán, porque es un acontecimiento tan importante que hay mil formas de explicar cosas que también determinan el sentido de la guerra, o de la vida de la sociedad. Enfoques nunca me faltarán, pero es cierto que es una rutina y, además, una rutina muy cruel, porque la guerra sigue siendo una trinchadora de jóvenes, y de no tan jóvenes. ¿Existe la rutina de decir “¿ahora tengo que volver a hacer una patrulla nocturna? Si esto ya lo he hecho”. Hay que buscar otro enfoque.
Ha publicado más de 300 artículos sobre la guerra de Ucrania.
Es horroroso. Personalmente, me gustaría hacer menos. Se tiene que alimentar la web.
Desde octubre, la guerra de Ucrania ha sido eclipsada en los medios por la de Palestina.
Es ley de vida. Un conflicto como el de Ucrania sigue aportando un montón de contenido a los medios. Un montón. Pero claro, ha cedido la primera línea a una novedad que, personalmente, no sé decir cuál es más importante a nivel de visibilidad. Lo último es Israel invadiendo Gaza. Es normal que tenga la primera línea que Ucrania había mantenido hasta ahora.
Algunos periodistas que estaban en Ucrania, ahora están en Israel siguiendo la guerra en Palestina. ¿Le atrae ir a Gaza, ahora?
Hay un tipo de periodismo que he hecho también, que es el periodismo paracaidista. Vas de sitio en sitio, vas, caes, haces esto y te marchas. No quiero hacer esto. Quiero conocer bien el sitio donde estoy trabajando. No quiero ir a Gaza y estarme dos meses. No sabré nada de Gaza, ni del conflicto, estando dos meses allí. Cuando empezó la guerra en Ucrania podría haber sido un paracaidista, pero el periódico confió en mí y en otra gente para que continuáramos trabajando en ella. Quiero seguir en Ucrania porque, insisto, cuanto más tiempo estoy, mejor trabajo hago.
A veces, son los medios que envían a los periodistas a un sitio u otro.
Sí, pero por el momento el periódico no me ha planteado ir a Gaza. Además, tenemos profesionales muy buenos trabajando allí y que conocen el terreno infinitamente mejor que yo.
Putin justificó la invasión a Ucrania diciendo que debía desnazificarse ese país. ¿Qué peso tiene el nazismo en Ucrania?
El nazismo no tiene peso alguno. Lo que hay son fuerzas ultranacionalistas que en el Parlamento, la Rada, en estos momentos no hay ninguna, que yo sepa. Si la guerra acaba forzando a Ucrania a unos acuerdos con Rusia de cesión temporal de territorios, o de lo que sea, existe el riesgo de que crezcan partidos ultranacionalistas, que esto suponga una involución democrática. ¿He visto neo-nazis en Ucrania? Sí, los he visto. ¿He visto más que en España? Un poco más. No creo que haya país en el mundo con más neonazis y ultranacionalistas que Rusia. A quien le preocupe que haya nazis en Ucrania le puedo decir que, al lado de Rusia, es Disneylandia.
Han muerto españoles en esta guerra, entre ellos la cooperante Emma Igual
Sí. No estaba con ella. No la conocía. Era una chica catalana que realizaba un trabajo increíble.
Muchas veces las guerras terminan por el agotamiento de las sociedades implicadas
Y también han muerto españoles que han ido a combatir a Ucrania. ¿Por qué han ido? ¿Por qué acude gente de otros países a luchar allí?
Mucha. Hay tres perfiles. Hay gente con bajo nivel social y económico, que son mercenarios. Tienen una muy baja formación militar. Allí reciben más y les envían directamente a primera línea. No les obligan. Van porque el sueldo en primera línea es de 2.500 euros. He hablado con colombianos, ecuatorianos, que lo hacen. En seis meses combatiendo se pagan una casa en su país. Otro perfil es el del soldado profesional, brasileños, colombianos… muy buenos. Esta gente va a hacer currículum. Aquí está también el perfil europeo. Hay mucho soldado profesional europeo que va a hacer currículum. Las empresas de seguridad pagarán una fortuna por una persona que ha estado combatiendo en Ucrania, y que, además, ha combatido en la legión francesa, en el ejército español o ha estado en misiones de la OTAN. Ser un soldado que ha luchado contra la supuesta segunda potencia militar mundial es brutal para el currículum de un profesional militar. Éstos no van por el dinero. Y en el caso de los europeos existe un tercer perfil, que es el aventurero. Mercenarios europeos no existen. No hay ninguno pese a que 2.500 euros es un sueldo que es bueno en España pero es un sueldo muy bajo por el altísimo riesgo de morir que tienes, porque vas a primera línea, no vas a la retaguardia. En la retaguardia son 1.500 euros. La tercera rama de europeos que acude son aventureros.
De vez en cuando, ha vuelto a casa. ¿Podrá reincorporarse al trabajo normalmente después de esta experiencia?
¡Claro! ¡Por supuesto! A mí me gustaría estar hasta que acabe la guerra, pero, después, si tengo que hacer… ¡Por supuesto!
Pero la guerra puede durar mucho tiempo
Yo creo que puede terminar en el 2025.
¿Sí?
Es mi impresión.
¿Habrá un pacto?
Pienso en un conflicto congelado, en un alto el fuego, después de una última ofensiva ucraniana en 2025, porque este 2024 no habrá ninguna ofensiva ucraniana. El mundo estará muy cansado y los ucranianos también están muy cansados del conflicto. Muchas veces las guerras terminan por el agotamiento de las sociedades implicadas.
¿Escribirá un libro relatando su experiencia ucraniana?
Sí. Tenía que entregarlo en mayo, pero le he dicho a la editora que estoy desbordado. He escrito bastante, como 120 páginas. Pero, claro, cuanto más tiempo pasa, más conozco el país, y yo no quería claramente hacer un fast book, a pesar de que quizás da más dinero. Yo quiero hacer algo como Gente de Orden, que es un libro que tardé muchos años en publicar. Me siento más cómodo así.
¿No existe el riesgo de que el conflicto deje de suscitar el interés internacional?
El conflicto ruso-ucraniano no dejará de tener interés. Mientras dure todo el proceso de adhesión de Ucrania a la Unión Europea, el tema ruso, la guerra, no caducará. No ha caducado en medio siglo, no lo hará en los próximos 40 años, estoy seguro.
Un fast-book suyo iría muy bien a los periodistas que quieran ir ahora a informar de la guerra de Ucrania
Tienen gente mucho mejor y con mayor experiencia. Mi libro no es un libro de aguerrido corresponsal de guerra, porque yo no soy un paracaidista. Nunca he hecho eso de ir de conflicto en conflicto. He conocido a compañeros en Ucrania que han estado en Irak, en Libia, en Siria… Los medios necesitan coberturas en momentos de mucha intensidad, pero después… A mí esto me cuesta mucho. No será un libro como La tribu de Legineche, o Territorio Comanche de Pérez-Reverte. Los he leído y los he disfrutado y me encantan. El mío es un libro que explica las peripecias y las tribulaciones de un país invadido y de su sociedad, la complejidad de la situación en todos los ámbitos, y también mi compleja situación allí, una persona que llega a Ucrania procedente del cálido y dulce Mediterráneo.
¿Volverá a Ucrania?
Sí. El dia 18.