En enero de 2024, llega a las plataformas digitales la película de terror australiana Háblame (Talk to Me, 2022), que tuvo su estreno internacional en las salas de cine en el verano del año pasado, convirtiéndose en todo un fenómeno, impulsando la carrera de sus debutantes directores. Los gemelos Danny y Michael Philippou sorprenden con una historia de posesión protagonizada por adolescentes, sin grandes efectos especiales pero extremadamente contundente en la puesta en escena, con una historia terrorífica y una interpretación destacada de sus jóvenes actores.
Los directores son reconocidos youtubers en la última década, con vídeos en su canal RackaRacka que cuentan con decenas de millones de visionados. Para su debut en el cine (en el que reconocen no tener formación académica), han escogido una historia contemporánea en cuanto al discurso y la gestualidad, «seleccionamos adolescentes que hablan y actúan como adolescentes, no son adultos que actúan como jóvenes» afirmaban en una entrevista. Y han escogido una historia que acontece en el hogar de los protagonistas, no como «casa encantada», sino de posesión al invocar un espíritu cercano.
Háblame trata, fundamentalmente, de la banalización del riesgo en la actualidad por parte de los adolescentes, ante la imperiosa necesidad de la aceptación en las redes sociales y la frivolidad que conlleva. Un grupo de jóvenes descubren que una mano embalsamada actúa de canal de conexión con un espíritu que posee a la persona que la estrecha, aparentemente sin riesgo si el contacto es de un tiempo limitado. Las barbaridades que dice y hace la persona poseída serán grabadas por el resto de los amigos, que subirán los vídeos a sus respectivas redes sociales para atraer los ansiados «me gusta», con el consiguiente tráfico y reconocimiento posterior. Subestimar lo sobrenatural tiene consecuencias, y hasta aquí podemos explicar para no destripar la trama si no han tenido oportunidad de verla.
El guion, firmado por Danny Philippou, Bill Hinzman y Daley Pearson, surgió a partir de la inspiración que supuso ver un vídeo viral en Australia, donde unos jóvenes se reían mientras grababan a un amigo que consumía drogas y tenía un comportamiento errático a continuación. Es una idea sencilla, y extraordinariamente espeluznante a la vez. Como en muchas ocasiones, el cine fantástico permite hablar de nuestra sociedad, en especial, de nuestros valores, al transformar el consumo de drogas en la posesión, manteniendo los aspectos asociados al comportamiento provocado por la adicción y el consecuente desarrollo de enfermedades mentales. Buscar la evasión del dolor reprimido provocado por la pérdida de un familiar querido acaba convirtiéndose en un estallido aterrador.
Las épocas de crisis generan su propia ficción e iconografía particular de terror. Los gemelos Danny y Michael Philippou, con más de 7 millones de suscriptores en ese momento y más de 1500 millones de visitas en Youtube, conocen muy bien cómo conectar emocionalmente con su público explotando, quizás, la crisis de valores de la sociedad actual que, gracias a la globalización, nos parece que la ciudad de Adelaida, donde trascurre la historia, sea en realidad muy cercana a nosotros.
Las últimas producciones destacadas del cine de terror buscan esa conexión con el espectador, con historias verosímiles a partir de aceptar una singularidad fantástica (como la posesión en este caso, pero no siempre es necesario, como hemos visto en otros títulos), y poniendo en cuestión los valores de la sociedad actual y los peligros subyacentes, y con efectos devastadores con el uso de sustancias como el fentanilo, capaces de generar una nueva definición de zombis reales. Estas películas y sus guiones se inspiran y evolucionan, a menudo, en los relatos cortos de terror, tan populares a lo largo de los dos últimos siglos.
Diábolo Ediciones publica Nochebuena en un barco embrujado y otros relatos espectrales navideños (2023), el número 10 de la Colección Fantasmas, una antología de veinticinco cuentos seleccionados, adaptados y traducidos por el poeta Fernando López Guisado, que realiza una destacada labor de editor al seleccionar relatos de autores británicos, estadounidenses y españoles, muchos de ellos inéditos en castellano o de publicaciones muy difíciles de encontrar en la actualidad. La intención última del libro es el de recuperar la tradición de la lectura de un relato de fantasmas, justamente la noche que se está esperando a que Papá Noel se presente en nuestra casa. Un contraste que entronca perfectamente con el concepto de siniestro que popularizó el psicólogo Sigmund Freud en 1919, cuando abogaba por la reacción que tendría en las personas encontrarse ante algo familiar y cercano que a la vez provoca un cierto rechazo o miedo, por lo imprevisible de su comportamiento.
En la lista de relatos seleccionados de finales del siglo XIX y principios del XX, destacan autores tan emblemáticos como Frank Cowper, Marjorie Bowen, John Kendrick Bangs, Emilia Pardo Bazán o Howard Phillips Lovecraft. También incluye un relato de 2006, que permanecía inédito en castellano, del considerado uno de los mejores herederos del legado de Lovecraft, el autor británico Ramsey Campbell, el único autor vivo de la antología, que firma un relato terrorífico asociado a los ruidos, sombras y aspectos siniestros de los adornos navideños. Toda una revelación del terror cotidiano y próximo, en el hogar, exponente también del terror urbanita, de un autor considerado como el maestro del horror contemporáneo.
A pesar de que los fantasmas aparecen en diferentes obras con anterioridad (solo hay que recordar algunos personajes de Shakespeare en el siglo XVII, en Macbeth o Hamlet, por ejemplo), estos acostumbraban a tener un protagonismo dramático en la trama, así que se considera que la novela Christmas Carol. In Prose. Being a Ghost Story of Christmas (1843) de Charles Dickens (conocida en su versión corta y traducida como Cuento de Navidad o Canción de Navidad), es quién populariza las historias de fantasmas tal y como las concebimos hoy en día, además de ser el primero que describe la liturgia de la navidad de una manera que ha llegado hasta el presente (antes de esta obra, no se celebraba con la pomposidad narrada, incluso algunas tradiciones estaban prohibidas en Gran Bretaña, y la novela las consolidó, permaneciendo en el imaginario colectivo).
El siglo XIX es la época de los grandes clásicos del terror, con la representación de los míticos monstruos. También es la época de la revolución industrial y de los efectos que tuvo sobre la población, en especial sobre los que emigraron a las grandes urbes para trabajar en las incipientes fábricas, que vivían hacinados en condiciones insalubres, con una relación intensa con la muerte, provocada por los accidentes y enfermedades, en una época anterior a los avances de la medicina. Una relación con la muerte visible de forma perenne por el luto de las familias. El éxito de las revistas anglosajonas, conocidas como penny dreadfuls, publicaciones seriadas que costaban un penique y que permitían llegar a toda la población, eran una válvula de escape y entretenimiento, popularizando la lectura en la cama, justo antes de dormir, de un relato de terror.
Quizás es un buen momento para recuperar una tradición singular, ahora que tenemos la oportunidad de recuperar los mejores relatos de terror, para descubrir que, algunos de nuestros miedos, son los mismos que los de hace más de un siglo, aunque adaptados a la idiosincrasia de la actualidad. La portada de la antología, que representa la imagen inocente de una niña mientras contempla los fantasmas que le acompañan en la escalera, corresponde al cuadro La fiesta en las escaleras (The Party on the Stairs, 1875) de la pintora británica Adelaide Sophia Claxton (1841-1927), refleja muy bien una época de nuestra vida donde lo sobrenatural forma parte de nuestra cotidianidad. No perdamos esa fascinación por el fantástico.