Ximo Puig fue presidente de la Generalitat valenciana entre los años 2015 y 2023. Dejó el cargo tras las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo del año pasado, en las que el Partido Socialista del País Valenciano que dirigía logró 5 puntos más que en las elecciones anteriores. El descenso de sus socios de gobierno –Compromís y Unidas Podemos, que quedó fuera de las Cortes valencianas– dejó, sin embargo, a la izquierda en minoría ante el Partido Popular y Vox, que se hicieron con el gobierno valenciano. Puig ha recogido en el libro Una idea de esperanza (Editorial Tirant) sus reflexiones sobre la etapa como presidente de la Generalitat valenciana.
¿Comunidad Valenciana o País Valencià?
El nombre oficial es Comunidad Valenciana, pero el concepto País Valencià tiene que ver con la modernización de lo que fue el antiguo Reino de Valencia en la época contemporánea, en el momento de la necesidad o la voluntad de acceder al autogobierno. Por tanto, la formulación estatutaria es Comunidad Valenciana, pero también figura País Valencià. Más allá de cualquier otra consideración, de lo que se trata es de no hacer debates nominalistas que al final actúan en contra de un sentimiento de convivencia en la diversidad, que es lo que somos los valencianos.
Qué importancia da a que el ultra Juan García Sant Andreu impulse una iniciativa legislativa popular, que han aceptado las Cortes valencianas, para ilegalizar el uso del término País Valencià. Si se aprobara, ilegalizarían al Partido Socialista.
Efectivamente. Ya les gustaría. La extrema derecha tiene los principios de la extrema derecha. Es que no tiene que sorprendernos lo que hace la extrema derecha. La extrema derecha hace de extrema derecha, y lo más grave es que ahora está presente en el gobierno valenciano, en el gobierno más reaccionario de toda la historia del autogobierno. La extrema derecha, que está en contra de la autonomía, que está en contra del valenciano, que está en contra de la descentralización del Estado y que está por el “una, grande y libre”, ahora preside las Cortes valencianas, lo cual es una anomalía.

¿Tiene miedo a que ilegalicen el Partido Socialista del País Valencià?
Más allá de esta cuestión, lo que a mí me preocupa sinceramente es lo que hay en el trasfondo de esto. Lo que hay es una voluntad de dar pasos atrás profundos en lo que han sido estos años de despliegue del autogobierno.
¿Ha digerido ya que, pese a mejorar en votos en las elecciones autonómicas del mes de mayo, acabara perdiendo la presidencia de la Generalitat? En un artículo en la revista La maleta de Portbou dice que fue una derrota inesperada…
Inesperada en el sentido de que todos los indicadores sociales y económicos habían mejorado desde el año 2015 en la Comunidad Valenciana. Además, la valoración que realizaban los ciudadanos en todas las encuestas de la acción de gobierno era muy positiva. Por tanto, entre esto y que no había un proyecto alternativo, como se está demostrando, no había ninguna pulsión de cambio. En este sentido era algo inesperado, aunque los condicionantes de estas elecciones finalmente fueron otros.
En el prefacio del libro dice que los ocho años de gobierno socialista no deberían ser un paréntesis entre “dos nadas”, citando a Paco Brines, y señala que la acción del nuevo gobierno suena a venganza
Sí. Existe una especie de contrarreforma que va más allá incluso de los principios del autogobierno. Estos últimos días se está demostrando. Con la ausencia de proyecto de alternativa a lo que había, lo que se está intentando es hacer una especie de ataque a lo que fue la gestión del Botànic.
Que la extrema derecha partidaria del ‘una, grande y libre’ presida las Cortes valencianas es una anomalía
¿Por qué tiene tanta fuerza la extrema derecha del País Valencià? Choca la presencia que ha tenido y tiene en las calles, a menudo con acciones violentas
Hay unos grupúsculos que desde la transición han tenido cierta presencia constante en diferentes momentos con mayor o menor fuerza. Cabe decir que la convivencia en los últimos ocho años ha sido extraordinaria en la Comunidad Valenciana. Ha habido muchos acuerdos. De hecho, se hablaba de un cierto oasis. Incluso la crispación que ha habido en otros lugares, y muy específicamente en determinados momentos en Cataluña o ya casi cronificada en Madrid, no ha ocurrido en la Comunidad Valenciana. Ha habido muchos acuerdos en el diálogo social entre sindicatos y empresarios, y entre los partidos políticos durante la pandemia. Muchas de las leyes han salido más allá de las fronteras de los partidos que apoyaban al gobierno. Ha habido un clima favorable. En estos ocho años no ha habido manifestaciones frente a la sede de ningún partido. Ha habido una baja conflictividad. Pero es cierto que existen otros inputs que ahora se aprovechan. Ha habido los vínculos de la extrema derecha con el anticatalanismo que han sido una constante.
En los primeros dos capítulos del libro, dedicados al respeto y a la palabra, lamenta la polarización de la política. ¿No corren buenos tiempos para el diálogo y el consenso?
Desgraciadamente no. La sociedad no da suficientes incentivos, no quiero culpabilizar a la sociedad, pero la realidad es que no se dan suficientes incentivos para el diálogo y para el acuerdo. Parece que la política se haya instalado en un espacio de confort en los diferentes ámbitos en los que cada grupo se encuentra bien interlocutando básicamente con los suyos, y que no exista contaminación de otros lugares. Pero la polarización en España tampoco es una cuestión simétrica. Eso es evidente. Aquí hay muchos momentos en los que se ha visto que esta asimetría se produce cuando hay unos que tienen una actitud mucho más hostil que otros. No se puede hablar de la polarización como una polarización simétrica, es bastante no simétrica.

¿De los ocho años de presidencia de la Generalitat de qué está más satisfecho?
De la convivencia, del diálogo y de la corresponsabilidad en la solidaridad en los momentos más difíciles, como la pandemia.
¿Cuatro años como mínimo de gobierno PP y Vox pueden estropearlos?
En parte lo están intentando. Espero que no. Espero que efectivamente este gobierno sea un paréntesis, que no sea el Botànic el paréntesis sino este gobierno.
La preocupación ciudadana por la corrupción disminuyó muchísimo durante su mandato. Pasó del 58% al 3%. Hay un documento oficial de la etapa del gobierno del PP en España que cita en el libro que dice que “la paella, como la corrupción, no se hace en ningún sitio como en Valencia”
¡Hasta qué punto llegamos en ese momento que en un documento, una agenda oficial que hizo el ministerio de Hacienda de Cristóbal Montoro, se decía eso! Aún estamos arrastrando una parte de ello en el ámbito judicial. Lo que sí se logró en estos ocho años de gobierno es que pasamos de estar entre las últimas regiones de Europa, en cuanto a calidad democrática, a estar por encima de la media de las regiones europeas en el índice de corrupción de Gotemburgo. El gobierno ha formado parte de esta nueva cultura política, pero también ha sido el conjunto de la comunidad valenciana que se ha querido vacunar. Espero que el actual gobierno, aunque hay algunos de sus miembros vinculados a todas las tramas anteriores, no vuelva a caer en el mayor descrédito de nuestro país. Este documento de Hacienda es sintomático de lo que era una situación en la que fuera de la comunidad valenciana había una sensación de que lo que ocurría allí era terrible. De hecho, fue así. Todos los ex-presidentes, salvo el anterior a mí, están inmersos en causas judiciales.
Existe la voluntad de dar pasos atrás profundos en lo que han sido estos años de despliegue del autogobierno
¿À punt puede repetir la triste experiencia de Canal 9, ejemplo de televisión corrupta y manipuladora?
Espero que no. El PP cerró la televisión pública valenciana. Quieren borrarlo, pero fue terrible. Significó unos costes económicos, sociales, culturales, y esta ruptura también erosionó mucho el propio medio. Desapareció la televisión en un momento de cambios en el sector, y esa decisión ha tenido unas consecuencias graves. Ahora esperamos que la televisión se mantenga en unos parámetros como los que ha tenido durante nuestro gobierno, que ha sido una televisión absolutamente plural, en la que no ha habido una discusión política respecto a sus contenidos, porque la oposición ha tenido realmente una participación directa. Tiene que ser un modelo de televisión no gubernamental, pero tampoco antigubernamental. Debe ser una televisión y un medio de comunicación público que sobre todo dé voz a la sociedad valenciana en todos sus ámbitos, y eso es lo que hay que mantener. Ha habido algún intento de cambiar las condiciones de juego, pero espero que no lo logren. La extrema derecha quiere cerrar la televisión, parte de la derecha también, otras no. Vamos a ver qué ocurre.

Repite mucho la palabra “espero”
La esperanza es lo que mueve la mejor versión de la sociedad. La esperanza en mejorar, cambiar, transformar, avanzar, situar los valores, el humanismo, que los valores de la ilustración estén bien presentes en la sociedad. Nunca me resignaré a que no aterricen estos valores en la sociedad.
En el apartado del libro que dedica a la ‘reputación’ afirma que 9 de cada 10 personas dicen estar orgullosas de ser valencianas. ¿El orgullo es una virtud o un defecto?
Como en muchos aspectos, en muchos condicionantes de la vida todo tiene una cara B. El orgullo soberbio, el orgullo chovinista no es una virtud en mi opinión, mientras que el orgullo comunitario, el orgullo basado en valores compartidos, sí creo que es un factor positivo.
Apuesta por el federalismo, cree que el proceso independentista fue irresponsable y nocivo, y está en contra de la España centralista. Es necesaria una España poliédrica, dice en el libro. Por contra, la derecha dice que el gobierno de Sánchez está rompiendo España a cambio de votos independentistas
El presidente Sánchez lo que está haciendo es gobernar de acuerdo con lo que han dicho los ciudadanos. Lo que me parece absurdo es no entender lo que los ciudadanos han decidido. Se puede estar de acuerdo o no. Supongo que al presidente Sánchez le encantaría tener mayoría absoluta como a todo el mundo, pero la realidad es que los ciudadanos han decidido esa conformación del Congreso de diputados y en esa conformación ha logrado articular una mayoría. Lo que no se puede hacer es decirles a los ciudadanos permanentemente que hasta que no salga el resultado que yo quiero, a votar otra vez, otra vez y otra. La derecha plantea que no le ha gustado lo que ha dicho la gente, pues volver a votar hasta que pueda tener la mayoría suficiente para gobernar. Todo el mundo tiene una gran responsabilidad en este momento. La tiene el partido mayoritario de la coalición, pero la tienen todos los demás. Los demás tienen también una responsabilidad en que esta legislatura pueda avanzar para mejorar la vida de las personas y también para mejorar la articulación del Estado. Eso es lo que hace falta.
La ley de amnistía es un paso adelante, una apuesta directa por la convivencia, por la concordia, que reclama una gran corresponsabilidad
¿Cómo ve la amnistía a todas las personas imputadas, juzgadas, por hechos vinculados al procés, al referéndum de independencia de 2017?
Es cierto que es una cuestión compleja, pero la vía iniciada para recuperar la concordia a través de los indultos, a través ahora de la amnistía, creo que es una vía correcta en tanto que se reformula una situación a la que se llegó con mucha irresponsabilidad por muchas partes, sobre todo probablemente por parte de los actores directos, pero también por la inacción del gobierno. El gobierno español ni hizo política ni cumplió con el estado de derecho como estamos viendo estos últimos días con las publicaciones que están saliendo. Ni se cumplió con el estado de derecho, porque se utilizó el estado contra determinados actores del procés y, por otra parte, no se hizo política. Al otro lado, el independentismo, actuó de forma irresponsable sabiendo que la vía que utilizaba para acceder a sus intereses no era democrática y que el incumplimiento del estado de derecho no podía contribuir a encontrar una salida .
¿Ley de amnistía sí, pues?
Sí, estoy de acuerdo en que exista una ley de amnistía. Es un paso adelante y es una apuesta directa por la convivencia, por la concordia. Y aquí también debe haber una gran corresponsabilidad. De una u otra forma, debe admitirse que las cosas no se hicieron correctamente.
¿Cómo fueron las relaciones con el gobierno catalán durante sus ocho años de mandato?
Intenté reconstruir los puentes que se habían roto de forma absurda. ¡Cómo puede entenderse que la Comunidad Valenciana y Catalunya, que tienen tantas cosas en común y tantos asuntos en los que deberían trabajar juntos, fueran como dos islas que no tuvieran ninguna conexión! Durante décadas, sobre todo los veinte años de gobierno del PP, no hubo ninguna relación entre la Comunidad Valenciana y Catalunya, salvo al principio, cuando Zaplana intentó hacer algún tipo de relación con el presidente Pujol pero después desapareció cualquier relación. Es más, se vivía desde la confrontación. Nosotros inicialmente recuperamos esa conexión y la normalización de relaciones. Yo estuve en el Palau de la Generalitat, el presidente Puigdemont vino a Valencia, incluso planteamos una serie de coordenadas de lo que podía ser una cooperación, pero después, al iniciarse el procés, ya con el presidente Torra, no interesó desde Catalunya que continuaran las relaciones. Ha ocurrido que durante veinte años había sido el gobierno de la derecha de Valencia quien no quería tener ninguna relación con Catalunya y después hay un momento determinado en el que la propia dinámica del procés hizo que los gobernantes catalanes no tuvieran ningún incentivo, ningún interés, en esta alianza con Valencia.

Al gobierno catalán no le gustó nada que La Caixa y el Banco de Sabadell trasladasen sus sedes centrales a la Comunidad Valenciana
Creo que les hubiera gustado menos que se hubieran ido a otro sitio. En ese momento, en el que se dieron unas circunstancias de falta de seguridad jurídica en Catalunya, es la decisión que toman autónomamente las diferentes entidades y empresas. Ven que en la Comunidad Valenciana existen unas condiciones de seguridad y, de algún modo, de confianza y de credibilidad. Fue una medida que adoptaron libremente y nosotros lo que hicimos fue generar el mejor escenario posible pero nunca lo hicimos mirando desde la confrontación y nunca contra Catalunya, porque eso no tiene sentido. Que les vayan bien las cosas a los valencianos y a los catalanes nos va bien a todos, a unos ya otros. Un proceso de desinversión en Catalunya, cierta situación de inseguridad o de no vitalidad en Catalunya es negativo para la Comunidad Valenciana y para España. menospreciar el peso de Catalunya es un error enorme.
Ahora les piden que vuelvan
Decidirán las empresas. Yo creo que las empresas que han venido a la Comunidad Valenciana están bien y espero que el actual gobierno valenciano continúe en esta posición de no confrontación pero sí de facilitar que las empresas puedan trabajar con normalidad y encuentren la máxima amabilidad posible para su inversión.
Escribe que hay que desmontar el populismo pero apostar por el patriotismo cívico. ¿En qué consiste ese patriotismo cívico?
Es una concepción de la defensa de los valores republicanos. La patria no vinculada tanto a la identidad como a los valores republicanos. Esto es lo que pretende. Los identitarismos no son los que producen el mejor entorno social.
Y de los Països Catalans, ¿qué?
En términos políticos no existen. De hecho, quienes han demostrado que no existen son los partidos políticos que iniciaron el proceso independentista. Nunca se contó con los Països Catalans. Es un proceso de Catalunya, lo cual ha sido la significación más pragmática de que no existe el concepto político Països Catalans. Eso no quiere decir que no existan muchos elementos que es necesario poner en común con respeto.
Un proceso de desinversión, una situación de inseguridad en Catalunya es negativo para la Comunidad Valenciana y para España
Acaba el libro diciendo que es la hora de hacer posible la esperanza y de no aceptar la desesperación. Y dice también que es la hora de la resistencia. ¿Vienen años duros por el socialismo valenciano?
Para los valencianos. Son años a afrontar con convicción, con energía y con voluntad de transformación y cambio. Que la extrema derecha esté presente en el gobierno de la Generalitat valenciana no se puede banalizar. Estamos hablando de aquellos que están en contra del autogobierno y que están dirigiendo espacios tan determinantes como la cultura. La cultura es la arquitectura moral de un país y de una sociedad. Cuando esto se deja en manos de los defensores del odio, de los impulsores de la fractura, es preocupante.

¿Y el Partido Socialista aquí en medio cómo saldrá adelante?
El Partido Socialista ha entrado en una nueva etapa. Yo creo que estamos en condiciones de reformular, actualizar el proyecto. Nuestro proyecto ha transcurrido con cierto éxito a pesar de todas sus debilidades. Cuando empecé a ser secretario general, estábamos en las encuestas alrededor del 15% y el 16% y después, en las primeras elecciones, estábamos en torno al 20% y hemos terminado en el 30% y ahora, en las generales, en más del 30%. La alternativa es el Partido Socialista, lo cual no quiere decir que después no tenga que formular distintas alianzas, pero la alternativa es el Partido Socialista y debe derrotar a la derecha. Ahora debemos articular tres palancas. Por un lado, una oposición fiscalizadora, pero razonable e intolerante con los intolerantes y constructiva en lo que sea mantener todo lo que hemos avanzado juntos. Por otra parte, una segunda palanca que tiene que ver con la vinculación con el gobierno de España, un proyecto de sociedad valenciana avanzada que pueda reformularse también con la acción del gobierno de España. Y una tercera palanca tiene que ver en cómo actualizamos, cómo hacemos la puesta al día del proyecto político que en estos años ha hecho avanzar al país. No podemos detenernos, no se trata de repetir o de mimetizar; se trata sobre todo de ir renovando permanentemente.
Que la extrema derecha esté presente en el gobierno de la Generalitat valenciana no se puede banalizar
Una palabra valenciana que es el ‘trellat’ que no sé si tiene traducción en Catalunya
Sería seny
¿Tendrá ‘seny’ el gobierno valenciano para no provocar una guerra lingüística?
Espero que al fin la locura que han iniciado inicialmente en el tema de la lengua se detenga. Hubo un gran esfuerzo, un pacto, para alejar la partidización de la cuestión lingüística y, de hecho, participó el Partido Popular, que en ese momento estaba dirigido por el presidente Zaplana. Nosotros estábamos en la oposición y acordamos sacar del debate político la lengua. Lo peor que le puede ocurrir a una lengua es que esté conflictivizada. Nosotros, que sí que amamos el valenciano, que sí queremos que tenga el espacio que se merece en el país, necesitamos que la lengua no sea un motivo de conflicto. El Partido Popular y el gobierno actual no tienen ningún interés real por la lengua, lo han demostrado. El valenciano prácticamente ha desaparecido del Parlament. La presidenta no lo habla en las Cortes valencianas, le suena a chino. El uso institucional ha descendido mucho y los mensajes que se han lanzado son de desvalorización del valenciano, y en algunos territorios muy especialmente. Ésta es una cuestión que debemos afrontar con la máxima capacidad de reacción, porque la lengua es un hecho cultural que va más allá de la propia comunicación. Si fuera por la comunicación podríamos hablar todos en inglés o en latín. No soy identitarista en absoluto, pero la defensa de las lenguas no tiene una voluntad lengua-nación, es otra cosa. Cada lengua abre una ventana al mundo, que una lengua se minusvalore, se menosprecie acaba teniendo consecuencias en la propia configuración de una cultura. Si hay una cuestión que hay que preservar y por la que hay que luchar es para que no se den pasos atrás en lo que es un proceso de normalización. Somos un país con dos lenguas. Hay incluso comarcas donde no se habla valenciano y durante estos años no ha habido ningún problema en la convivencia de ambas lenguas. Es todo lo contrario. Lo que hemos querido es que en el sistema educativo, al final de toda la enseñanza obligatoria, los chicos y chicas tengan un conocimiento lo más amplio posible de las dos lenguas, y si es posible de una tercera, que debe ser el inglés, que hay que tener en consideración por las oportunidades que abre a los jóvenes.