En septiembre de 1946 se publicaba el primer número de la revista Tintin (1946-1993) de la recientemente creada editorial Les Éditions du Lombard. La cabecera semanal tuvo una tirada inicial de 40.000 ejemplares en francés y 20.000 en neerlandés, llegando al medio millón de ejemplares en tan solo tres años en diversas ediciones, que se mantuvo y creció durante décadas, en reconocimiento a su aceptación entre el público de diferentes países (inicialmente, entre Bélgica, Francia, Suiza, Canadá y los Países Bajos, y, más tarde, las ediciones en otros idiomas se extendieron notablemente).

Hergé, nombre artístico de Georges P. Remi (1907-1983), aceptó la propuesta de ser el responsable editorial de la nueva revista y que ésta llevara el nombre de su entonces ya famoso personaje, nada más y nada menos que Tintin. Su decisión le ayudó a superar las críticas que soportó durante años acusado de colaboracionista durante la ocupación nazi de Bélgica, cuando decidió continuar publicando las historias de su mítico personaje en el periódico Le Soir, creado en 1887 y todavía en activo, pero que vivió su época más negra en la década de los años cuarenta. En cualquier caso, la decisión de Hergé permitió mantener la publicación de las historias de Tintin en unos años muy complicados y, con el tiempo, olvidar esa oscura etapa, ahora con un nuevo reto: potenciar la línea clara en una publicación donde pudiera aportar su orientación artística.

La «línea clara» es el nombre con el que se conoce a un estilo de cómic que se caracteriza por la definición exacta del trazo, con una práctica clásica en la construcción de la narración y una especial predilección por el género de aventura. El máximo exponente de dicha tendencia artística fue el mismo Hergé de la Escuela Belga, en contraposición con la conocida como Escuela de Marcinelle, en este caso impulsada por Jijé (nombre artístico de Joseph Gillain, 1914-1980), que se caracterizaba por un estilo caricaturesco (solo hay que destacar las reconocibles narices grandes), y un tono más humorístico, con viñetas más dinámicas y un trazo más transgresor en todos los sentidos. El máximo exponente de esta corriente artística fue la revista Spirou, que empezó su singladura en 1938 y que todavía hoy en día continúa llegando a los quioscos.

Teniendo en cuenta este contexto, la revista Tintin tenía un adversario claro identificado, por lo que la apuesta de Hergé debía ser aún mejor: debía contar con los mejores autores de cómic de línea clara del momento. Y en su primer número, de apenas 12 páginas, además de Hergé, contaba con la colaboración de Paul Cuvelier (1923-1978), Jacques Laudy (1907-1993) y de Edgar P. Jacobs (1904-1987), que publicaba las primeras hojas de las aventuras de Blake y Mortimer, unos personajes cuyas aventuras estaban ambientadas de forma coetánea en esa época, una idea propuesta por el propio Hergé, para conseguir la atención de los jóvenes lectores. Jacobs llevaba varios años trabajando en el estudio del creador de Tintin, ayudándole en las nuevas ediciones de las historias antiguas, ayudándole en el color y, especialmente, ayudándole en la documentación y dibujo de fondos de varias de sus historias. A modo de guiño entre amigos, Jacobs aparece en alguna viñeta, donde destaca su cara en la misma portada del álbum recopilatorio Los cigarros del faraón (Les Cigares du pharaon, 1932-1934), por ejemplo.

Jacobs tenía cuarenta y dos años cuando le llegó el éxito de El secreto del Espadón (Le Secret de l’Espadon, 1946-1948), la primera aventura de dos amigos que comparten apartamento en Londres: el profesor Philip Mortimer, un científico británico, y el capitán Francis Blake, del servicio de inteligencia británico (MI5), con facciones inspiradas en amigos y conocidos del artista, y con una trama contemporánea en consonancia con la incipiente Guerra Fría que se desarrollaría en las siguientes décadas. Esta primera aventura, junto a la segunda, El misterio de la gran pirámide, se acaban de publicar en una edición integral única: Blake y Mortimer Integral 1 (2024), por parte de Norma Editorial, acompañada de artículos de análisis, extras e ilustraciones inéditas.

En vida del autor, se publicaron ocho aventuras de los personajes, primero serializadas en la revista y, posteriormente, en álbum recopilatorio con las clásicas 48 páginas. Pero las historias de la mítica pareja protagonista continúan hasta la actualidad por diferentes equipos creativos que han sabido mantener la esencia del estilo de Jacobs; en especial hay que destacar el trabajo del dibujante Bob de Moor (1925-1992), que realizó la novena aventura a partir del guion y anotación del maestro, ya fallecido, siendo, a su vez, unos de sus trabajos póstumos.

Esta introducción es necesaria para comprender la importancia del cómic Edgar P. Jacobs: El soñador de apocalipsis (Edgar P. Jacobs: Le rêveur d’apocalypses, 2021), con guion de François Rivière, dibujo de Philippe Wurm y color de Benoît Bekaert, con traducción al castellano de René Parra Lambies, publicada por Norma Editorial en diciembre de 2023. El soñador de apocalipsis es una biografía en nueve capítulos del autor de cómics, un recorrido por las vicisitudes personales y profesionales que permite comprender, no solo cómo llegó a convertirse en uno de los autores más influyentes de la historia del cómic, sino, también, para comprender la idiosincrasia de la profesión de autor de cómics.

Rivière, nacido en 1949, había conocido en vida a Jacobs, visitándolo en numerosas ocasiones en su casa. El célebre guionista realiza un homenaje sincero al autor a través de la habilidad de Wurm, nacido en 1962, uno de los máximos exponentes actuales de la línea clara. El resultado es sublime, nos permite conocer las inquietudes del joven Edgar por la música, llegando a actuar como barítono y manteniendo siempre una estrecha relación con la ópera. Sus habilidades para el dibujo, la ilustración y la pintura le llevaron a ganarse la vida durante años en el sector publicitario, dibujando catálogos para centros comerciales o decorados para diferentes teatros. La necesidad de buscar perennemente la estabilidad financiera le llevaría a trabajar en una publicación de historietas, donde debutó en 1942 como dibujante de la serie Flash Gordon de Alex Raymond, cuando los editores le pidieron que acabara la historia que la Segunda Guerra Mundial había dejado incompleta al cesar el envío de material nuevo para publicar. En esa misma revista publicaría su primera historia propiamente dicha: El Rayo ‘U’ (Le Rayon U, 1943), también disponible en castellano, publicada en 2023 una reciente edición.

Estas primeras publicaciones le llevaron a conocer a Hergé, interesado por la calidad de su trabajo; el resto es historia, como se suele decir en estos casos. En el cómic tenemos la oportunidad de observar las vicisitudes profesionales por las que pasa Jacobs, que pueden ser extensibles a un autor de cómics en general. Por ejemplo, de su trabajo con Hergé en varios álbumes de Tintin, la invisibilización de su trabajo al no poder acreditarlo como tal de ninguna manera, lo que llevó después a tener una relación tirante con el dibujante, que era su editor en la revista, y que veía que un discípulo suyo adquiría una notoriedad de una magnitud similar a la suya. El éxito de la serie Black y Mortimer consigue dos cosas fundamentales para el autor: estabilidad económica y, consecuentemente, tiempo.

Jacobs compra su primera casa en 1955, a los 51 años. Por fin puede tener ordenada y expuesta la gran cantidad de documentación y objetos acumulados a lo largo de su vida. En ese hogar, le veremos trabajar durante años en largas jornadas, presionado por las fechas de entrega y exigentes editores, y las obligaciones asociadas a su profesión, como la necesidad de conocer la técnica asociada a la impresión (para obtener el mejor resultado publicado), estudiar las técnicas de dibujo, o las tediosas promociones y largos viajes promocionales, con agotadoras sesiones de firmas en las que en realidad, lo que espera el aficionado, es un dibujo del artista, bueno, bonito y rápido.

El soñador de apocalipsis es una gran oportunidad para conocer de forma más humana a uno de los grandes autores de la historieta, pero también para conocer cuál fue su itinerario vital que le llevó a conseguir realizar ese legado, de su inquietud intelectual por la historia antigua, su necesidad vital de documentarse, el afán de ser original, de ser innovador en su propuesta y de reconocer la necesidad de adaptarse ante los cambios de los gustos de los lectores. O los problemas de salud asociados directamente a la profesión. También de las penurias que tuvo que sufrir durante años, ante la precariedad del trabajo y las condiciones laborales con las que debía lidiar. Y parece que el paso del tiempo no ha ayudado a mejorar dichas condiciones.

El pasado 18 de enero de 2024, la Sectorial del Cómic, una entidad creada en 2020, formada por representantes de todos los agentes del sector, presentaba el Libro Blanco del Cómic en España (2024), el primer estudio de situación que se realiza en profundidad sobre la industria del cómic en nuestro país, elaborado a lo largo de tres años y en el que han participado más de 650 profesionales. Solo un día después, una representación del colectivo presentaba la publicación al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa, como gesto simbólico de soporte a la iniciativa, y para recibir de primera mano las llamadas «8 medidas esenciales que el sector del cómic reclama a las instituciones públicas», de las cuáles nosotros ya identificábamos tres en el artículo Una solución sistémica para el sector del cómic, publicado en mayo de 2022 en Catalunya Plural.

El Libro Blanco sorprende por no seguir la metodología de análisis sectorial desde un punto de vista académico (solo tenían que haber leído el libro Introducción al análisis sectorial: aplicación al sector del cómic, 1990, de Solé Parellada, Mas y Grandes, para conocer cómo aplicar la teoría de análisis a este sector en concreto), pero eso no desmerece en absoluto el contenido que sirve de punto de partida. Entre la información expuesta, que es cuantiosa e interesante (y sirve de punto de partida para corregir los posibles errores que hubieran), destaca el dato de que en 2021, el 64% de los autores que han participado en el estudio reconocen que sus ingresos mensuales no llegaban a los valores del salario mínimo interprofesional, que a finales de ese año era de 13.510 euros anuales. Y sin autores, no hay cómics. Y sin lectores, tampoco. Esa es la realidad. ¿Cuál fue el último cómic que compraste?

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