Después de la primera vuelta electoral de las elecciones presidenciales de 2023 en Argentina, que ganó contra todo pronóstico el candidato peronista Sergio Massa, el expresidente uruguayo Pepe Mujica afirmó: “El peronismo es un animal mitológico”. Mujica, que en estas elecciones al Parlamento de Galicia apoyó explícitamente a Ana Pontón, hablaba de la capacidad organizativa y de resistencia de ese movimiento político. Lejos de las evidentes diferencias político-programáticas, en Galicia ha ganado un animal mitológico: el Partido Popular de Galicia. Solo así se puede explicar la quinta mayoría absoluta consecutiva, que supera el récord de Fraga -que de 1989 a 2005 sumó cuatro mayorías absolutas-.
El partido de Feijóo -y no me refiero a aquel que tiene su sede en Génova 13, sino a su marca gallega- ha entendido que en esta contienda electoral podría estar en juego su hegemonía. Y por esa razón, no solo ha tomado decisiones importantes durante la campaña electoral desde el gobierno de la Xunta (que han incluido pagos a funcionarios y otras malas prácticas) sino que han activado todas las herramientas a su servicio. Desde los medios de comunicación públicos gallegos a las grandes cabeceras privadas, editadas en Madrid. Esto ha servido como narrativa para encender los motores de una campaña que el Partido Popular de Galicia ha ganado municipio a municipio. Solo los conservadores, de hecho, tienen una estructura de estas características. Es importante recordarlo, especialmente cuando observamos los resultados desde fuera.
En Galicia, una participación alta (de casi un 70%) se vincula, históricamente, a un buen resultado de las fuerzas progresistas. Así es como pasa, habitualmente, en las elecciones generales en Galicia, donde el Partido Popular no siempre se impone y donde casi nunca supera la suma de las izquierdas. Esta vez, sin embargo, el PPdeG ha sido capaz de resistir.
La victoria del candidato ausente
Rueda ha ganado, como decíamos, a lomos de un animal mitológico. Ahora bien, su resultado implica un cierto desgaste en apoyos (-2 escaños) después de evitar confrontar con Pontón y Besteiro en los debates electorales de RTVE y la Cadena SER. La crisis de los pellets no ha sido suficiente para poner en cuestión su -nuevo- liderazgo. Quizás porque el animal mitológico gallego ha abrazado definitivamente la narrativa del PP de Madrid, evitando, de rebote, centrar su campaña en asuntos relacionados con el día a día de los ciudadanos de ese país. La narrativa española acompañada de la maquinaria de guerra electoral gallega.
Alfonso Rueda será presidente de la Xunta de Galicia después de haber promovido un binomio polarizador: o nosotros o el caos. El multipartito, tal y como se refería durante la campaña electoral. Este marco parece ser el que se ha impuesto y que permitirá a Feijóo permanecer en la presidencia del PP estatal, al menos, hasta que Ayuso se lo permita.
BNG: una fuerza que se expande
Los nacionalistas gallegos han obtenido el mejor resultado de su historia (31,5% de los votos) y se han convertido en el voto útil para el elector progresista gallego. Una verdadera novedad, si tenemos en cuenta los esfuerzos del Partido Popular por estigmatizar las alianzas políticas y las propuestas programáticas de la fuerza de Pontón. Precisamente su candidata ha actuado de catalizadora de una estrategia global muy acertada, dirigida a conectar con nuevos sectores sociales con la voluntad de convertirse en la clara alternativa al Partido Popular. Esta ha sido la victoria simbólica más importante de los nacionalistas.
En segundo lugar, cabe destacar el excelente resultado en la ciudad de Vigo, la más grande de Galicia, donde han conseguido subir más de 13 puntos porcentuales. El BNG consolida y amplía, por tanto, el avance que ya había protagonizado en el año 2020 (de 7 a 19 escaños), hasta las 25 actas (+6) en el Parlamento de Galicia, rompiendo su techo electoral.
Decía Pontón durante la noche electoral que los grandes cambios no son fáciles. Es evidente que su resultado no ha sido suficiente para vencer a los populares, pero de esta elección nace también la alternativa clara a Rueda. Ningún partido de la izquierda gallega había obtenido un resultado tan alto desde 2005, cuando Touriño se llevó el 33,64% de los apoyos. Así pues, si Rueda se descuida, sabe que tendrá a Pontón en condiciones de disputarle la presidencia.
La gran derrota del PSdeG-PSOE
La larga década de luchas internas en el seno del socialismo gallego ha desembocado en el peor resultado socialista de la historia. Si el BNG es la cara, el PSdeG es la cruz de la jornada electoral. Su retroceso no ha permitido hacer realidad un cambio de ciclo político en la Xunta de Galicia. Y es que Besteiro no ha podido trabajar correctamente la frontera electoral -existente y tangible- del PSOE y el PP en Galicia (como por otro lado, sí ha sabido hacer Pedro Sánchez en comicios de ámbito estatal, especialmente en zonas urbanas).
Los 9 escaños (-5) que tendrán los socialistas los reservan un papel secundario en la dinámica parlamentaria gallega, subordinada al liderazgo del bloque de izquierdas que corresponderá a Pontón. Algunos analistas apuntan especialmente a su mal resultado en las provincias de Pontevedra y Ourense, donde los de Besteiro se han dejado 4 de los 5 escaños que han perdido.
Populismo made in Ourense
La peor noticia de la noche, sin duda alguna, es la entrada en el Parlamento de Galicia del populismo localista que representa Democracia Ourensana. Una fuerza personalista liderada por Gonzalo Pérez Jácome, alcalde de Ourense; un personaje viral de aquellos que al principio hacen reír. Con poco más de 15.000 votos conseguirá que Armando Ojea siga en la asamblea legislativa gallega, que se dedicará -según Jácome- a gruñir durante todo su mandato. Sin comentarios.
Y los próximos cuatro años, ¿qué?
Cabe esperar que la próxima legislatura gallega acabe de consolidar a Ana Pontón como la alternativa a la hegemonía del Partido Popular. En el ámbito de las izquierdas, Sumar Galicia y Podemos deberán hacer una reflexión interna muy profunda, después de haber dividido el voto progresista para acabar obteniendo, sumados, poco más de 30.000 votos. Un ridículo espantoso solo a la altura del resultado socialista, que seguramente reabrirá viejas heridas internas -si desde Moncloa no lo evitan-.
La responsabilidad de los nacionalistas gallegos y del conjunto de las izquierdas será encontrar la fórmula para vencer al animal mitológico del Partido Popular gallego, que a pesar de su implantación territorial y su fuerza específica, este año ha dado unas primeras -e insuficientes, en términos electorales- muestras de desgaste.


