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Estas últimas semanas hemos tenido algunos ejemplos de una tendencia que comenzó hace tiempo y que cada vez va a más. Algunos de los representantes más conocidos de los star system comunicativos catalanes y españoles han iniciado una cruzada contra las redes sociales, especialmente centrada en X, el antiguo twitter. Una campaña fundamentada en el desprecio y en un corporativismo pasado de moda. Mònica Terribas, Jordi Évole o Màrius Carol son algunos de los últimos ejemplos de opinadores oficiales y oficialistas que, desde sus atalayas, investidos de una ridícula superioridad moral, han aprovechado los altavoces mediáticos para disparar contra las redes y algunos de sus usuarios y usuarias.

La actitud crítica de los medios de comunicación tradicionales hacia las redes sociales y sus intentos de demonizarlas se fundamenta en su supuesta falta de fiabilidad, acusándolas de ser fuentes poco fidedignas de información. Debido a la facilidad con que se pueden crear y difundir contenido sin verificación, existe una preocupación sobre la precisión y la veracidad de la información que se comparte a través de estas plataformas. También se cuestiona la presunta capacidad de difundir desinformación y noticias falsas a una velocidad alarmante, considerando que esta desinformación puede tener repercusiones negativas en la sociedad y en la confianza del público en los medios de comunicación.

Sin negar que una parte de lo que se mueve en las redes tiene mucho de eso, y aceptando la preocupación que genera, es innegable su impacto creciente sobre los medios clásicos. Las redes sociales han cambiado, de manera irreversible, la forma en que la gente consume las noticias y la información. Cada vez más personas, especialmente las generaciones más jóvenes, recurren a ellas en lugar de leer diarios o ver la televisión. Hoy ya podemos afirmar que las redes, con su capacidad para ofrecer contenido inmediato y altamente personalizado, pueden captar la atención de los consumidores de noticias de manera más efectiva.

De ahí vienen los nervios. A pesar de las dudas que nos generan a los propios usuarios las personas e intereses que hay detrás de las redes sociales más utilizadas, su explosión e impacto ha puesto en cuestión a buena parte del statu quo, especialmente a aquel que no ha sabido o no ha querido entender el fenómeno y adaptarlo a sus necesidades. Las nuevas propuestas de periodismo digital y libre trabajan con estrategia vinculada a las redes sociales. De “lo he leído en La Vanguardia” o “lo he oído en el programa de Basté” hemos pasado al “lo he visto en twitter” o “me ha llegado por la red”.

A pesar de los peros y las dudas, considero innegable que las redes sociales ofrecen una serie de ventajas y utilidades significativas en la sociedad actual. Permiten conectarse con personas de todo el mundo, facilitando la comunicación instantánea con amigos, familiares e incluso con desconocidos con intereses similares. Además, proporcionan una plataforma para que las personas expresen sus opiniones, compartiendo pensamientos e ideas. Esto fomenta la libertad de expresión y puede generar discusión y debate sobre una amplia gama de temas.

A través de las redes sociales, las personas pueden acceder a una gran cantidad de información en tiempo real. Información muy diversa, que bien filtrada puede ayudar a desarrollar el pensamiento crítico. No es menor tampoco el cambio que ha supuesto el uso de las redes en las acciones de sensibilización y activismo sobre cuestiones como los derechos humanos, el medio ambiente, la igualdad de género y otras causas sociales. Son varios los ejemplos más o menos recientes que acreditan su capacidad de movilización.

A pesar de estas ventajas, es importante no bajar la guardia y luchar contra los aspectos negativos o desafíos que pueden surgir del uso pernicioso de las redes sociales, como la privacidad, la desinformación, la adicción, el bullying en línea o la manipulación de la opinión pública.

Con sus riesgos y sus peligros, las redes sociales, bien gestionadas y utilizadas con criterio y rigor crítico, pueden ocurrir de aquella democracia directa que a menudo anhelamos. En tanto que permiten a las personas acceder a una gran variedad de información y noticias de diversas fuentes y perspectivas, pueden contribuir a una mayor transparencia y a una mejor comprensión de los acontecimientos y las cuestiones políticas. Ofrecen una plataforma para que la ciudadanía exprese sus opiniones, comparta sus preocupaciones y participe en debates públicos, favoreciendo una participación más ancha y diversa en la vida política y cívica.

La presión de las redes sociales está obligando a gobiernos e instituciones a ser más transparentes y responsables ante la opinión pública. La difusión de información y la monitorización de las acciones de los gobiernos pueden ser más inmediatas y visibles, aumentando la responsabilidad y la rendición de cuentas. Y tampoco hay que olvidar que en muchos casos han facilitado la participación y la representación de grupos marginados y minorías, permitiéndoles compartir sus experiencias y preocupaciones y hacer oír sus voces en el discurso público y político.

Curiosamente, los detractores de las redes sociales utilizan su código de lenguaje para atacarlas, con mensajes y frases cortas e impactantes: “nido de odio”, “conversación de bar”, “no hay filtro”, … Una ofensiva estéril que una vez más trata a la ciudadanía con paternalismo y condescendencia. Creo que la parte más interesante de la reacción cobarde y altiva de una parte del sector de la comunicación ante el fenómeno de las redes es justamente el debate que está generando sobre el futuro de la información y las propuestas innovadoras que surgen desde medios libres y críticos con el periodismo dependiente y servil.

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