El 18 de septiembre de 1981, la Asamblea Nacional aprobaba, por 363 votos contra 117, el proyecto de ley por el que se abolía la pena de muerte en Francia. El 30 de septiembre, los senadores votaron a favor del texto en los mismos términos, por 160 votos contra 126. La ley fue adoptada definitivamente después de su publicación en el Diario Oficial el 10 de octubre del mismo año, bajo la presidencia de François Miterrand (1916-1996), convirtiendo a Francia en el 35º estado del mundo en abolir oficialmente la pena capital. La aprobación fue por mayoría absoluta, no por unanimidad, como indican los datos de las votaciones, por lo que, probablemente, es un tema que continúa provocando discordia en la población.
El pasado 9 de febrero fallecía Robert Badinter (1928-2024), el Ministro de Justicia que combatió a favor de la reinserción de los presos y luchó en contra de la pena de muerte que él mismo propuso abolir. Badinter, que llegó a presidir el Consejo Constitucional de la República Francesa entre 1986 y 1995, consiguió que los parlamentarios votaran a favor del fin de la pena capital en un país que tenía asumido desde hacía dos siglos que, con la guillotina, la Revolución Francesa puso a todos los ciudadanos iguales ante el castigo supremo, independientemente de la crueldad que suponía la sentencia mortal.

Los intelectuales de la Ilustración denunciaron la pena capital y sus métodos de aplicación, especialmente influenciados por el jurista y economista italiano Cesare Beccaria (1738-1794), considerado uno de los pioneros del movimiento abolicionista. Beccaria definió los delitos como violaciones del individuo que incumplían el contrato teórico que establecemos con la sociedad, por la que esta salvaguarda los derechos de las personas, garantizando el orden. De esta manera, la sociedad tiene el derecho a defenderse, aplicando medidas proporcionales al delito cometido (principio de proporcionalidad), pero teniendo en cuenta que nadie puede disponer de la vida de otra persona.
Beccaria abogaba por la abolición de la pena de muerte, puesto que esta no impide los crímenes ni es eficaz como recurso disuasorio, puesto que en la memoria colectiva no permanece un recuerdo concreto de culpabilidad y castigo. Pero sí que es disuasorio pensar que puedo pasarme el resto de mi vida en la cárcel, privado de libertad. Además, teniendo en cuenta la teoría contractualista, no tiene sentido ejecutar una vida humana cuando es precisamente la base de la responsabilidad de la sociedad, es decir, proteger al ciudadano. Beccaria propugnaba el valor educativo de la condena y la eliminación del tormento del reo, así como la prohibición de la exposición pública del castigo, además de eliminar la arbitrariedad y la falta de racionalidad en la sentencia y en la aplicación de la pena.

Coincidiendo con el cuarenta aniversario de la aprobación de la ley que abolía la pena de muerte en Francia, se publicaba en el país vecino el cómic Claude Gueux (2021), con guion de Séverine Lambour y dibujo de Benoît Springer, publicado tres años después, en enero de 2024, por Norma Editorial con traducción al castellano de René Parra Lambíes. El equipo creativo Lambour y Springer, que ya habían trabajado conjuntamente en varias obras, son responsables también del color, en una obra donde la representación gráfica y el tono de las viñetas (y el fondo negro de la página) es fundamental para dotar a la historia de una ambientación dura y terrible, en consonancia con las penurias y el calvario por el que pasa el protagonista que da título a la obra.
El cómic adapta la novela corta de Victor Hugo (1802-1885), publicada en 1834 originalmente. Y lo hizo cinco años después de uno de sus primeros trabajos, El último día de un condenado a muerte (Le Dernier jour d’un condamné, 1829), publicado de forma anónima en primera instancia y, ya con su firma, en 1832, considerado un contundente alegato contra la pena de muerte, realizado después de presenciar varias ejecuciones públicas e inspirándose en un caso real. La novela Claude Gueux se inspira también en una noticia coetánea, en la que el convicto fue ejecutado en la guillotina el 8 de junio de 1832, y la fecha es importante, como verán a continuación, teniendo en cuenta que fue detenido apenas unos dos años antes, mientras el país estaba atravesando un momento histórico crucial.

Casi treinta años después de escribir estas primeras novelas, Victor Hugo publicaba la considerada como uno de los grandes clásicos de la literatura universal: Los miserables (Les Misérables, 1862), una historia que acontece precisamente en 1832 durante la conocida como la Rebelión de junio, y en la que, de nuevo, volvía a mostrar su oposición a la pena de muerte. La insurrección republicana en París se produjo apenas tres días antes de ejecutar la sentencia del reo inmortalizado en la obra del escritor, que, en la realidad, no era tan buena persona como lo retrató. Hugo se inspiró en la noticia real de la condena de Claude Gueaux (1804-1832), que había sido encarcelado en varias ocasiones por robo con violencia. En su novela (y en el cómic de Lambour y Springer) aparece retratado como un humilde padre de familia que roba una barra de pan y un par de troncos para alimentar y calentar a su hija pequeña y a su mujer, congeladas por las inclemencias del frío invierno que estaban viviendo.
Una vez entra en prisión, lo narrado en la ficción sí que se parece a la realidad. Allí es maltratado de forma cruel y lacerante por el director de la penitenciaria, aparentemente, de forma innecesaria, por lo que el reo decide matarlo y, a continuación, suicidarse, aunque no lo consigue. Hugo convierte al prisionero en un ladrón de gran corazón que se muestra dócil en la prisión, dedicándose a tejer gorros sin meterse en líos y con una actitud constructiva. Aun así, es maltratado por la administración penitenciaria, mientras su temperamento está condicionado por el frío extremo del lugar y el hambre perenne con el que debe de pasar los días, hasta el punto de explotar tras las continuas humillaciones de las que es víctima. Y, todo ello, como instrumento para condenar la pena de muerte y defender la importancia de la educación como recurso fundamental para la prevención de todo tipo de delitos.
En la novela, Hugo crea un punto de partida irrisorio, el robo de una barra de pan, que culmina con un desenlace fatídico, el asesinato del director de la penitenciaria, como ejemplo de que es el sistema el que ha provocado ese trayecto negativo, por culpa de una justicia desproporcional y un autoritarismo insensato e imprudente por parte de la administración del estado. Parece como si el autor justificase la necesidad de tener que tomarse la justicia por su mano por parte del protagonista, teniendo en cuenta la sensación de impunidad con la que se le castigaba injustamente. La última página del cómic repite las palabras del libro de Victor Hugo, y resultan edificantes respecto a su intención manifiesta: «Ved a Claude Gueux, cerebro bien hecho, corazón bien hecho, sin duda alguna. Pero el destino lo coloca en una sociedad tan mal hecha que termina robando; la sociedad lo encierra en una prisión tan mal hecha que termina matando. ¿Quién es realmente el culpable? ¿Él? ¿Nosotros?». Esta frase final hace referencia al entorno social que puede favorecer un comportamiento determinado. La prevención pasa por soluciones sociológicas que eviten que se produzca dicha necesidad, huyendo de estereotipos.
También en enero de 2024, se publica el cómic Perpendicular al sol (Perpendiculaire au soleil, 2022), de la joven y debutante autora francesa Valentine Cuny-Le Callet, publicado en castellano por el sello Salamandra Graphic con traducción de Carlos Mayor, y en catalán por la Editorial Finestres con traducción de Marta Marfany. Nacida en París en 1996, vive y trabaja entre Francia y Estados Unidos. En 2016, con tan solo diecinueve años, inicia un intercambio epistolar con Renaldo McGirth, condenado a muerte por un crimen cometido a los dieciocho años, por el que lleva encerrado más de una década en el corredor de la muerte en una prisión de Florida.

Contó su amistad y sus visitas a la cárcel en el ensayo Le monde dans cinq mètres carrés ([El mundo en cinco metros cuadrados], 2020), donde denuncia como el joven lleva años intentando que revisen su condena, proclamando su inocencia. Ella no toma partido, pero si actúa como altavoz de denuncia de la violencia implícita en el sistema judicial estadounidense, que pospone constantemente su caso. Ahora, con su impactante debut en el cómic en un poderoso blanco y negro, el grafismo resulta aún más contundente, tanto de denuncia de la pena de muerte como de la desigualdad social y cultural, además del racismo sistémico imperante en el sistema judicial y penitenciario.
Mientras estudiaba en la Universidad de Chicago, decidió visitar durante tres días a Renaldo, el joven afroamericano que espera su fatal destino en el corredor de la muerte, para intentar comprender su situación y tratar de dar testimonio de la falta de humanidad del sistema, como ha podido hacer finalmente con Perpendicular al sol. Para aquellos que votaron en contra de la abolición de la pena capital hace poco más de cuarenta años, y a los defensores actuales de todo el mundo que seguro existen, ahora tienen estos dos cómics que les ayudaran a visualizar unas realidades que no podemos ignorar. A pesar de los casi doscientos años que separan la novela de Victor Hugo y el cómic de Valentine Cuny-Le Callet, algunos aspectos de la sociedad parecen que no han cambiado demasiado y siguen siendo necesarias estas obras de denuncia.



