De forma recurrente, aparecen noticias en los medios de comunicación que hacen referencia a agresiones injustificadas sin ningún motivo aparente (si es que tuviera que haber algún motivo), aunque en algunas ocasiones se indican motivos raciales, homofóbicos, xenófobos o misóginos, por ejemplo, o pueden estar inducidos por culpa de un episodio relacionado con alguna enfermedad de salud mental. Independientemente del origen marginal del detonante de lo que podríamos considerar como violencia gratuita, el que es interesante es observar cómo reaccionamos ante ella. En marzo de 2024 se estrenan en las salas de cine españolas dos películas de ciencia ficción sociológica que, curiosamente, coinciden en algunos de los planteamientos y desenlaces, a pesar de las grandes diferencias en el argumento y la intención.

Por un lado, la película francófona Vincent debe morir (Vincent doit morir, 2023), dirigida por Stéphan Castang. Nacido en 1973 en Versailles (Francia), esta es su ópera prima en el largometraje, después de una dilatada carrera en teatro, como actor y dramaturgo, con el que comparte experiencia y estreno con el guionista Mathieu Naert. La película parte de una premisa excepcional que el espectador debe aceptar: algunas personas, de forma inexplicable, atacan sin motivo aparente (sin ni siquiera conocerlo) al protagonista de la película, un cuarentón Vincent, interpretado por Karim Leklou, en el papel de un diseñador gráfico, que recibe dos ataques inesperados y contundentes en el lugar de trabajo, el primero por parte de un estudiante en prácticas, y el segundo por un compañero del departamento de contabilidad. Más tarde, los ataques se normalizarían de forma continua.
Una vez aceptada la singularidad (no sabemos en ningún momento si se trata de un virus, aunque sí parece que la reacción se produzca una vez se intercambian las miradas), el resto de la historia debería de ser verosímil, y es ahí donde el espectador puede reflexionar sobre la secuencia de eventos que se van sucediendo, los primeros en el ámbito laboral. La primera reacción de la empresa es dejar que continúe las prácticas el joven agresor: «Total, las acababa a final de semana, no vale la pena decirle que dejara de venir». Después, reunir al agresor de contabilidad con el agredido de diseño para que se dieran la mano e invitarles a que se tomaran algo, y, a continuación, la dirección acaba proponiendo a la víctima que haga teletrabajo, así todos estarán mejor, especialmente los compañeros que tuvieron que ver como agredían a uno de los suyos (por cierto, con el testimonio en vídeo de la agresión, puesto que algunos decidieron que era más sensato grabar la agresión que ayudar a la víctima).

El ritmo de la película es vertiginoso con ciertos toques de humor negro, especialmente por los lugares inesperados en que acontecen algunas de las agresiones y por la forma y el perfil del responsable de la agresión en cuestión, comportamientos extremos potenciados por la fotografía de Manu Dacosse y la música de John Kaced, que nos anticipan y muestran en todo su esplendor el estallido efímero de violencia de cada escena.
La película se presentó en una sesión especial en la 62ª edición de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes del 2023, destacando por esa representación y crítica de la sociedad contemporánea protagonizada por un trabajador de aspecto corriente, atacado por otros ciudadanos corrientes, de todo tipo de características, incluidos ancianos y niños, todos con una agresividad espeluznante y bizarra. La sátira laboral del inicio desemboca hacia una sátira social cuando descubrimos la solitaria vida del protagonista (recientemente separado), con la necesidad de recuperar las viejas amistades a través de volver a utilizar las redes sociales (subiendo fotos de las marcas de las agresiones, buscando la atención de su red, de forma compasiva, se entiende, aunque lo que recibe son comentarios hirientes en las respuestas), y buscando nuevas relaciones a través de aplicaciones de citas. Nada de ello funcionará realmente, bueno, como en la vida real, aunque, a su manera, también es una película romántica al narrar una historia de amor en un contexto hiperindividualista.

Vincent debe morir se pudo ver en la 56ª edición del SITGES Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, que tuvo como película de clausura a Dream Scenario (2023), dirigida por el noruego Kristoffer Borgli y producción de la singular empresa estadounidense A24, que llega el primer día de marzo a las salas de cine españolas. La película está protagonizada por Nicolas Cage, que realiza una de sus mejores interpretaciones, y que le valió la nominación como mejor actor de comedia en la edición 2024 de los Globos de Oro.
Cage interpreta a Paul Matthews, un profesor universitario de mediana edad y con un físico corriente que no se caracteriza por su capacidad proactiva, quizás desbordado por la rutina del día a día de las clases, las correcciones, etc. En cualquier caso, le vemos reaccionar de forma tímida ante lo que parece un robo de una idea de investigación por parte de una antigua colega, para la que no tiene posibilidad de defensa puesto que él lleva años a punto de empezar a escribir el libro sobre su teoría científica. Un libro que nunca llegó a escribir.

El anodino profesor se convierte en una gran celebridad en la comunidad después de un hecho insólito: aparecer en los sueños de todos los ciudadanos, independientemente de si se conocían o no. De hecho, su proyección en las redes sociales y los medios de comunicación permite que todo el mundo que haya soñado con él pueda ponerle nombre y apellido a ese misterioso personaje que aparece en los sueños sin hacer nada, solo observar,… hasta que sí hace algo y los sueños se convierten en pesadillas.
El guion está escrito por el mismo Borgli, un autor singular que destaca por varios cortos impactantes, su primer largo en forma de documental ficticio, DRIB (2017), sobre una agencia publicitaria que pretendía hacer una campaña publicitaria falsa que pareciese real para conseguir la viralidad (que, a su vez, se inspiraba en historias reales que eran falsas también), y de su primer largo de ficción, Sick of Myself (Syk pike, 2022), una comedia negra sobre la obsesión por la imagen. En Dream Scenario, Borgli se interesó por una noticia de 2018, en la que un profesor universitario era despedido, aparentemente de una forma injustificada, pero la noticia se refería, además, a cómo los estudiantes le seguían e insultaban en el campus, destrozando su coche, entre otras acciones.
El interés por este tipo de historias le llevó a recopilar unas cuantas similares, algunas tan estrambóticas y narcisistas como la de profesores que aseguraban que premios Nobel les había robado una idea suya. Aunque todas ellas tenían en común el afán de la sociedad por cancelar al susodicho profesor, actuando de jueces y verdugos a la vez. «Me sonaba a película del Oeste, cuando una persona es desterrada de un pueblo o expulsada por los aldeanos con antorchas, como le pasó a Frankenstein. El escenario me pareció muy cinematográfico», afirma el director en una de las entrevistas promocionales de la película.

El popular profesor universitario con el que todo el mundo quería hacerse un selfi, incluidas sus hijas adolescentes con las que antes sufría el cruel desprecio característico de la edad, acaba despedido de su trabajo, en una polémica decisión de la dirección, por algo en lo que realmente no es responsable, es decir, lo que hace en las ahora pesadillas de la gente, pero que no tienen ninguna relación con su comportamiento en el mundo real. Pero eso no importa. Y, de esta manera, se evidencia una de las lecciones que el propio profesor explica en sus clases como profesor de biología evolutiva: «¿Por qué las cebras tienen ese llamativo color en la sabana, donde claramente se las identifica a distancia? Pues para no destacar de la manada, si mantienes la cabeza agachada quedas protegido en medio de toda la comunidad. En el momento en que destacas (levantas la cabeza), eres carnaza para los leones al convertirte en su objetivo».
Esta sensación de sociedad agresora es mucho más implícita en la película Beau tiene miedo (Beau Is Afraid, 2023), con guion y dirección de Ari Foster, que es productor también de Dream Scenario. En Beau tiene miedo, que acaba de llegar a las plataformas digitales, el protagonista, encarnado por Joaquin Phoenix justo después de ganar el Premio Óscar, vive en un mundo aterrador al que debe de enfrentarse en un viaje kafkiano. A su manera, el profesor Paul Matthews también deberá de seguir su peculiar viacrucis con el consiguiente despido y destierro familiar y social, no sin antes mostrar lo ridículo que resulta el arquetipo de masculinidad subyacente con una joven admiradora. Y no sin antes poder comprobar cómo, algunos editores desaprensivos, deciden explotar lo morboso a expensas del interés del afectado, a lo que el profesor se presta con vistas a la popularidad. Todo vale por el dinero. O, quizás, ni eso. El personaje que mejor refleja la sociedad contemporánea probablemente sea la niña de la película Dejar el mundo atrás (Leave the World Behind, 2023), basada en el libro homónimo de Rumaan Alam, donde en medio de un cataclismo mundial, a ella lo única que le interesa es saber cómo acaba su serie favorita.



