El tráfico aéreo ha vuelto a su nivel de 2019 y, si creemos a los actores del sector, podría duplicarse de aquí a 2040. Esto es un desastre cuando sabemos que este aumento del número de vuelos no es compatible ni con nuestros objetivos climáticos ni con la protección de la salud de las personas afectadas por el ruido y la contaminación atmosférica. Los estudios científicos son claros y no dejan lugar a dudas. Además, existen alternativas ferroviarias para muchos destinos europeos. Ante esta situación, hay que tomar decisiones políticas claras y decididas, como ha ocurrido recientemente con el aeropuerto de Amsterdam-Schiphol.

El gobierno holandés y el operador del aeropuerto se han dado cuenta de que el crecimiento del tráfico aéreo ya no es sostenible. Por ello han mostrado su voluntad para reducir el número de vuelos, introducir un toque de queda, prohibir la aviación privada y abandonar los planes de una nueva pista. “No podemos pedir a los habitantes de la región que hagan sacrificios durante años para los que vuelan sólo por sus vacaciones”, declaró Ruud Sondag, Director General del aeropuerto. Decenas de millones de personas sufren día y noche el ruido y la contaminación de los aviones. El ruido es un importante problema de salud pública, causante de trastornos del sueño, problemas cognitivos, hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares. Sólo en Francia, su coste social se ha estimado en 6.100 millones de euros al año. Sin embargo, ninguno de los aeropuertos europeos cumple realmente las directivas y reglamentos europeos que les obligan a elaborar planes de reducción del ruido aéreo, porque los niveles de ruido siguen aumentando alrededor de los aeropuertos, como muestran los mapas estratégicos de ruido.

Cada año, la contaminación atmosférica causa más de 250.000 muertes en Europa, y la aviación es un importante contribuyente local. Las partículas ultrafinas que emiten los motores de los aviones son más pequeñas que las de los motores diésel y, por tanto, potencialmente más tóxicas. Pero ni se regulan ni se miden. La contaminación atmosférica de los aeropuertos sigue siendo la gran olvidada de las políticas de calidad del aire.

Cuando se trata del clima, el impacto de la aviación dista mucho de ser insignificante. La aviación comercial representa casi el 5% de las emisiones de CO2 de Europa, y casi el 7% de las de Francia. Un estudio revela que, en 2019, los 20 aeropuertos más contaminantes del mundo –entre ellos París-CDG, Londres-Heathrow, Fráncfort y Ámsterdam-Schiphol– emitieron tanto CO2 como ¡58 centrales térmicas de carbón! Y eso sin contar el impacto climático de las emisiones distintas del dióxido de carbono, en particular las estelas de condensación, que multiplican por al menos dos el impacto del CO2 por sí solo. Dos veces más importante que hace 30 años, el peso del sector de la aviación en las emisiones mundiales es tanto más desproporcionado cuanto que este modo de transporte sigue siendo utilizado principalmente por una pequeña parte de la población, sobre todo para el ocio. En un momento en que Europa y nuestros gobiernos piden a todo el mundo que haga un esfuerzo, resulta difícil entender por qué el transporte aéreo debería quedar exento.

Sin embargo, para que el sector desempeñe su papel en la reducción de las emisiones, es esencial una reducción del tráfico. Ni el progreso tecnológico ni los llamados combustibles “sostenibles” para la aviación estarán disponibles en cantidades suficientes en el tiempo necesario. Dos informes publicados en enero de 2024 por el Aeropuerto Schiphol de Ámsterdam muestran que es necesaria una reducción de al menos el 30% de sus emisiones y de las de la aviación europea respecto a 2019 de aquí a 2030 para cumplir el Acuerdo de París sobre el clima. Y la dirección del aeropuerto reconoce que no hay otra solución a corto y medio plazo que detener el crecimiento del tráfico aéreo y reducirlo rápidamente. Esto limitaría también el impacto sobre la salud. Como este cambio de rumbo tendría repercusiones en el empleo, es esencial tener en cuenta la reconversión de los trabajadores afectados.

Nosotros, víctimas de las molestias aeroportuarias y víctimas presentes y futuras del calentamiento climático, pedimos a nuestros gobiernos y a Europa que sigan el necesario camino abierto por los Países Bajos adoptando por fin medidas concretas: limitar y reducir el número de vuelos, velando al mismo tiempo por reducir el ruido, la contaminación atmosférica y las emisiones de CO2, y generalizar los toques de queda en los aeropuertos, aeródromos y helipuertos.

Asociaciones firmantes en Madrid-Barajas:

  • Juan Manuel Martínez, portavoz de la Plataforma contra la ampliación de Barajas.
  • Pablo Muñoz Nieto, coordinador de movilidad sostenible de Ecologistas en Acción.
  • Enrique Villalobos, presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid.
  • María Roca, vocal de la Junta Directiva de la Asociación Española de Educación Ambiental.
  • Rosa María Prieto Fernández, miembro de la Asociación Vecinal de Mejorada del Campo.
  • Eloy Rodríguez, miembro de la Plataforma contra el ruido de San Fernando de Henares.
  • Esther Moraga, Asociación Vecinal Parque Henares.
  • Jesús Fernández Guinea, miembro de la Asociación Vecinal Jarama.
  • Gabriel Reina, miembro de la Asociación por la Defensa de Belvis.
  • Sofía Fernández, Fridays for Future – Juventud por el Clima España.
  • Joan Manel Llano, Zeroport
  • Ecologistes en acció de Catalunya.
  • Pere Joan, Plataforma contra la ampliación del aeropuerto de Palma.
  • Manuel Fernández, Confederación Sindical Solidaridad Obrera.
  • Rafael Valentín, Sindicato de Enseñanza de Madrid de CGT.
  • Pilar Galindo, La Garbancita Ecológica. Soc. Coop. Integral de Alimentación Agroecológica.
  • Col·lectiu Soterranya
Share.
Leave A Reply