Uno de los grandes retos para las y los economistas es la predicción de los ciclos económicos: saber cuándo se espera que el empleo, los  precios o la producción crezcan o disminuyan. Esto es importante para adaptar las políticas públicas al ciclo económico y reaccionar con ellas, a tiempo, a los momentos de crecimiento y recesión. Sorprendentemente, este reto sigue siendo crucial hoy en día, a pesar de las herramientas que las nuevas tecnologías nos brindan a nivel de predicción y escalabilidad del uso de datos. Hasta comienzos de los 90, se pensaba que las crisis eran causadas por los sospechosos habituales: la tecnología, la política monetaria, el precio del petróleo o los “credit shocks” (los cambios en las condiciones de los préstamos). Desde los 90, sabemos que ninguno de estos factores representa el grueso de las fluctuaciones económicas. Una crisis se suele gestar a través de una combinación de algunos de estos factores y otro ingrediente sumamente importante: una disminución del consumo. Y esto incluye tanto el consumo del cliente final, como de otras empresas que utilizan bienes intermedios en su propia producción.

Estudios recientes, apuntan a que las fluctuaciones económicas, a menudo, se inician en un sector concreto y se expanden de sector a sector hasta generar un shock a nivel agregado, y menos habitualmente se deben a un shock generalizado que afecta a toda la economía en su conjunto. Así, algo tan concreto como una huelga en  la industria productora de piezas de automóviles, puede explicar una contracción de la economía. Esto es porque los distintos sectores de la economía están, de una forma u otra, interrelacionados, a través de la compra y contratación de bienes y servicios intermedios. Por ejemplo, si hay una huelga en la industria productora de piezas de automóviles que genera una disminución en la producción de estas piezas, industrias proveedoras, como la minera, metalúrgica, siderúrgica, del plástico, del vidrio, etc., podrían disminuir también su producción, esperando una menor demanda de sus materiales. Asimismo, productoras y distribuidoras de automóviles, esperando una menor oferta de piezas, podrían adaptar sus estrategias de producción y comercialización a este contexto, por ejemplo, ofreciendo sus coches a un precio mayor, contratando menos comerciales o alargando los tiempos de entrega. A su vez, esto tendría consecuencias para muchos otros sectores. No es difícil imaginar cómo podríamos continuar esta cadena, por ejemplo, a través de todas las empresas que utilizan vehículos en su proceso de producción y/o distribución.

De hecho, este estudio cuantifica el impacto de shocks a sectores específicos en la economía estadounidense y encuentra que éstos pueden explicar hasta un 50% de las fluctuaciones en el PIB. El problema de este sistema es que es muy difícil controlar qué está ocurriendo en cada  sector, así como predecir si un problema en un sector concreto se trasladará a los demás. A pesar de que este tipo de desencadenantes son muy difíciles de monitorizar (así como de predecir su impacto en el resto de sectores), hay un factor fundamental que permite determinar, con bastante certeza, si tienen la oportunidad de traspasar al resto de la economía. Este factor es si los medios de comunicación se hacen eco del evento. Este otro estudio demuestra que el foco mediático puede generar fluctuaciones económicas a nivel agregado, e independientemente de cambios en los niveles de productividad. ¿Pero cuál es el papel de los medios en todo esto? ¿Cómo pueden los medios generar cambios en los niveles de producción, los precios o los salarios?

La idea principal es que gran parte de las empresas no tienen recursos para (o simplemente no les compensa) monitorizar lo que pasa en cada uno de los sectores con los que se relacionan. Entonces, en su lugar, éstas confían en los medios de comunicación para informarse. Sin embargo, aún asumiendo que la información publicada fuese siempre veraz (que no es necesariamente cierto), lo que los medios comunican es una realidad parcial. Es decir, no publican información sobre todos y cada uno de los eventos que ocurren en un día. En particular, las decisiones de qué sectores y eventos monitorizar, así como las decisiones editoriales, sobre qué hechos publicar y cuáles no, afectan a la información que nos llega. Esta información parcial puede llevar a las empresas a sobreestimar o subestimar la demanda de su producto o servicio por parte de otras empresas. Una empresa que es demasiado optimista acerca de la demanda, contratará demasiado. Por lo tanto, si los medios comunican noticias excesivamente optimistas, muchas empresas tenderán a cometer este error. Y, a través de la cadena de producción este efecto se multiplicará de sector a sector. Además, si los hechos más extremos tienden a publicarse más, éstos están sobrerrepresentados en los medios comparado con la frecuencia con la que ocurren. Por ejemplo, si solo las huelgas muy numerosas llegan a ser noticia, a raíz de un número pequeño de grandes huelgas, se puede generar una sensación irreal de que hay huelgas por todo el país. Y, como ya explicamos anteriormente, los efectos de este sesgo para un sector concreto, se multiplican con el número de sectores en la economía.

En conclusión, los medios son esenciales para la divulgación de información sobre sectores específicos al resto de la economía. Pero en la medida en que sólo proporcionan una imagen parcial de la economía, las distintas empresas de diferentes sectores, basarán sus decisiones de producción, contratación  y comercialización en la misma información parcial. Y si ésta genera una imagen demasiado optimista o pesimista de la economía, provocará, en consecuencia, fluctuaciones en variables agregadas como pueden ser el PIB, el IPC o el empleo.

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