Organizado por jóvenes estudiantes de Filosofía, Política y Economía, el Ateneu Barcelonès acoge los días 15, 16 y 17 de abril 18 ponentes de primer nivel de disciplinas muy diferentes para charlar en diferentes mesas redondas sobre temas muy variados: desde cine hasta feminismo, sequía, lenguaje y globalización, entre otros. El objetivo es hacer accesible a un público muy amplio cuestiones que nos interesan a todos pero sobre las que, a menudo, sabemos muy poco. Queremos llegar a jóvenes y mayores, estudiantes y trabajadores, y personas de todas las disciplinas. El acceso, por supuesto, es libre para todos.

Este año, el tema central del ciclo son las crisis. Nótese que la expresión no se acompaña de ningún complemento: no se habla de una “crisis de”, sino de “crisis”, en plural. El uso del término está tan extendido que ya es sugerente por sí mismo y, sin necesidad de concretarlo en un fenómeno particular, trae a colación sensaciones de intranquilidad y angustia. Este hecho es ya una importante pista para entender el propósito de los estudiantes al plantear este tema. La sobreexposición y sobrecarga informativa a la que los jóvenes somos particularmente vulnerables convierte problemas ajenos en los de uno mismo, haciéndonos sentir indefensos ante el compendio de dificultades que gobiernan el mundo.

El uso del plural es también reflejo de esa intención. Cuando nos hablan de “crisis”, no hace falta que nos digan “crisis financiera”, “crisis de la salud mental”, “crisis del agua”, “crisis de los recursos naturales” o “crisis de la espiritualidad”. Nuestra mente hace sola las asociaciones. Está tan extendido el término, que lejos de designar fenómenos globales, cada vez se acerca más a vivencias personales y subjetivas. Las “crisis de la edad” son un ejemplo, pero también lo son las “crisis lectoras”, las “crisis de creatividad” e, incluso, las “crisis del estrés posvacacional”. “¡Crea tu propia crisis!”, dirían algunos.

Así pues, tenemos buenas razones para pensar que vivimos en un tiempo de crisis y que todos nosotros hemos experimentado, hasta cierto punto, la crisis. Tanto es así, que casi podemos afirmar que las crisis son una experiencia compartida y la globalización, un ejercicio de empatía. Ver el mundo como una comunidad compartida tiene el efecto de percibir como propias vivencias que no son nuestras y, aun así, sentimos nuestra pequeñez ante sus retos. Todo lo que afecta a la comunidad nos afecta, por defecto, a nosotros, pero nuestra capacidad de acción se ve limitada por su alcance. Sus efectos tienen forma: ansiedad (o variantes, la eco-ansiedad o la ansiedad de las guerras). ¿La solución? La reclusión social, el aislamiento y la apatía. Así lo explica Manel Ollé, que participa en la mesa del martes 16 de “Desorden mundial”: la “saturación informativa de datos irrelevantes” en China dificulta el desarrollo de una “intelectualidad crítica con iniciativa propia”, y relega a el individuo al “aislamiento y la precariedad”. La cuestión de la desafección política en Occidente, causada por la globalización, es tan central que motiva la última de las tablas del ciclo: “La crisis de los sistemas representativos”, con Jaume Ventura, Franco Cortada y Elisenda Paluzie.

Ahora bien, puede parecer paradójico que los propios jóvenes que nos quejamos del sobreuso de la expresión por ser un fastidioso abuso del sensacionalismo mediático organicemos seis mesas redondas con las crisis como principal objeto de debate. Sin embargo, “repensando” es el término clave que acompaña a la expresión de “las crisis” en el nombre oficial de este IV Ciclo de diálogos: “Repensando las crisis”. Y es que tantas son las variedades y la versatilidad de la expresión, que podríamos llegar a pensar, como alguna vez se ha sugerido, que la crisis es sólo un debate semántico.Y ciertamente lo es, en los detalles más técnicos, pero de ahí no se puede deducir que detrás de su uso no podamos encontrar siempre una intencionalidad común con cierta utilidad. ¿Por qué queremos llamarle “crisis” a algo? ¿De dónde viene la fuerza de la expresión?

A grandes rasgos, las crisis son períodos de inflexión que determinan el futuro de algo. Como tales, nos plantean un reto, pero su dimensión temporal también nos plantea que éste tiene principio y fin. Y después del final, se nos presenta un futuro de incertidumbre, con varios escenarios de posibilidad marcados por las decisiones tomadas durante este período. En un mundo global compartimos los retos, pero también compartimos el futuro. La rapidez de la información y la amplificación de los espacios de transmisión nos comunican los retos, y con ellos, su futuro de incertidumbre, pero no nos dejan espacio para vislumbrar las alternativas, cuestionar los métodos y trazar los caminos de ruta que queremos seguir. De ahí, la sentida impotencia. Ahora más que nunca, es indispensable frenar esa parálisis con espacios de reflexión y procesamiento de la información. Es necesario hablar de crisis, sí, pero como fronteras de posibilidades y oportunidades de transformación.

Este IV Ciclo de diálogos 2024 es una oportunidad para reanudar esta tarea. En oposición a la tendencia a la reclusión que nos provoca la angustia de no saber lidiar con cuestiones que nos sobrepasan, los diálogos nos facilitan el espacio para conectar con los demás y buscar soluciones activamente. Si compartimos preocupaciones, también debemos compartir ilusiones, visiones de futuro y esperanzas. Esto lo haremos las tardes de los días 15, 16 y 17 de abril en el Ateneu Barcelonès. Para ver la información sobre las tablas (títulos, descripciones, ponentes y horarios) entra aquí o encuéntranos en todas las redes sociales con el nombre de @ciclededialegs.

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1 comentari

  1. Ambatukam Abimbola on

    I rememba back in mu village wehn ma cousin Mbeke was eaten by a
    seekoei for triying to capture on of his child, really sad moment. Biggest crisis of ma live.

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