La jornada comenzaba de forma accidentada a causa de un robo de cobre en la red de Renfe, dejándola completamente inoperativa. Junts y ERC pedían a la Junta Electoral Central extender la jornada electoral, y ésta delegaba la decisión final a los jueces provinciales, que, a última hora, negaban la solicitud presentada. Sea quien sea quien acabe gobernando, tendrá la patata caliente de gestionar un servicio público tan necesario como precario.
Los primeros sondeos anticipaban ya la victoria del candidato socialista Salvador Illa, tal y como habían estado proyectando la inmensa mayoría de las encuestas previas. Los socialistas ganan de forma clara y pasan de 33 a 42 diputados. Ahora bien, estos resultados, a pesar de facilitar la llegada de Salvador Illa a la presidencia del país, no la aseguran. Pero la opción del tripartito es viable, ya que la suma del PSC, ERC, alcanza la cifra mágica necesaria de la mayoría absoluta, que es de 68 diputados.
El reverso de la victoria de Isla es la derrota del independentismo en general. Si se suman todos los escaños de Junts, ERC, y la CUP, se quedan con 59 diputados, habiendo obtenido 73 en los últimos comicios. Sumándole los dos de Aliança Catalana, serían 61. Si esto no significa la muerte del proceso, sí implica la herida más grave recibida desde hace más de una década.
El factor Puigdemont no ha sido suficiente. De hecho, Junts sólo mejora ligeramente los resultados de los anteriores comicios. Solo gana 4 diputados, pasando de 31 a 35. Esto, teniendo en cuenta el fuerte bajón de ERC, deja al líder posconvergente en una frágil posición. ¿Será éste el fin de Puigdemont en la primera línea de la política, tal y como se comprometió el expresidente en caso de no poder ser presidente de Catalunya?
Aragonés, atrapado entre Illa y Puigdemont, se ha llevado – usando el lenguaje popular – una buena hostia. Los republicanos, que habían llegado a la presidencia de la Generalitat por primera vez desde que lo hiciera Lluís Companys hace cien años, pierden 13 diputados y pasan de 33 a 20. La decisión de adelantar las elecciones no ha sido precisamente fructífera. Ahora bien, los republicanos podrán tener la clave de la investidura de Illa, lo que les sitúa en una posición tan estratégicamente interesante como internamente difícil.
El Partido Popular de Alejandro Fernández obtiene muy buenos resultados. De los 3 que tenían, ahora suben hasta los 15. Pero eso no es lo más importante para los populares, sino haber conseguido el sorprasso respecto a sus colegas de coaliciones, VOX. Estos, pero, no solo consolidan a los diputados que ya tenían sino que consiguen otro, pasando de 10 a 11.
Los comunes pierden a dos diputados, y se sientan en la posición simbólica de la antigua ICV. Tras la ola de Podemos, donde la formación morada compitió por la hegemonía del espacio de la izquierda, la izquierda no independentista se sitúa en un rinconcito del arco parlamentario. Pasan de 8 a 6.
Tres cuartos de lo mismo le ocurre a la CUP. O quizás más de tres cuartos, porque la izquierda anticapitalista pierde más de la mitad de los diputados logrados en la última legislatura. De 9, a 4. ¿Le habrá pasado factura la ambigüedad respecto a su posición con Puigdemont? Todavía es temprano para hacer análisis, pero seguro que tendrán que hacerlos.
Ciudadanos desaparece de la política catalana después de su entrada en 2006, sólo dos elecciones después de haber obtenido quedar en primera posición. Pero su desaparición no hace más que dejar paso a una nueva fuerza política, más aún a la derecha que la formación naranja: Aliança Catalana. La formación dirigida por la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, entra en el parlamento con dos diputados. Un nuevo partido de extrema-catalana en la principal institución de Cataluña.


