El batacazo electoral de ERC debía tener repercusiones internamente, y éstas no tardaron en aflorar. Al día siguiente de las elecciones, Pere Aragonès anunciaba en rueda de prensa que dejaba el acta de diputado “por responsabilidad con el país y con el partido”. Un gesto coherente y, desgraciadamente, inaudito. Se le podrán reprochar muchas cosas a Aragonés, pero la asunción de responsabilidades no es una de ellas. ERC pierde en Aragonès, pero gana un expresidente.
Ahora bien, la marcha de Aragonès no hace más que abrir un debate interno dentro de los republicanos que tendrá consecuencias que afectarán a toda Catalunya. En manos de ERC está el futuro del gobierno de los próximos cuatro años, la repetición electoral, y abrir o no abrir una “nueva” etapa en el país. No es un escenario deseado, pero es el escenario que ha resultado de los votos de catalanes y catalanes.
Sin embargo, es necesaria una cierta perspectiva histórica con los resultados de ERC en las elecciones del 12M. Si bien el descenso es considerable, ERC sigue manteniendo 20 diputados habiendo perdido 13. Estos resultados se sitúan en la media de los resultados históricos de ERC, y muy por encima de los 8 o 9 que conseguían cuando se convirtieron en la muleta de CiU en tiempo de Àngel Colom. Es decir, si estos son los peores resultados que puede llegar a obtener ahora mismo ERC, significa que han logrado consolidar no menos de 400.000 voltios, más del 13% del total de los votantes del país.
Aragonés dejará el liderazgo del partido, pero la lucha por la lucha por su sucesión está abierta. A un lado, Oriol Junqueras. En el otro, una incógnita. No hay ningún nombre oficial sobre la mesa, y éste es problema principal de la renovación de ERC: la lógica elemental conduce a concluir que alguien como Junqueras, que lleva más de una década al frente de la política del partido y que, por tanto, está indefectiblemente asociado al pasado, no es la figura fresca y renovada que los republicanos necesitan. Pero por otro lado todo apunta — rumore, rumore, como cantaba Raffaella Carrà —, que Junqueras tiene la ambición de presentarse como cabeza de lista a nuevos comicios.
¿Investir a Illa o nuevas elecciones?
Teniendo en cuenta que el PSC no se abstendrá de ninguna de las maneras para investir a Carles Puigdemont y que éste difícilmente lo hará por Salvador Illa, sólo los republicanos tienen la llave de vuelta para evitar unas segundas elecciones. Que lo hagan o no, dependerá del análisis que hagan de los resultados obtenidos. ¿Por qué podrían apoyar una investidura? Dos razones:
“Matar a Puigdemont”: Carles Puigdemont anunció en los cuatro puntos cardinales que de no ser presidente de Catalunya se alejaría de la primera línea política. Investir a Illa tendría esta consecuencia, siempre que Puigdemont cumpliera con su palabra. Y si en la sede de ERC en Calabria les hace ilusión algo, sería ver cómo su principal competir se ve forzado a retirarse.
Dar margen temporal a la reconstrucción de ERC: si ERC necesita entrar en un proceso de reflexión (que puede verse agravado con un potencial mal resultado en las elecciones europeas), nada mejor que pasar una temporada en la oposición y dar margen a los mecanismos internos del partido para debatir y diseñar una hoja de ruta.
¿Por qué podrían no apoyar una investidura abocando al país a unas nuevas elecciones? La cosa aquí va de miedos.
El primero de los miedos sería el de ser comidos por Junts per Catalunya en la oposición, ya que le correspondería a la formación posconvergente liderarla. Esto podría dejar a los republicanos en una posición de aislamiento y poca visibilidad, mientras los juntistas mantendrían cierta exposición pública.
El segundo es el legítimo miedo a perder más representación. Ésta seguramente es la menos racional y la más válida de las razones, pero si algún efecto nocivo puede tener el miedo es que te inmoviliza. Con el batacazo electoral que se han llevado, puede haber un incentivo que se llegue a la siguiente conclusión: “no apoyamos a nadie, que lo suficientemente escaldados hemos salido”. ERC ha salido muy escaldado con su relación con Junts per Catalunya, pero también con el PSC.
El tercer miedo es ser acusados, otra vez, de botiflers. Es un miedo casi ancestral. Esté o no esté justificada, si la evaluación que hacen de los resultados de las elecciones es que estos se deben a la “renuncia a la independencia”, esto les puede llevar a reanudar el discurso procesista, que implicaría tildar a Illa de enemigo y, consecuentemente, conduciría al país a unos nuevos comicios.
Todo está abierto, en estos momentos. Nadie sabe con ciencia cierta qué va a pasar, porque ni ellos lo saben. De hecho, no lo sabrán hasta que ERC haya celebrado su Consejo Nacional y hayan pasado las elecciones europeas, con fecha de 9 de junio. Serán semanas que se pueden alargar…meses.


