“La Iglesia se dirige con la cabeza, no con las rodillas”, afirmó risueño el Papa Francisco en diciembre de 2022, cuando empezaron a surgir dudas sobre su capacidad de desempeñar su cargo por sus problemas de salud. Jorge Bergoglio ya tiene 87 años y lleva 11 como Papa. Aunque ha excluido la posibilidad de dimitir como hizo su predecesor, Benedicto XVI, las muestras de descontento de los sectores conservadores de la Iglesia se han vuelto cada vez más ruidosas, con la mirada puesta en la sucesión.
La elección de Francisco en marzo de 2013 marcó un giro radical en las prioridades del Vaticano. Después de dos papas conservadores –Juan Pablo II era un ferviente anticomunista y Benedicto XVI un teólogo obsesionado con la liturgia–, el Papa argentino sorprendió al mundo con sus apasionados discursos sobre las migraciones, las desigualdades y la crisis climática. Ha dedicado a estos temas dos encíclicas (las cartas papales de más alto rango): Laudato si (2015) i Fratelli tutti (2020), ganándose el respeto de parte de la izquierda no católica pero también despertando unas expectativas de cambio que difícilmente podrá cumplir.
Más lejos de los focos mediáticos, el Papa Francisco ha llevado a cabo una profunda reforma de las estructuras internas de la Iglesia, que explica parte de la hostilidad de los conservadores. Loup Besmond de Seneville es vaticanista del diario francés La Croix. “Francisco tiene una fuerte voluntad de reforma. Ha reformado el interior de la Iglesia y a la vez ha intentado reformar la relación de la Iglesia con el mundo”, explica. Uno de los principales cambios ha sido “la limpieza financiera. Con Benedicto XVI había lógicas mafiosas en la gestión de las cuentas vaticanas”, señala Besmond.
Bergoglio también ha reformado la curia romana, la burocracia vaticana que “asfixió a Benedicto XVI. Se fue porque perdió el control sobre la curia”, asegura Besmond. “Francisco ha descentralizado la iglesia, dando más poder a las conferencias episcopales nacionales y ha quitado poder a la potentísima Secretaría de Estado, que con Juan Pablo II era casi más importante que el Papa”, explica Natalia Mendoza, corresponsal freelance en el Vaticano.
La descentralización ha incluido la convocatoria de un sínodo (reunión de obispos de todo el mundo) sobre el futuro de la Iglesia, que por primera vez incluye integrantes laicos –incluidas mujeres– con derecho a voto. Jesús Bastante, escritor y redactor jefe de la web Religión Digital, considera que la mayor participación de los fieles será uno de los legados del Papa argentino. “Él se cree de verdad que la Iglesia tiene que construirse en primera persona del plural”, apunta.
El Papa ha abierto debates que hasta ahora eran tabús en la Iglesia, como la posición respecto a la diversidad sexual, las excepciones al celibato, el rol de las mujeres, la contracepción o la infalibilidad del pontífice. Sin embargo, pocas veces las discusiones se han traducido en cambios formales en las normas eclesiásticas. “Es un papa que ha abierto grandes reflexiones, pero no creo que tome decisiones. Creo que dejará la decisión a sus sucesores”, apunta Besmond.
Cuando lo ha hecho, se ha encontrado con una oposición férrea. “Por una nota a pie de página que decía que los divorciados vueltos a casar pueden recibir la comunión en algunos casos hubo cinco cardenales que mandaron dubias al Papa, que es el primer paso para declararlo ilegítimo”, señala Bastante, “nunca antes se había criticado tanto a un Papa desde dentro”. “Con el debate sobre la bendición de las parejas homosexuales, hubo una demostración de fuerza de los conservadores americanos, europeos y africanos”, asevera Besmond. Los dos expertos hablan de un riesgo de cisma por la oposición conservadora a las reformas de Francisco. El último cisma en la Iglesia se produjo en el siglo XVI, a raíz de la Reforma de Lutero. “Pontífice significa ‘el que construye puentes’, el papel del Papa es mantener unida la Iglesia”, recuerda Bastante, lo que puede explicar la prudencia de Francisco a la hora de pasar de las palabras a los hechos.
Cuando llegó al papado, Bergoglio se encontró un clamor para que la Iglesia actuase contra los abusos sexuales a menores cometidos por religiosos, a menudo encubiertos por sus superiores –incluido Juan Pablo II, que protegió a numerosos pederastas. “Francisco convocó una gran cumbre en 2019 con los presidentes de todas las conferencias episcopales y aprobó normas que hacen responsable a los superiores si ocultan los casos, [aunque] en muchos países estas reglas todavía no se están aplicando. Es una reforma inacabada”, relata Besmond. “Las víctimas no tienen acceso a los procesos del Dicasterio para la Doctrina de la Fe”, explica Mendoza, “no es un proceso contradictorio como en cualquier democracia. El Papa ha dicho palabras duras pero los cambios no son muy visibles para las víctimas”.
Una oposición reforzada y un cónclave incierto
Francisco es el primer papa procedente del hemisferio sur y se nota. Sus posiciones geopolíticas son más cercanas a las potencias emergentes del sur global que a Europa y a los Estados Unidos. Ha quedado patente con la invasión rusa de Ucrania, donde Bergoglio se ha resistido a romper con Rusia. “Tiene el gran sueño de establecer relación con Rusia y China”, asegura Besmond. En relación con Gaza, al principio Francisco reprodujo la retórica occidental sobre el ‘derecho a defenderse’ de Israel, pero después ha reclamado insistentemente un alto el fuego y llegó a calificar de “genocidio” el ataque israelí contra la Franja, aunque su portavoz intentó matizar esta afirmación. La autonomía del Papa argentino respecto a Europa también es evidente respecto a las migraciones, con un discurso claramente crítico con las políticas europeas. “No tiene una buena relación con Estados Unidos y Occidente”, apunta Besmond.
De Estados Unidos proviene justamente la oposición más furibunda a Bergoglio. “Algunos grupos de oposición dentro de la Iglesia están conectados con la extrema derecha global”, explica Bastante. “Forman parte del grupo de Steve Bannon, de think tanks ultraconservadores, con dinero de Estados Unidos y algunos oligarcas europeos”. Uno de los centros de la resistencia contra Francisco es la conferencia episcopal española. “Es la Iglesia europea más difícil de cambiar, el grueso del episcopado sigue siendo conservador, muy apegado a movimientos como el Opus Dei, los kikos o los Legionarios de Cristo”, señala el redactor jefe de Religión Digital.
Los enemigos de Francisco ya preparan el próximo cónclave, pero el resultado es incierto. El actual papa ha renovado profundamente el colegio cardenalicio que elegirá al próximo pontífice: 7 de cada 10 miembros con derecho a voto (los menores de 80 años) han sido designados por Francisco. Sin embargo, esta aparente mayoría no garantiza el continuismo. Lo que tienen en común los prelados nombrados por el actual pontífice es que “son gente con experiencia en el terreno, pero no podemos decir que todos sean progresistas; hay muchos temas sobre los que no sabemos qué piensan”, advierte Besmond. Jesús Bastante coincide en la incertidumbre: “La Iglesia es impredecible. A Juan Pablo II, conservador, le elige una mayoría de obispos del Concilio Vaticano II y nadie diría que a Francisco le nombró cardenal Juan Pablo II”. Besmond cree que, después de un pontificado de cambios profundos, “van a elegir un Papa menos reformador. Pero no sé si será más conservador o más progresista”. Ni los más expertos se atreven a vaticinar qué decisión tomará el Espíritu Santo cuando llegue el momento. Por ahora, Francisco está dispuesto a desempeñar su cargo hasta el final.


