
Estos días, viendo el sainete que han organizado el Ayuntamiento de Barcelona y Louis Vuitton en el Parque Güell, he pensado en el grandioso pequeño libro de la periodista y escritora barcelonesa Anna Pacheco (o quizás mejor santandreuenca). En el libro, las personas precarias que sostienen el lujo de los grandes hoteles de la ciudad tienen que entrar por un pasillo de servicio y usar el montacargas, sobre todo que no se les vea. En el Parque Güell estos días, los vecinos y vecinas tampoco somos bienvenidos. Barcelona vuelve a estar en venta y nadie nos había avisado a los figurantes. Al mejor postor, y esta subasta la ha ganado Louis Vuitton.
No es difícil que gane cualquier subasta si el criterio para utilizar y extraer beneficio de la ciudad es el económico. Louis Vuitton es propiedad de Bernard Arnault, el hombre más rico del mundo. El precio final de adquisición de la ciudad no lo conocemos, pero el coste sí: demasiado alto para una ciudad ya demasiado saturada de visitantes y que sufre por preservar la vida cotidiana de los vecinos y vecinas. Ante la disyuntiva entre un parque de disfrute, de convivencia y de encuentro y un parque exclusivo, cerrado y mercantilizado, el gobierno municipal ha elegido la segunda opción. Y encima, se han cargado una escalera monumental y parece que las uñas del famosísimo y fotografiadísimo dragón.
Louis Vuitton se convierte en el socio empresarial de la Copa América que se celebrará este año en Barcelona y que, lejos de la pretendida semejanza con los Juegos Olímpicos del ‘92, de momento la ciudadanía no solo se siente lejana sino que además sufrimos las consecuencias. Ni olimpiada cultural, ni fervor popular, de momento malvender la ciudad y expulsar a los vecinos y vecinas.
El Parque Güell es un pulmón verde de una ciudad que carece mucho de ello. Es también una de las joyas patrimoniales públicas más importantes de la ciudad, junto con el Palacio Güell son los únicos monumentos gaudinianos que son patrimonio de la humanidad y de titularidad pública en Barcelona. Es un espacio de disfrute y de relación entre los barrios del entorno: la Salud, Vallcarca y los Penitentes, el Coll, Can Baró y el Carmelo, todos con una orografía muy complicada que el parque ayuda a enlazar. Es un espacio educativo (como deberían ser todos los de la ciudad) dada la ubicación dentro del propio parque o junto a las escuelas Baldiri Reixac, Reina Elisenda, Montseny o Turó del Caracol. Es un espacio deportivo de primer orden, no solo por el espacio natural abierto sino por la existencia de las instalaciones deportivas de la Cultural Deportiva Carmelo o el Club Natación Cataluña. Y es también uno de los reclamos turísticos más relevantes de la ciudad, con las derivadas que eso supone en la movilidad, accesibilidad, desertización comercial y la gentrificación de los barrios del entorno.
Hay muchos motivos para preservar el Parque Güell, pero ante todos estos motivos, el gobierno Collboni nos ofrece un cierre y privatización del Parque Güell para el uso exclusivo de Louis Vuitton que poco o nada positivo aporta a los barrios y al vecindario del entorno. Un cierre sin ninguna explicación, más allá de un supuesto interés público que nadie, más allá de las 10 personas que conforman el gobierno municipal, ha podido captar.
Podría decirse, como defiende el economista Albert Recio, que “el partido que actualmente gobierna la ciudad es adicto a los eventos espectaculares. Y como en toda adicción, parece que cada vez necesitan una dosis mayor para quedar satisfechos”. Es cierto, entre los Juegos Olímpicos de 1992 y el Foro de las Culturas pasaron 12 años. Solo en lo que queda de año veremos monoplazas de Fórmula 1 quemando neumático y combustible fósil por el Paseo de Gracia y tendremos en casa una Copa América que nos hará fuera del Parque Güell, de momento, y ya veremos si del litoral barcelonés que tanto costó hacer nuestro.
Y no es solo la privatización y la destrucción del patrimonio de aquellos que no tenemos patrimonio privado, del patrimonio común, es que además nos pone ante el espejo de las relaciones que tiene este gobierno con los poderosos y las que tiene con el vecindario. ¿Qué se permite a los vecinos y vecinas del barrio en comparación con lo que se permite al hombre más rico del mundo que viene a hacer un desfile de moda?
Leía hace unos días a la Cesca de la Asociación de Vecinos y Vecinas del barrio de la Salud que no les habían autorizado una actividad de petanca en el Parque en el marco de la Fiesta Mayor por “la erosión” en el espacio protegido. Es evidente que si la petanca erosiona y un desfile de moda con una carpa gigante y un montaje espectacular con pavimentos artificiales no, es solo por quién realiza la actividad. Poderoso caballero es el dinero… ¿no?
¿Qué interés público justifica empeorar una movilidad vecinal ya muy deteriorada por la propia dinámica turística del entorno?
¿Qué interés público justifica confinar las escuelas del entorno del Parque, sobre todo la Baldiri Reixac que se encuentra dentro del propio recinto? ¿Alguien ha preguntado a la escuela y la comunidad educativa si tenían actividades educativas extraescolares (deportivas, culturales, científicas…) el día 23 de mayo a partir de las 18 horas de la tarde antes de restringirles el acceso a este “palacio del pueblo” que debería ser la escuela?
¿Cómo explicaremos a los niños, ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho, a quienes se les prohíbe andar en bicicleta por la zona protegida (artículo 3.13 del reglamento del Parque Güell) para evitar la erosión que se ha permitido romper escaleras monumentales para hacer un efímero desfile de moda de unos señores que no tienen nada que ver con su parque, el de los niños?
¿Cómo se justifica que en un espacio que prohíbe “subir a los elementos patrimoniales y apoyarse en ellos” (artículo 3.11 del reglamento del Parque Güell) o “toda actividad que implique un deterioro de los elementos monumentales” (artículo 3.16) se haya permitido esta aberración? Tengo la sensación de que, donde se ha apoyado Bernard Arnault es en nuestras narices.
Se necesitan explicaciones públicas y transparencia, debemos saber cuáles han sido las condiciones de este acuerdo que privatiza, erosiona y daña el Parque Güell para poder hacer una actividad de dudoso retorno social y público. Se necesitan explicaciones, sobre todo para que la erosión física del parque no termine degenerando en erosión de la confianza en la institución municipal.
Es necesario volver a convocar el espacio de gobernanza compartida del Parque Güell, el Grupo de Impulso y Seguimiento del Plan Estratégico. Un plan estratégico que está pendiente de revisión, evaluación y propuesta de nuevo plan para los próximos años. Un grupo de trabajo vecinal que no ha tenido ninguna convocatoria reciente. Un plan y un grupo que seguramente no preveían ni habrían permitido malvender el Parque al hombre más rico del mundo por un puñado de monedas que, además, no sabemos cuántas son.
Es necesario que los encuentros en el Parque Güell, subir en familia, realizar actividades con el esplai, no sean solo un recuerdo sino una realidad presente. Es necesario que el gobierno trabaje en esta línea y no en la contraria. Hace 2 años celebramos el centenario del Parque Güell como parque público municipal y este año vemos cómo, de momento unos días, dejará de serlo. Entre Vuitton y vecindario, es necesario que gane el vecindario.


