Desde entonces, la idea de la inevitabilidad de la guerra en Europa se ha extendido y el belicismo ha ganado terreno en la opinión “publicada”. Desde el puro centro del poder europeo nos han generado una preocupación que hasta hace poco habría sonado inverosímil, y lo han hecho conscientemente y con el objetivo de instalar ese marco mental. Pero no podemos aceptarlo. Hoy más que nunca es necesario hablar de paz y contradecir esta sentencia, insistiendo en que la guerra sí es evitable.
Hoy más que nunca hace falta ser conscientes de lo que nos jugamos en las próximas elecciones europeas. El auge de la extrema derecha ha hecho que la política europea virase, en los últimos años, hacia posiciones más reaccionarias. Con el estallido de la guerra en Ucrania se ha insistido en el fantasma de la amenaza rusa y se ha acelerado el rearme y la militarización: se han duplicado las importaciones de armas, se ha incrementado el gasto militar en la UE, se ha hablado de enviar tropas a Ucrania y de reinstaurar el servicio militar obligatorio en los países europeos. En realidad, y como una profecía autocumplida, son estas decisiones las que alimentan el riesgo de conflicto bélico.
Y si hablamos de política europea y remilitarización, tampoco podemos olvidar la securitización de las fronteras exteriores de la UE y la violencia infringida a las personas migrantes para blindar la Europa Fortaleza. Tal y como analiza un informe reciente, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) ha crecido exponencialmente en recursos, funciones y efectivos, mientras practica expulsiones colectivas prohibidas por el derecho internacional y recurre a medios militares contra civiles desarmados. Primero, la OTAN señaló las migraciones como una amenaza global para la seguridad, y ahora el nuevo Pacto Europeo de Asilo y Migraciones da cobertura legal y legitima la violencia y las vulneraciones de los derechos humanos en las fronteras europeas, tal y como hemos denunciado cientos de ONG y movimientos sociales de toda Europa.
En el Estado español, Margarita Robles, la ministra de Defensa, hace su parte del trabajo para reforzar el marco Von der Leyen cuando afirma en el Congreso que «invertir en defensa es reforzar la disuasión, es invertir en paz y, por tanto, la única forma de evitar las guerras». De nuevo, no podemos aceptarlo, cuando la historia nos demuestra lo contrario. Las personas pacifistas son las más realistas. Las políticas de distensión, el desarme, la diplomacia, la negociación y la mediación internacional es invertir en paz. También lo es la construcción de una paz justa y compartida y la garantía del acceso a los derechos de la población. Éstas son las acciones coherentes con la paz, y no intimidar al otro armándonos y amenazando que tenemos capacidad de ataque. No hace falta ser experta en geopolítica para saber que así sólo despertamos el miedo y el recelo, e imposibilitamos el acercamiento para negociar y llegar a un acuerdo.
En medio de ese contexto de normalización y preparación para la guerra y la violencia, los medios tienen un rol fundamental y muchos están replicando acríticamente los discursos belicistas. En un comunicado reciente, el Colegio de Periodistas de Cataluña mostraba su preocupación por este hecho y por ver que las iniciativas de paz no se ponen en el centro de las coberturas, y pedía que se priorice la paz, el diálogo y la negociación. Respecto a las fuentes, estamos viendo cómo muchas voces críticas con este renovado belicismo que aportamos lecturas y propuestas alternativas somos a menudo ignoradas o despreciadas, mientras se cuenta con opinadores “antibuenistas” que viralizan mucho mejor.
El periodismo debe elegir si se pone al servicio de la cultura de la confrontación y la violencia, alimentando el miedo y la desconfianza, o si se convierte en un actor significativo en la construcción de paz. ¿Qué encuestas difundimos o qué datos de estas encuestas? Un buen ejemplo lo tenemos en el último barómetro del CIS. Los medios destacaron que un 65% de la población española apoya la creación de un ejército europeo común pero no que, según la encuesta, la ciudadanía quiere que la política europea aborde temas como la creación de economía y trabajo, la lucha contra la pobreza y la exclusión social, y la mejora de la sanidad pública.
Otras encuestas europeas dicen que el 80% de la población piensa que la emergencia climática es un problema muy grave y un 70% piensa que los gobiernos no están haciendo lo suficiente para abordarla. En la misma línea, aquí, en Cataluña, la última encuesta de convivencia y seguridad del Instituto Catalán Internacional por la Paz, muestra que un 70% de la población catalana cree que las guerras son evitables y un 46% considera excesivo el gasto militar español. Las guerras pasadas y el sentido común europeo dictan que el gasto militar significa desinversión social, pero hoy en día éste no es el enfoque prioritario.
Tampoco los medios han prestado demasiada atención al grupo de militares españoles que emitieron una declaración pública advirtiendo del riesgo de nuclearización de los conflictos actuales, pidiendo a todos los gobiernos de la UE que dejen de alimentar las guerras y se impliquen en las negociaciones de paz: “de continuar la escalada, conducirá irremediablemente a una situación incontrolable que acabará poniendo en riesgo la vida sobre el planeta”. Ante esta evidencia, las entidades catalanas preparan ya comunicados y campañas para pedir a los grupos parlamentarios europeos que centren la campaña y la política europea en las preocupaciones y necesidades reales de la mayoría de la población europea, y que se comprometan firmemente con políticas de distensión y con estrategias de resolución no violenta de conflictos para que la UE sea un verdadero actor de promoción de la paz, tal y como proclaman sus objetivos fundacionales.
Como decía Angela Davis, no estamos aceptando las cosas que no podemos cambiar, estamos cambiando las cosas que no podemos aceptar. Como ciudadanos y ciudadanas que observamos con horror las imágenes y el dolor de tantas familias en Ucrania, Palestina y tantos otros conflictos, sabemos que no queremos esto en ninguna parte. Por el contrario, desde Cataluña tenemos mucho que aportar a una política europea de paz. Contamos con una Ley de fomento de la paz y un Consejo de fomento de la paz que se han reactivado en los últimos dos años. De su mano se celebrará el Fòrum Català per la Pau que entre otros objetivos tiene el de acordar políticas y medidas concretas para fomentar la construcción de paz en Cataluña y en el resto de países con los que cooperamos. Las entidades nos hemos implicado y pedido a todos los partidos e instituciones que se sumen. Ante quienes quieren arrastrarnos a la muerte y al horror, la sociedad civil trabajamos por la vida y la justicia global.


