A veces hablamos de la desigualdad como algo abstracto, que existe, que nos rodea, pero que nos cuesta describir a partir de los mecanismos que la generan. Desgranar cómo se construye esta desigualdad y cómo se reproduce es lo que deberíamos asumir como personas que queremos transformar la sociedad. En este caso, podemos hablar de las mujeres y de su participación en el mercado laboral; las mujeres de clase trabajadora y que necesitan trabajar para poder llegar a fin de mes, para pagar unos alquileres que son directamente violencia para todos, y para cuidar de sus familias y comunidades.
Así pues, hay que tener en cuenta que vivimos en un sistema patriarcal, en la que existe una alianza entre el sistema capitalista y el patriarcal para que, por un lado, los cuidados sean asumidos por las mujeres –esto implica los cuidados de las personas mayores y también de los niños– y, por otro, que aquellos trabajos que son asumidos por las mujeres sean poco reconocidos y por tanto, estén mal pagados. A menudo estos son trabajos asociados a los cuidados de las personas, a la limpieza y a todas aquellas cuestiones más básicas para la reproducción de la vida. De este modo, es necesario poner la mirada en la desigualdad concreta que genera esta situación.
Es imprescindible tener presente que el hecho de que las mujeres participen en el mercado laboral es fundamental también como medida que disminuye los factores de riesgo para poder sufrir violencia machista por parte de la pareja –en el caso de las parejas heterosexuales–, ya que de esta forma, existe una autonomía económica que permite desarrollar su proyecto vital en la medida en que éstas lo necesiten; dentro y fuera de la pareja. Así pues, tener un trabajo remunerado y tener acceso a los derechos básicos para poder construirnos como personas es clave para poder tomar las mejores decisiones para nosotras a lo largo de nuestra vida. Sin las condiciones materiales garantizadas, las decisiones nunca son del todo nuestras, están tomadas en base a las múltiples necesidades que tenemos.
De este modo, cuando acompañamos a mujeres que están en procesos para encontrar trabajo en el mercado laboral –a menudo debemos recordarles que faena ya hacen y mucha, lo que pasa es que no está ni reconocida ni pagada– y trabajamos por tanto, su autonomía, su toma de decisiones, su capacidad para decidir qué futuro quieren tener y de quién se quieren rodear en este futuro, nos encontramos con que tener atribuidos estos roles de cuidados de los hijos o de personas mayores son una barrera muchas veces infranqueable para conseguir que se puedan desarrollar profesionalmente. No hay medidas que garanticen que podrán dejar a los niños en la guardería –pública– a medio curso (cuando muchas de ellas han hecho procesos migratorios que no entienden de cursos escolares, ni de meses específicos de matrícula), no hay recursos que permitan con unos plazos razonables para cuidar a las personas mayores que no pase porque ellas asuman estas tareas.
Al mismo tiempo, hay muchas formaciones específicas que no se inician hasta septiembre –con matrículas durante el mes de mayo–, y este hecho supone que hay muchos meses durante los cuales apenas podemos inscribir a las mujeres en formaciones que se adecuen a sus necesidades para poder empezar a trabajar aptitudes y habilidades que finalmente les posibilite un trabajo con unas mínimas garantías en el mercado laboral.
Dejando a un lado el abuso por parte de las empresas de algunos sectores especialmente feminizados, con chantajes y malas praxis en relación a las mujeres que quieren sencillamente trabajar para llegar a fin de mes, la situación para que las mujeres puedan trabajar con garantías y acceder al mercado laboral actualmente es nefasta. Y esto es la reproducción de esa desigualdad estructural de la que hablábamos al inicio. Necesitamos que todas las administraciones se pongan las pilas para hacer políticas transversales que reviertan esta situación y al mismo tiempo que las comunidades se fortalezcan para poder, entre todas, sostenernos las unas a las otras; empezando por aquellas más vulnerables. Necesitamos generar trincheras que pongan los cuidados y la vida en el centro. Y no se trata de un eslogan, es una necesidad para todas las mujeres.



1 comentari
Interesante, gracias!
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