Ha sido una gira corta pero intensa: presentaciones, premios y un club de lectura para acercarse a los lectores porque “No es fácil para un escritor latinoamericano: son universos diferentes, y hay que vencer todas esas barreras”. Conversamos con ella, antes de la presentación en Madrid, sobre este nuevo libro y sobre la Argentina bajo el gobierno de Javier Milei.
¿Este libro es una recopilación para demostrar lo que eres a través de los años?
En realidad, lo que hice fue buscar, de entre todo lo que publiqué, qué artículos siguen hablándole al presente, porque a veces una escribe cosas que son muy coyunturales. Por ejemplo, sobre la Covid. Supuestamente pasó, pero ahora nos estamos dando cuenta de algunas de sus consecuencias.
En cuando a la evolución personal, por supuesto que la hay: hay artículos en los que veo una forma diferente en la escritura o en la forma de encarar un artículo, pero no se perciben en el libro, porque no hay un orden cronológico, sino que están agrupados en capítulos por temas, para mostrar quién soy en vez de en quién me convertí.
Y, en parte, es autobiográfico.
Sí, estoy en primera persona, cosa que no sucede en mis ficciones.
Leyendo el libro me ha recordado a “Léxico familiar”, de Natalia Ginzburg.
Yo la cito en un Comunista en calzoncillos. Me gusta mucho lo que piensa sobre que este tipo de textos se puedan leer como una novela o como una autobiografía pero que no es ni una cosa ni la otra. Es decir, lo que está entre la ficción y lo autobiográfico. Por ejemplo, en la ficción pongo en jaque el rol de la maternidad, y una periodista pensó que soy como mis personajes y me dijo: “No sabía que tenías hijos y que te ocuparas de ellos”. Así que, parece que en este libro soy más real.
Y en estos años, ¿ha cambiado, por ejemplo, su idea de la felicidad?
Sí, hay algún cambio con la idea de la felicidad. Ahora creo que hay que buscar más cariño con la vida de una misma, y que no hay amargarse si no lo consigues, sobre todo con respecto a exigencias que teníamos las mujeres y que han evolucionado, pero no porque tenga diez años más, sino porque entre todas las mujeres hicimos que evolucionaran. Por ejemplo, sentirme mal porque después de la menopausia engordas o porque estás más canosa o con más arrugas, me pesaba a los 50; hoy me lo tomo de otra manera, y no por tener diez años más, sino porque las mujeres nos desprendimos de esos mandatos con respecto al cuerpo. La vida, en un punto, es como un promedio.
Escribir un silencio ha sido como una parada para ponerse a leer y a reflexionar, a reescribir y, de alguna manera, a poner la cabeza en otras cosas.
¿Aparece en este momento para hacer una interrupción en la escritura de novela negra?
Aunque estoy escribiendo otra novela, que –como pasa con las anteriores– nunca pienso que es negra aunque tienen una capa “noir” pero es mucho más débil que una verdadera novela negra, en realidad Escribir un silencio ha sido como una parada para ponerse a leer y a reflexionar, a reescribir y, de alguna manera, a poner la cabeza en otras cosas.
Agradezco a quienes me pidieron estos textos, porque siempre estoy escribiendo ficción y estas peticiones te obligan a parar la ficción y a pensar en otro asunto. Se lo agradezco porque, si no me hubieran llamado, no hubiera reflexionado sobre la amistad o sobre la lectura o sobre un accidente.
¿Ha sido una revisión profunda?
Sí, muy profunda, porque son textos que salieron muy apurados, porque los escribes rápido y cuando llegan a un editor lo lee con ojos periodísticos, no con ojos literarios, pero al revisarlos me he dado cuanto de que podían expandirse y desarrollarse.
Hay un artículo que se titula “Límites”. ¿Cómo se ponen límites en un sociedad para que no conviva con políticas como las que está ejecutando el gobierno de Argentina?
Lo de poner límites a la hora de votar es complicado, porque no se pueden poner límites en democracia, pero me parece que un gobierno no gobierna para los que le votaron, sino que gobierna para toda la población. Hay derechos que se quieren quitar a determinadas minorías, como el derecho al aborto o el matrimonio igualitario, pero no importa que el 57% votara en contra porque los derechos no se votan, la sociedad es la que se tiene que poner de acuerdo, pero no son plebiscitables. Y ahí tiene que haber límites, y cuando las instituciones funcionan mejor, los límites son más adecuados. En Argentina aún podemos recurrir a la Corte Suprema. Un ejemplo es el recurso –que se ha ganado– contra el aumento de las obras sociales porque había mucha gente que se quedaba sin asistencia médica. En este caso, la justicia puso un límite pero hay que estar atentos porque determinadas personas en determinados populismos modifican las normas para que estos resortes no funcionen más. O el derecho de las mujeres es más fácil, por ejemplo la Ley del aborto, para darla de baja, tienen que tener mayoría en el Congreso que todavía no tienen, pero ¿qué es lo que hacen? Desfinancian el programa y en el hospital público no hay Misosbotrón, es decir, una mujer pobre no puede abortar.
Hay derechos que se quieren quitar a determinadas minorías, como el derecho al aborto o el matrimonio igualitario.
En Argentina el mundo de la cultura también está siendo fuertemente golpeado por las políticas de Milei.
El problema es que el gobierno ataca permanentemente al cine, al teatro, a la literatura. Todo lo que se te ocurra y que esté relacionado con la cultura, no le importa mucho. He ido al Festival de Cine de Málaga, a diferentes ferias de libros y siempre está la foto con el cartel de los que vamos y al gobierno le ha dado igual. Pero cuando un periodista que está más al lado de ellos, empieza a criticarle, ahí tiene el problema: le preocupa porque el periodista le habla a su gente. Los demás estamos abandonados.
El clima contra cualquier persona que venga del ámbito de la cultura es muy áspero. Para su gobierno todos somos vagos y vivimos del Estado y la mayoría de nosotros no vivimos del Estado, pero la gente se lo cree. Por ejemplo, en mi caso, y como muchos compañeros, cobro los derechos de una empresa privada que es Penguin Random House. Y no me olvido de mencionar los fuertes ataques hacia las mujeres y hacia las personas LGTBI+. Este gobierno es muy esquizofrénico: niegan lo que hacen y lo que dicen. Es tan mentiroso el discurso que te dejan hablando solo.
¿Por qué crees que la mayoría de las personas aplauden estos tipos de discursos?
El otro día, un amigo escritor escribió un artículo muy interesante sobre en qué nos estamos convirtiendo a raíz del discurso, muy homófobo, de un alto funcionario del Gobierno durante una entrevista. Decía que no tenía que haber educación sexual integral en los colegios porque eso fomentaba la homosexualidad. Y hace unas semanas, en Barracas, quemaron a cuatro chicas lesbianas y murieron tres de ellas. No digo que haya una relación directa entre lo que dijo y lo que sucedió, pero habilitan esos discursos que generan acciones en la sociedad. Si a esto no hay que poner límite, yo ya no sé a qué tenemos que ponerle.
Nos estamos desacostumbrando a leer, y ese es el éxito de partidos como el de Milei.
Y algunas personas se consideran legitimidas para actuar de determinada manera…
Y marcan agenda. Un día, un seguidor de Milei comentó que no está de acuerdo con la educación obligatoria para los niños, porque si un padre decide que el niño tiene que ir a trabajar a un taller mecánico tiene que ir, y comenzamos a discutir por algo que no deberíamos discutir en pleno siglo XXI: hay obligación de ir al colegio, y el padre que no mande a su hijo a la escuela comete un delito ¿Qué ocurre? Que nos confunden y hablamos sobre esto en vez de discutir sobre la inflación, sobre la gente que está durmiendo en la calle, la gente que no tiene para comer o para pagar la luz. Nos llevan de esa forma, con frases.
Además de escribir, participas en un podcast. ¿Crees que este formato se va a imponer al artículo?
Estoy en un podcast que es de un programa de radio que dirige Maria O’Donnell donde tengo una sección de cultura. Tenemos un horario difícil, pero gracias a este formato, la gente nos puede escuchar al día siguiente. Tiene el espíritu de la radio y tiene otra velocidad a la columna, porque no tienes que adaptarte a un número de caracteres. A veces me ha pasado que he leído columnas que me resultan largas y, si a mí me lo parecen, lo que debe ser para alguien que no está acostumbrado a leer…
Puede ser uno de los motivos del triunfo de este formato…
Porque nos estamos desacostumbrando a leer, y ese es el éxito de partidos como el de Milei: tiran frases hechas y la gente las coge sin pasar por el argumento para entender la falacia de lo que dijeron. En general, la sociedad se está quedando con la frase, y es un grave problema para la democracia.


