Falta mano de obra. Como en otros sectores profesionales, en Cataluña, la construcción no encuentra los trabajadores que quisiera y necesita. La crisis económica e inmobiliaria de 2008 ahuyentó a los jóvenes que, desde entonces, podrían haberse interesado, dicen patronales y sindicatos. Si bien la dureza y el riesgo de siniestralidad de trabajar a pie de obra también son argumentos que alejan a las nuevas incorporaciones.
En el último cuatrimestre de 2007, la construcción ocupaba a 453.400 catalanes; actualmente, a 225.000. Entre la diversidad de puestos de trabajo que origina el sector, desde arquitectos e ingenieros hasta jefes de obra, encofradores, capataces u operadores de maquinaria, el conjunto más numeroso y dónde faltan más profesionales es el de los peones, seguido de los oficiales de primera y de segunda (paletas). También se necesitan ferrallistas, artesanos de la piedra, carpinteros, pintores o electricistas, detallan desde el Gremio de Constructores de Obras.
“La dificultad para encontrar trabajadores se debe al modelo, que fomenta la subcontratación y la degradación del trabajo”, sostiene Carlos del Barrio, secretario de organización de la Federación de Hábitat de CCOO Cataluña. “Antes, las empresas se encargaban de todo el proceso constructivo, pero a partir de los años 90 [del siglo pasado] y en los primeros 2000, las grandes constructoras empezaron a subcontratar la parte de bajo valor añadido, que son las actividades más manuales y las que requieren más mano de obra”, recuerda.
El propio Departamento de Trabajo hace referencia a esta situación y advierte que “entre otras cosas, este abuso de la subcontratación permite que participen en las obras empresas sin una mínima estructura organizativa para garantizar la protección de la salud y la seguridad de los trabajadores”. La explotación, el trabajo irregular, los accidentes y la suplantación de identidad son otras vulneraciones de los derechos de los trabajadores que Del Barrio pone sobre la mesa, y que recaen sobre todo en empleados inmigrantes, dispuestos a trabajar en peores condiciones. “La situación de las obras del Camp Nou es la norma en toda Cataluña, no la excepción”, asegura.
Trabajadores envejecidos y poco formados

“La crisis de 2008 fue muy traumática y se llevó a muchos trabajadores, buenos y malos”, lamenta Josep Antoni Martínez, presidente del Gremio de Constructores de Obras. Entonces, una parte de los afectados se jubiló y la otra se fue a la restauración. “Fue la gran espantada del sector”, recuerda. “Los hijos de los exobreros prefirieron otros sectores. Se creó un estigma asociado a la volatilidad, a la inseguridad laboral de la construcción, que les frena a dedicarse a ello”. En paralelo, las empresas entraron en un “estado depresivo”, de no crecer ni contratar por miedo a tener que repetir despidos masivos, por lo que “expulsamos a quien se quiere dedicar a la construcción porque no nos atrevemos a crecer”, indica Martínez.
Además de necesitar profesionales, la construcción ha envejecido. En 2022, la edad media de los trabajadores en toda España era de 45 años, cuando en 2007 era de 37, según recoge el estudio del BBVA El mercado laboral en la construcción (2024). Quien hoy pone ladrillos y sube paredes no son jóvenes que abandonan el instituto por un trabajo poco cualificado y bien remunerado: casi el 70% de albañiles tiene más de 45 años y los peones de obra, 39 de media. Además, la construcción es el ámbito en el que más han crecido las vacantes sin cubrir desde 2016; las mujeres están infrarrepresentadas (son el 10% del conjunto de trabajadores); las personas migradas ocupan el 20% de puestos de trabajo (de media, en el resto de sectores es el 12%), y el nivel educativo es inferior al de la media del resto de sectores. En este aspecto, el mapa educativo de la construcción que publica el Observatorio de la Construcción está claro: la mitad de ocupados tiene, como máximo, los estudios de secundaria. El 13% carece del graduado de la ESO y el 0,4% es analfabeto (y trabaja a pie de obra). El informe también pone de manifiesto que las matrículas en los grados de formación profesional (FP) de edificación y obra civil en toda España son el 0,6% del conjunto de inscripciones en la FP, y tienen una tasa de abandono del 49%. De modo que, y según escribe Javier González López, director de formación y trabajo de la Fundación Laboral de la Construcción, “se genera un círculo vicioso, ya que los centros educativos tienden a ofrecer plazas en los ciclos y títulos más demandados”.
“La construcción sigue siendo el sector de actividad económica con más accidentalidad laboral”, señala el Departamento de Trabajo. “Desde el punto de vista de la seguridad y la salud en el trabajo, el sector de la construcción está sometido a unos riesgos característicos, que se deben principalmente a la simultaneidad de las empresas que participan en la obra (contratistas, subcontratistas, trabajadores autónomos…); a la falta de una coordinación, planificación y gestión adecuadas; a la temporalidad de los centros de trabajo y a la escasa innovación tecnológica en los procesos constructivos”. Entre enero y marzo de 2024, en la construcción catalana se han producido 3.394 accidentes con baja laboral (3.191 durante la jornada de trabajo y 203 de camino) y 4 trabajadores han muerto. Y todavía no han llegado los golpes de calor que presumiblemente se presentarán en pocas semanas y que, por ley, limitan el trabajo de los profesionales a pie de obra.
Llega la construcción industrializada

Todo esto no ayuda a presentar la construcción como un sector atractivo e interesante para los jóvenes, si bien los salarios que establecen los convenios son mucho mejores que en otros oficios y profesiones, sobre todo en las categorías inferiores. Pero la situación comienza a cambiar. Los exoesqueletos facilitan el trabajo a pie de obra cuando es necesario trabajar con pesos, y también existen máquinas para colocar ciertas piezas. La digitalización va asomándose y empieza a imponerse una nueva manera de construir, más limpia, más segura, más rápida, más eficiente y más sostenible. “Con la construcción industrializada hay fábricas donde se producen las piezas que después se transportan a la obra, donde se ensamblan y se montan”, explica Francisco Diéguez, director general del Instituto de Tecnología de la Construcción de Cataluña (ITeC ). De esta manera, se reducen los ruidos y el impacto en la obra y se trabaja con mayor precisión. En los próximos años, “seguramente habrá menos trabajadores en su conjunto, pero serán más cualificados. Y habrá más en las fábricas que a pie de obra”. Y también más mujeres, pronostica Diéguez, puesto que el oficio perderá parte de la fuerza bruta y pesada a la que se asocia.
En 2030, el 40% de las viviendas unifamiliares de España serán industrializadas, prevé el Clúster de la Construcción Industrializada de Cataluña, entidad que promueve esta nueva manera de hacer.


