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Qué mal ejemplo para reforzar la educación para la movilidad sostenible, imprescindible en las grandes ciudades, donde se promueven los desplazamientos a pie, en bicicleta o transporte público, donde se han creado zonas de bajas emisiones para la salud de la ciudadanía y donde una de las prioridades es y debe ser la disminución de la contaminación acústica. ¿Cómo se puede ser tan contradictorio?

Para hacer más popular la F1 y acercarla a la ciudadanía, tal como se ha argumentado desde una ingenuidad política rayana en el cinismo, ¿no sería más coherente organizar autobuses y con bocadillo incluido invitar a la población al circuito? El millón de euros de la operación Paseo de Gracia hubiera dado para mucho. Porque ya tenemos un circuito, el de Montmeló, totalmente preparado para estos artefactos de alta tecnología diseñados para conseguir la máxima velocidad posible pero que con las condiciones adecuadas sube la adrenalina y ofrece un espectáculo impactante y atractivo.

¿Por qué tensionar la ciudad teniendo un circuito? Hace pocos días, el periodista Antoni Bassas opinaba que llevar la F1 al Paseo de Gracia era provinciano, era entrar en una liga que ya no es la de Barcelona. Nadie niega que Barcelona y Cataluña arrastran una cultura del motor histórica, de la cual debemos estar orgullosos y que ha generado riqueza en el territorio. Por este motivo, hace muchos años que tenemos pruebas de motor arraigadas en el país y por eso se logró, ya hace unos cuantos años, formar parte del calendario de la F1 y de la MotoGP y tener un circuito de primer nivel para poder representar la infraestructura de país emblemática del sector del motor.

Las administraciones públicas han invertido y siguen invirtiendo para poder mantener la instalación y las competiciones vinculadas. Pero es necesario dar visibilidad y espacio a debates y preguntas legítimas como: ¿hasta dónde y hasta cuándo se debe financiar este tipo de eventos con dinero público? ¿Se deben hacer en nombre del deporte o se trata de promoción y potenciación económica de algunos sectores, como el turístico, el hotelero o el del motor?

Cuando rascas un poco en lo que hay debajo de la primera capa, dicho evento deportivo, encuentras cosas que a muchos ciudadanos les podría poner los pelos de punta. Los cánones que actualmente se están pidiendo a ciudades para entrar en el calendario de la F1 son de unos 60-70 millones de € al año. Solo de canon, es decir, lo que se paga a cambio de poder celebrar una prueba de F1. Evidentemente con promesas de que las ganancias que se generen superarán con creces los cánones pagados.

Pero, por ejemplo, en Valencia, que celebró el Gran Premio de Europa entre 2008-2012 (momento en que este modelo de grandes eventos deportivos estaba en pleno auge) y donde las inversiones y los pagos de cánones debían ser público-privados, la Generalitat Valenciana acaba de pagar deudas ahora, es decir, se pagó con los impuestos de todos, cuando los beneficios seguramente fueron para otros.

El circuito de Cataluña también arrastra déficits, pero a pesar de eso, el 1 de mayo de 2024 se anunciaba que seguirán la F1 y la MotoGP como mínimo hasta 2026 gracias a una nueva financiación pública que saneará el balance económico para poder traspasar la gestión a la Fira de Barcelona. Cada uno que saque sus propias conclusiones.

En la década de los 70 del siglo pasado, Bernie Ecclestone acabó con todo el romanticismo histórico de las carreras de coches y convirtió lo que había comenzado como un deporte en una auténtica máquina de hacer dinero, un gran negocio de miles de millones de dólares que no ha parado de crecer para quienes gestionan los cánones millonarios y las ganancias aseguradas por contrato. No nos equivoquemos, la F1 es un gran negocio para unos cuantos, un gran circo acompasado por los medios de comunicación y un agujero económico para las administraciones públicas.

El Scalextric formó parte de los juegos de infancia de muchas generaciones, los coches de carreras han sido idolatrados e idealizados por muchos niños y niñas que se desplazaban apretujados en el 600 y otras generaciones más actuales ya han crecido con el espectáculo mediático de la F1. Pero miremos de frente y analicemos el fenómeno actual en que se ha convertido la F1 y seamos críticos y constructivos. Barcelona ofrece y puede ofrecer muchos eventos deportivos populares, internacionales, de deportes arraigados y muy practicados, con retorno a la ciudad y a la ciudadanía. Pero hay que cuestionar los eventos a cualquier precio y, sobre todo, hay que decir basta a eventos mal llamados “deportivos” y totalmente insensatos en el corazón de Barcelona.

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