El informe “L’acció social i el tercer sector. La transformació social com a tret d’identitat”, que estos días ha hecho público el Observatori per a la Transformació Social (OTS), señala claramente a las entidades sociales del país como agentes clave del cambio que trabajan con mirada comunitaria, arraigadas en el territorio y desarrollando un importante papel de intermediación. El documento recoge el diagnóstico elaborado durante el debate entre cinco ponentes con miradas diversas, en el marco del tercero de los Diàlegs pel canvi de la OTS, tras dedicar los dos anteriores a la salud y a la educación. De esta manera se cerraba el ciclo inicial de encuentros dedicados a los pilares del estado de bienestar.
La propuesta inicial del debate partía de la idea de que la acción social y el tercer sector son dos esferas inseparables, con un papel esencial en la transformación social. Promueven una sociedad donde todas las personas puedan tener los mismos derechos y oportunidades, trabajan para conseguir una sociedad más justa, inclusiva, equitativa y cohesionada y fomentan el asociacionismo y la participación, la responsabilidad y el compromiso activo de la ciudadanía.
El diagnóstico referente a la percepción de la acción social y el tercer sector por parte de la población nos habla de la necesidad de avanzar en una mayor conexión con la comunidad y su sensibilización sobre los servicios de atención a las personas y de fortalecer las estrategias de comunicación e incidencia para conseguir mejorar la visibilidad del trabajo que desarrollan las entidades sociales. Asimismo, se pone énfasis en que, aunque la valoración global de la sociedad es positiva, ésta no se corresponde con financiación claramente insuficiente que no permite alcanzar los retos de los derechos sociales de la población que las entidades abordan, ni su sostenibilidad económica ni la mejora de las condiciones laborales de las personas trabajadoras.
El consenso en torno al potencial transformador del tercer sector y la acción social es amplio. A pesar de tratarse del pilar más débil del estado de bienestar, su necesario protagonismo en la lucha contra las desigualdades hace imprescindible hacer frente de manera urgente a los retos y desafíos identificados.
¿Y cuáles son estos retos? El informe identifica hasta una decena. Algunos globales como el crecimiento sin parar de las desigualdades y de la segregación social, la vulnerabilidad climática o la cronificación de una emergencia social multidimensional. Otros vinculados a la realidad del día a día del sector, como la insuficiente solidez económica, la necesidad de incrementar la participación de las diferentes voces implicadas o la imprescindible delimitación del rol de las entidades sociales. Y finalmente cuatro retos relacionados con la intervención social y los profesionales que la llevan a cabo: diseño de metodologías eficientes, diversificación de perfiles profesionales, retención y atracción de talento y coordinación interdisciplinaria y multidisciplinar.
Hay que pasar de un modelo basado en los recursos a un modelo centrado en las personas, holístico, colaborativo e interdisciplinario
El encuentro también sirvió para hacer patente la necesidad urgente de un cambio de paradigma que dé respuesta a los retos sociodemográficos que el actual estado de bienestar debe afrontar, como, por ejemplo: las desigualdades sociales que la crisis económica ha consolidado, la pobreza o exclusión, el incremento del envejecimiento, el sobre envejecimiento, la discapacidad, la diversificación de la sociedad catalana y de los hogares que la componen. Hay que pasar de un modelo basado en los recursos a un modelo centrado en las personas, holístico, colaborativo e interdisciplinario. Tal y como señalaba una de las participantes: “No podemos actuar como parcelas, sino que tenemos muchas intersecciones entre todos los sectores, no sólo entre lo educativo, la salud y lo social. Tenemos que trabajar de manera colaborativa con planes conjuntos”.
En cuanto a los agentes del cambio identificados, se destaca a las entidades sociales, con un rol clave en el trabajo a nivel comunitario y fortaleciendo vínculos, a las profesionales, actuando como catalizadoras de cambio y a las personas atendidas, en tanto que protagonistas y razón de ser. Pero también se hace referencia a las plataformas y federaciones, con roles de representatividad y haciendo propuestas concretas de cambio e incidencia y a las administraciones públicas, asumiendo liderazgo en las políticas públicas. Finalmente, se habla de la necesidad de generar vínculos con otros agentes que tradicionalmente no han estado en la acción social directa, como la economía social y solidaria o los movimientos sociales.
Como conclusión del informe, se enumeran algunas propuestas para incrementar la capacidad transformadora de la acción social y el tercer sector. Entre otras, una mayor visibilización del sector, promover el cuidado de las profesionales, incrementar la motivación y el compromiso, potenciar la prevención, fomentar la ética y las buenas prácticas, dar voz a las personas atendidas o avanzar hacia el coliderazgo de las políticas públicas junto a las administraciones.
Otro de los participantes en el debate, aportaba una reflexión que resume perfectamente el papel clave de la acción social y del tercer sector como palanca de cambio y de transformación: “Es muy importante remarcar cómo construimos desde valores. Por lo tanto, desde la disidencia bien entendida, es decir, desde la disidencia que coopera, que colabora, pero que construye realidades, que prefigura de manera tangible la organización social en la que nos gustaría vivir y avanzar”.


