Cuando hablamos de filosofía JEDI, no hablamos de espadas láser, ni de rebeldes contra el Imperio. ni de seguir los caminos de la fuerza, aunque en el fondo, sin tanto artificio fantástico, ¿no es lo que hacemos en el momento en que decidimos trabajar para construir un mundo mejor? No hace falta vivir en una galaxia muy, muy lejana para organizarse contra lo que está mal y construir un mundo mejor.

Freakadas aparte, existen cuatro principios fundamentales a implementar para una buena comunicación ética y transformadora con enfoque de derechos: Justicia: igualdad de oportunidades y derechos. Equidad: igualdad y justicia entre las personas. Diversidad : aceptación de la variedad, la pluralidad. Igualdad: ausencia de discriminación.

Esto comporta sobre todo incorporar una mirada feminista que rompa con el lenguaje predominante. El legado histórico de una sociedad predominantemente patriarcal son los estereotipos y prejuicios de género arraigados en la sociedad y un retrato de forma desigual de la mujer, en demasiadas ocasiones, reducido a su apariencia física, a su papel en el ámbito familiar, a objeto sexual o de decoración, a víctimas o señaladas como culpables de las violencias que reciben. La filosofía JEDI pretende romper con esto.

Además, la falta de perspectiva de género interseccional hace que las mujeres migradas, racializadas, LGTBIQ+ y las que tienen alguna discapacidad sean especialmente victimizadas, ignoradas o representadas de forma inexacta, lo que contribuye a perpetuar el racismo, la xenofobia y la discriminación.

A la hora de comunicar es importante que busquemos activamente fuentes diversas, representativas, y nos aseguremos de mostrar una imagen completa y precisa de la sociedad. La inclusión de todas las realidades tendrá un resultado más riguroso, justo, honesto y el reflejo de la sociedad en toda su diversidad, ganando una narrativa veraz y lo más objetiva posible.

Debemos hacer todo lo posible para ofrecer una imagen equilibrada e intentar mostrar la diversidad de roles que desempeñan mujeres y hombres, más allá de los tradicionalmente asignados. Hacer pedagogía para concienciar de que las violencias machistas son un problema estructural y que queremos liquidarlo requiere la implicación de toda la sociedad es, sin duda alguna, uno de los mayores retos que tenemos.

Vivimos tiempos importantes de transformación social frente a paradigmas establecidos que en estos momentos no son válidos. Entre todas estamos construyendo un nuevo escenario estimulante y debemos ser capaces de adaptarnos al nuevo horizonte que vayamos escribiendo cada día. Para ello, debemos transformar el interior de nuestras entidades o comercios. Apostar por la participación directa y la democratización, por hacernos más eficientes y transmitir los valores que nos mueven. Si conseguimos una buena comunicación, salimos favorecidas frente a la complejidad y la incertidumbre que nos rodea.

Los movimientos sociales y las entidades de la economía social y solidaria asumimos este reto hace tiempo. Formamos parte de la ciudadanía sin miedo al cambio, al mundo organizado convocado a transformar realidades y lo asumimos con responsabilidad. La comunicación que utilizamos es el factor que explica y construye nuestra identidad en un contexto social que está alterando nuestra forma de relacionarnos.

En la época de la sobreinformación, el compromiso de los movimientos sociales ha demostrado que sin presupuesto ni recursos, pero con altas dosis de creatividad, se puede comunicar de manera eficaz lo que se quiere transmitir, para contrainformar y poner en duda la corriente predominante.

Es necesario implementar la cultura comunicativa

Las que trabajamos para sobrevivir y hacer un mundo más inclusivo y diverso, para poder ser auténticos protagonistas de cambio, no es suficiente con hacer, hay que visibilizar y transmitir. ¿Podemos existir sin que nadie nos vea? Necesitamos canales informativos propios para comunicarnos constantemente: una página web, redes sociales, publicaciones en papel, eventos… La comunicación funciona como un proceso constante que requiere una carga considerable de trabajo. Si sólo la usamos como herramienta ocasional nunca conseguiremos la dimensión necesaria para su eficacia.

Es muy común encontrarse con entidades que no siguen una estrategia comunicativa concreta, a menudo a causa de la falta de criterios explícitos para poder desarrollarla. Esto provoca, a pesar de haber obtenido una cierta difusión, un sentimiento de frustración y de falsa creencia sobre la ineficacia de la comunicación. «Mucho esfuerzo para poco resultado, ¿para qué invertir en ella?». Este desaliento es el resultado de la llamada comunicación anecdótica, de no tratarla como estrategia integrada como un todo y utilizarla sólo en algunos momentos puntuales.

Como no la tratamos con la importancia necesaria, los procesos comunicativos de las entidades sociales suelen depender del voluntarismo y el exceso de tareas que acaba generando falta de planificación, comunicación discontinua e incluso ausente. En el mundo del comercio de proximidad y de los emprendedores, el problema es el mismo, sin recursos y sin tiempo, la parte comunicativa que ayuda a hacerlos crecer, se deja como última opción o para momentos puntuales.

Un paso importante es asumir que la comunicación no es un producto, sino una parte esencial de nuestro ser. Para comunicar correctamente es necesario que todas las personas implicadas en la organización asuman cierta cultura comunicativa. Esto no quiere decir que todos tengan que tener conocimientos sobre el tema, pero sí que hay que saber valorar y ver la necesidad de incluir la perspectiva comunicativa en los procesos de trabajo.

Para poder extender esta cultura comunicativa, es importante asegurarnos de que en los distintos proyectos o actividades participe alguna persona que aporte una mirada comunicativa.

Nuestra comunicación late constantemente y debemos entender su función vital, podemos prever y gestionar los recursos comunicativos necesarios para conseguir los objetivos que, en cada caso, nos hemos propuesto.

Evitar una comunicación discriminatoria

La filosofía JEDI rompe con uno de los rasgos del lenguaje «tradicional»: recoger prejuicios y desigualdades presentes en nuestra sociedad con tendencias clasistas. Muchas son las expresiones naturalizadas y aceptadas socialmente, que son totalmente discriminatorias hacia según que clase social o que denigran unas ciertas etnias o tipos de personas.

Desde la comunicación social, ética y transformadora, tenemos el deber y reto de evitar este tipo de expresiones de connotaciones negativas y discriminatorias. Nuestra forma de comunicar juega un papel relevante para construir una sociedad comprometida con la inclusión y la diversidad.

Expresiones como «trabajar como un negro», «ir al paqui», «esto es una mariconada», «que te den por el culo», «qué putada», «esto es un trabajo de chinos», «sudaca», «subnormal », «muerte de hambre», «clase baja», «ser un gitano»… La lista es larga, pero todo tiene una alternativa no vejatoria.

En resumen, debemos llamar a la acción con el compromiso, de las entidades y las que comunicamos, de promover la equidad de género y la diversidad a través de nuestros mensajes y prácticas comunicativas. Es fundamental generar espacios de contrapoder, donde nosotros seamos quien marca las reglas del juego.

¿Te apuntas a la filosofía JEDI? ¡Que la fuerza te acompañe!

 

Este artículo es un extracto del Manual de comunicación ética y transformadora para entidades de la ESS, redactado con mi compañera y socia, gracias al programa Proyectos Singulares, impulsado por el Departament d’Empresa i Treball donde hemos dado forma a EnxarxadESS, una escuela de comunicación destinada a entidades con pocos recursos desde los que impulsar los conocimientos y espacios de reflexión para continuar construyendo el mundo que queremos y necesitamos.

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