Las profesoras de la Georgia State University, la Dra. Pauline Rose Clance y la Dra. Suzanne Imes, publicaron un artículo a finales de los años setenta con el resultado de una investigación realizada durante un lustro, donde revelaban algo sorprendente. The Imposter Phenomenon in High Achieving Women: Dynamics and Therapeutic Intervention (El fenómeno del impostor en las mujeres de alto rendimiento: Dinámica e Intervención Terapéutica, 1978) se publicaba en una revista especializada en difundir teorías, investigación y práctica de la psicoterapia, en concreto, el texto de las científicas se centraba en un trabajo que englobaba psicoterapia individual, grupos internacionales temáticos y clases universitarias, especialmente centrado en 150 mujeres de gran éxito profesional. «Sin embargo, a pesar de sus títulos obtenidos, honores académicos, altos logros en exámenes estandarizados, elogios y reconocimiento profesional de colegas y autoridades respetadas, estas mujeres no experimentan una sensación interna de éxito. Se consideran “impostoras”. Las mujeres que experimentan el fenómeno del impostor mantienen una fuerte creencia de que no son inteligentes; de hecho, están convencidos de que han engañado a cualquiera que piense lo contrario», afirmaban las dos profesoras en sus conclusiones.
El concepto «síndrome del impostor» es propuesto por primera vez en el ámbito académico en dicho artículo, y hace referencia al fenómeno psicológico en el que la persona se siente incapaz de internalizar sus logros y, por ende, sufre un miedo persistente de ser descubierta como un fraude. El estudio original se centró específicamente en mujeres: «Ciertas dinámicas familiares tempranas y la posterior introyección de estereotipos de roles sexuales en la sociedad parecen contribuir significativamente al desarrollo del fenómeno del impostor», afirman Clance y Imes. Estudios posteriores también identificaron los mismos síntomas en el caso de los hombres con grandes éxitos profesionales, aunque en porcentajes inferiores y no exactamente provocado por los mismos factores, evidentemente, en especial, los relacionados con el género.
Y, recientemente, se han realizado investigaciones que evidencian la presencia de dicho síndrome con una gran prevalencia en los jóvenes, donde destacan los trabajos de Chayer y Bouffard (Relations between impostor feelings and upward and downward identification and contrast among 10- To 12-year-old students [Relaciones entre sentimientos de impostor e identificación y contraste ascendentes y descendentes entre estudiantes de 10 a 12 años], 2010), aplicado a infantes entre 10 y 12 años, y los trabajos de la Dra. Mioara Cristea en la Heriot Watt University (UK) (Are children impostors? The prevalence of the Impostor Syndrome among school children [¿Son los niños impostores? La prevalencia del síndrome del impostor entre los escolares], 2021).
En el caso de los artistas, el síndrome del impostor puede tener un impacto superior por su condición implícita: no ser profesiones estandarizadas o, en ocasiones, reconocidas socialmente. Y puede ser muy grave, puesto que una de las consecuencias puede ser disminuir la capacidad de correr riesgos, por lo que el autor puede llegar a crear por debajo de su potencial. Y esto lo saben muy bien los autores de cómics, que continuamente deben de dar explicaciones adicionales cuando alguien les pregunta a qué se dedican, como si ser autor de cómics no fuera una profesión o como si no pudieran vivir de ella. Si eres joven, mujer y destacas con tus primeros cómics, el cóctel puede resultar mortal, literalmente. El impacto sobre la salud mental de la autora puede ser considerable, y más si ya de por sí tiene una situación de partida delicada.
Zoe Thorogood es una joven británica nacida en 1998 que decidió documentar seis meses de su vida entre julio y diciembre de 2021, y lo publicó once meses después en forma de novela gráfica con el título Se está muy sola en el centro de la Tierra (It’s Lonely at the Centre of the Earth, 2022), publicado en abril de 2024 por Norma Editorial en edición en castellano y catalán,con traducción de Gema Moraleda y de Laura Obradors Noguera, respectivamente. La revista Forbes la seleccionó como una de las diez mejores novelas gráficas del año 2022 en Estados Unidos (donde se publicó en su primera edición), y pocos meses después era nominada a dos Premios Eisner en su 35 edición (uno de los más prestigiosos a nivel internacional), en las categorías de Mejor Obra Autobiográfica y Mejor Autor Completo (los dos premios los ganaría, finalmente, Kate Beaton, por la novela gráfica Patos, publicada por Norma Editorial en castellano). Ese mismo año, Thorogood también estaba nominada en tres categorías más, por su participación como dibujante en Joe Hill’s Rain (2022), (todavía inédita en nuestro país). Y ganó una sexta nominación en dicho evento, el Russ Manning Promising Newcomer Award ([el Premio al recién llegado prometedor]), otorgado el 21 de julio de 2023. Un reconocimiento espectacular a su talento… aunque ella crea que no se lo merezca.
Zoe Thorogood, con veinticuatro años recién cumplidos en ese momento, con cinco era el autor con más nominaciones en esa edición de los Premios Eisner (récord absoluto para una primera nominación), todo un presagio de una carrera brillante por delante… si ella quiere, claro. La novela gráfica por la que estaba nominada como autora completa (dibujo y guion) y obra autobiográfica está concebida como un experimento creativo, por la multitud de propuestas visuales y referencias que contiene, pero, sobre todo, es un trabajo de extrema generosidad al contarnos a desconocidos su intimidad más vulnerable, sus pensamientos más privados… y su supuesta maldita herencia genética.
Thorogood reconoce en el interior de la novela gráfica que sufre de depresión suicida desde los catorce años, e intuimos por el relato que puede tener relación con la depresión que ha sufrido su madre durante toda su vida. La narración es de una gran sinceridad, escrita y dibujada sin prejuicios de ningún tipo, con la naturalidad del que explica realmente lo que le está pasando. No es un invento, y avisa al lector en la primera hoja de la novela gráfica con el siguiente texto: «Este libro incluye reflexiones personales y descripciones de intentos de suicidio y autolesión. Aunque espero que sea un consuelo para algunas personas, su contenido puede provocar emociones negativas. Por favor, léelo en un lugar agradable y recuerda que el sol siempre sale todos los días. Gracias». Es un aviso importante para el lector, porque cumple con creces con la advertencia.
Si vuelven a leer la nota del autor verán que está escrita de forma preventiva y transpira un mensaje positivo. Es importante esta intencionalidad porque la propia autora nos muestra cómo se da cuenta progresivamente de que su obra tiene un impacto en sus lectores, y que estos pueden ser un número elevado («¿Tú sabes lo que es dibujar para mucha gente?», le indica a una amiga en una de las viñetas). En una de las páginas escribe una y otra vez una de las frases que más le repiten los aficionados en un festival de cómic cuando se dirigen a ella para que les firme el ejemplar de su primera novela gráfica: «Me siento identificado». ¿Cómo de fuerte debes de ser para darte cuenta de la responsabilidad que tienes en tus manos? En realidad, le agradecen que se muestre tal y como es: «Nos gusta que no te pintes como una buena persona», afirma una fan anónima cuando la reconocen en una cafetería.
Thorogood explica brevemente su experiencia asistiendo a centros de salud mental desde la adolescencia, denunciando la falta de recursos característica. Y parece que sabe bien de lo que habla después de varios intentos de suicidio, sin que estos sean descritos al detalle. No nos interesa el morbo, sí las emociones que estaba sintiendo, que eran muy intensas especialmente en una época que era intensa para todo el mundo también. Nos referimos, evidentemente, a los efectos sobre la salud mental provocados por el confinamiento de 2020 asociado a la pandemia de la covid-19. Zoe explica como preparó un proyecto de una primera novela gráfica completa (hasta ese momento era conocida por un webcómic autobiográfico autopublicado y gratuito en internet), y cuando consiguió una editorial británica para publicarla, el reto creativo supuso un año de enclaustramiento en soledad en su pequeño apartamento, para completar toda la obra en su totalidad. Cuando estuvo acabada y consiguió publicarla (en septiembre de ese fatídico año), el mundo estaba confinado a su alrededor y siguió, otro año más, encerrada en casa sin salir, sola. Esta novela gráfica, que describe seis meses entre julio y diciembre de 2021, recoge parte de las experiencias vividas el año anterior, también los elogios recibidos por esa primera obra y el impacto que le supuso.
En una escena de Se está muy sola en el centro de la tierra, cuando llega a la aduana de un aeropuerto de Estados Unidos por un viaje privado, le preguntan a qué se dedica, y su respuesta es representativa de los síntomas del síndrome del impostor: «Pues a los cómics, al parecer». En ese instante, segundo semestre de 2021, era reconocida por muchos expertos del sector como «el futuro del cómic», tal cual. Y todo gracias al éxito de su primera novela gráfica completa: La inevitable ceguera de Billie Scott (The impending blindness of Billie Scott, 2020), publicada en castellano en noviembre de 2023 por Reservoir Books, con traducción de Juan Naranjo, una obra que le permitió conocer a través de las redes sociales al amigo «virtual» al que iba a visitar (resulta significativo como la autora dibuja el instante en que ella misma ve su obra en la estantería del apartamento del anfitrión).
Esa primera novela gráfica no es autobiográfica, aunque leyendo la segunda, ahora sabemos que la protagonista tenía muchas cosas de ella, en cuanto a su comportamiento y su relación con los demás, y por experiencias vitales concretas. En una de las muchas charlas que tiene con su conciencia y con ella misma con diferentes edades de la última década en la segunda novela gráfica, reconoce que las dos obras parece que tienen la misma trama: «Personas rotas camino del autodescubrimiento». En el caso de la protagonista de esa primera novela gráfica, la joven ilustradora Billie Scott, no solo será intenso ese camino hacia el autodescubrimiento, sino que contiene una cuenta atrás de extremo dramatismo. Después de un golpe en la cabeza en las primera páginas, la protagonista de la historia descubre que perderá la vista en pocas semanas, justo cuando acaba de conseguir un encargo para su primera exposición de cuadros en una galería de arte. Comprenderá, inevitablemente, su limitación para trascender en el mundo del arte. Curiosamente, la idea le surgió cuando con diecinueve años tuvo un problema de visión y le dijeron que podía haber perdido la vista de no haber ido al oftalmólogo a tiempo.
Esa primera novela gráfica fue su consagración internacional. Le ayudó a consolidar un estilo propio que ha podido exportar a otros encargos como dibujante (ella misma reconoce que trabajar con el guion de otro autor le permite refugiarse en el mundo de otra persona, en cierta manera, liberándola), y es la semilla de la segunda novela gráfica, abiertamente autobiográfica. En las dos obras se aprecia un sentido del humor peculiar, que contrasta con algunos momentos de extremo dramatismo, lo que supone un alivio para la lectura, como si buscara continuamente la complicidad y comprensión del lector. Reímos y lloramos con ella, mientras la acompañamos en su proceso de creación peculiar, mientras nos interpela en ocasiones, rompiendo la cuarta pared de tanto en tanto.
El síndrome del impostor tiene unas terapias asociadas como proponen las mismas autoras que la definieron, pero no está en la lista de enfermedades mentales. Y, por supuesto, tampoco es una enfermedad laboral. Los autores de cómic no pueden solicitar la baja por este concepto… si es que se pudieran permitir estar de baja, claro. De momento, le agradecemos a la autora, a Zoe Thorogood, su capacidad para cumplir con creces el objetivo que se había marcado inicialmente: «Convertir la tinta en emociones que los demás puedan entender y sentir», porque la representación importa y ayudará a muchos lectores, aunque no sean artistas. Por eso le deseamos que alcance esa felicidad por la que tanto se pregunta: «¿Por qué no puedo ser feliz?».





