“Con emoción y alegría me encuentro por primera vez en Barcelona, capital de la nación catalana”. Enrico Berlinguer (1922-1984), secretario general del Partido Comunista Italiano, incluía ese saludo en la parte inicial de la intervención que hizo en su lengua en la plaza de toros Monumental, el 29 de mayo de 1978. Más adelante añadió, en catalán, que se encontraba “en la tierra en la que vivieron, en tiempos lejanos, mis antepasados, que se trasladaron después a la isla donde nací, Cerdeña. Yo también me siento, pues, un poco catalán y, aunque no sé hablar su bello idioma, he seguido y sigo con especial pasión las batallas y esperanzas de su pueblo”. Ovación ensordecedora. Era toda una declaración de amor: un partido que era el más fiel seguidor de la política del PCI, el PSUC, organizador del acto, pero también en un país, mostrando una sensibilidad por la cuestión nacional catalana que ya nos gustaría que tuvieran hoy algunos de los dirigentes de las izquierdas españolas. Pero también fue una declaración de amor personal, nacida del sentimiento, que, sin que él llegara nunca a intuirlo, tendría continuidad muchos años después: “Creo que le hubiera gustado saber que en 2014, justamente en Barcelona, vería la luz una nueva Berlinguer: Abril”. Lo explica su hijo, Marco, en el libro Barcelona, capital del eurocomunismo. Berlinguer y el mitin de la Monumental de 1978 (Icaria editorial, 2024), que acaba de aparecer.

Un momento histórico; un libro necesario
Se trata de una obra coral, coordinada e impulsada por el incansable Marcello Belotti, licenciado en filología italiana y románica y traductor; junto al técnico de archivística Marià Hispano, responsable del Fondo Documental del PSUC; con el apoyo de M. Àngels Espuny, que fue asistente de Antoni Gutiérrez Díaz, y del historiador Enric Cama. Ha escrito el prólogo el catedrático de Ciencia Política de la UAB Joan Subirats, ministro de Universidades durante la anterior legislatura. El propio Belotti y el actual ministro de Cultura, Ernest Urtasun, explican cómo decidieron gestar este libro para ayudar a recordar “quién fue Enrico Berlinguer para el comunismo democrático europeo y más allá, y también para todos aquellos que nunca quisieron separar democracia y socialismo”. Y lo hicieron por partida doble: el pasado año, la misma editorial publicaba Berlinguer y Europa o los orígenes del socialismo en libertad, con prefacio de Étienne Balibar.
El libro se estructura en tres partes: “El PSUC y el PCI”, “Barcelona, capital del eurocomunismo” y “Enrico Berlinguer, el socialismo y Europa”. Incluye los discursos de los participantes en el mitin de la Monumental, el del propio Berlinguer y los de Gregorio López Raimundo, Antoni Gutiérrez Díaz, Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri, la Pasionaria. Y juega hábilmente con la mezcla de artículos y opiniones de ese momento, lo que permite conocer las aportaciones de personajes que ya no están entre nosotros, como Jordi Solé Tura, Manolo Vázquez Montalbán o Alfonso Carlos Comín, junto a las que entonces escribieron los periodistas Manuel Campo Vidal o Marco Calamai, y las reflexiones planteadas desde la actualidad por Andreu Mayayo, Giaime Pala, Paola Lo Cascio, Carles Martínez y la tristemente desaparecida Gemma Tribó, Txema Castiella, Carmen Azcárate, Jaume Bosch, Joan Busquet, Enric Cama, Ramon Espasa, M. Àngels Espuny, Jordi Guillot, Carlos Jiménez Villarejo, Enric Juliana, Domènec Martínez y Antoni Nicolau, Rafael Ribó, Anna Sallés, Pere Camps y Laura Zumín. El epílogo fue escrito por Marià Hispano, que resalta la indispensable aportación de las fotografías de Jordi Morera, algunas recuperadas para esta ocasión.
El acto de mayo de 1978, cuando aún faltaban unos meses para la aprobación de la Constitución, supuso una espectacular puesta en escena frente a más de 30.000 personas de la política eurocomunista en la Cataluña y la España de la transición; la vía democrática al socialismo, que se contraponía a la falta de libertades que sufrían la URSS y los países situados en su órbita, y a la poca ambición transformadora de una socialdemocracia tan miedosa como la actual. El PSUC, en mayor medida que el PCE, hizo suya esta visión que entendía que las transformaciones sociales debían fundamentarse en la voluntad de la mayoría de la población. Era una reflexión que Berlinguer había formulado tras el golpe de estado contra Salvador Allende, en Chile de 1973. El PCI, con el 34% de los votos obtenidos en las elecciones de 1976, había lanzado la propuesta de compromiso histórico buscando vías de colaboración con la Democracia Cristiana. Pero el oscuro asesinato del dirigente democristiano Aldo Moro, unas semanas antes del mitin de Barcelona, haría entrar en crisis esa posibilidad de entendimiento. En Cataluña, los gritos de “Benet, president!” en la Monumental querían impulsar la posible candidatura del senador Josep Benet a la presidencia de la Generalitat, como apuesta de un PSUC que buscaba también alcanzar mayorías amplias con un cabeza de lista de piedra picada en la defensa de los derechos nacionales. Sin embargo, el 29 de mayo de 1978 ya estaban en marcha las conspiraciones simultáneas nacidas en Estados Unidos y la URSS, y aplicadas en Italia, España y Cataluña, destinadas a hacer imposible la consolidación y el acceso al gobierno de partidos comunistas democráticos. Tres años después, esos intereses conseguirían la ruptura del PSUC.
Contra la nostalgia
El libro podría ser leído desde la nostalgia. Quien haga solamente esta lectura, creo que se equivocará. Cuando Europa y el mundo viven el resurgimiento de la extrema derecha xenófoba con raíces fascistas, el ejemplo de Berlinguer es un llamamiento a la acción, una advertencia contra la pasividad, un estímulo para hacer política. Cuarenta años después de la muerte de Berlinguer, su país está gobernado por Giorgia Meloni, pero algo se está moviendo. El Partido Democrático, donde se diluyó y descafeinó el PCI, parece haber empezado un giro a la izquierda, tras la elección como secretaria general de Elly Schlein en unas primarias abiertas en las que derrotó al candidato del aparato gracias a los votos de los electores que no forman parte del partido: ella quiso terminar la campaña electoral de las últimas elecciones europeas, donde el PD mejoró resultados, en la misma plaza de Padua donde había fallecido Berlinguer, al grito de “¡Viva Enrico! ¡Viva la Italia antifascista!”. Y a su izquierda crece el Alleanza Verdi e Sinistra, que logró seis escaños en las elecciones europeas. Veremos qué ocurre.
Es sabido que el PSUC fue más que un partido: llegó a multitud de demócratas que después siguieron caminos diferentes. Últimamente, el proceso independentista ha favorecido aún más la dispersión de personas que habían compartido unos mismos orígenes políticos. Pero la lectura de los nombres de los participantes en el libro demuestra que muchas de ellas se encuentran hoy en la órbita de los Comuns, proyecto donde coincidieron con los activistas que provenían del 15-M, en una apuesta que mantiene la misma voluntad de transformación que tuvieron el PCI y el PSUC; por eso, ha sufrido también ataques provenientes de sectores económicos y políticos diferentes, a veces supuestamente contrapuestos, que no han dudado en utilizar el lawfare contra algunas de sus dirigentes, como Ada Colau, mientras fue alcaldesa de Barcelona, o la valenciana Mònica Oltra, de Compromís. Todas las evoluciones (o casi todas, no es necesario exagerar) de la gente que formó parte del PSUC son respetables. Pero, quizás, las más significativas sean las de quienes consideran que seguir la estela de Enrico Berlinguer es hoy una opción necesaria que tiene una continuidad en el tiempo a la vez que saben que no se trata de añorar proyectos que la historia ha dejado atrás. Intuyo que ésta podría ser la intención de Belotti y Urtasun cuando decidieron iniciar la aventura de publicar esta obra, que llega a las librerías mientras las izquierdas catalanas están debatiendo si construyen una mayoría parlamentaria progresista.


